martes, 12 de enero de 2010
B2, B1, A: Para leer. Reinhold Messner
El alpinista más grande de todos los tiempos
Fue el primer hombre en escalar el Everest sin oxígeno, el primero en subirlo en solitario y el primero en alcanzar las 14 cumbres que superan los ocho mil metros. Es Reinhold Messner, el montañista viviente más grande y famoso del mundo.
Por Rodrigo Cea (El Mercurio)
Le gusta decir que las montañas lo marcaron desde su nacimiento, que lo determinaron. Que su casa estaba en el corazón de los Alpes, rodeada de cumbres que se alzan más allá de los 3.000 metros. Que ahí se crió junto a su familia -mamá, papá y ocho hermanos más-, que no tenían auto, sólo una bicicleta, y que su único pasatiempo era salir a recorrer senderos. Cada semana escalaba un poco más alto y a los 12 años comenzó a salir sólo con su hermano menor, a lugares donde su padre ya no podía llegar. Era más coraje que técnica, le gusta decir, y que fue entonces, en las cumbres frente a su casa, que aprendió a desarrollar el instinto que más tarde le ayudaría a convertirse en el montañista más grande del mundo.
Una carrera ascendente
Escalador, escritor, fotógrafo y miembro del Parlamento Europeo desde 1999 hasta 2004, según su página web oficial, Reinhold Messner nació en Tirol del Sur -región italiana donde se habla alemán- el 17 de septiembre de 1944. Se crió en el Valle de Villnöss, donde fue al colegio para más tarde partir a la Universidad de Padua. Pero -y esto lo dice él mismo- los estudios no se le dieron bien, pues sólo pensaba en las montañas. Escalando todas las rutas difíciles de los Alpes en roca y hielo, no pudo terminar la universidad y fue natural que empezara a mirar más allá. Así partió al El Nanga Parbat, su primer ochomil.
Cerca de la frontera entre India y Pakistán, era 1970 cuando Messner tuvo su estreno en el Himalaya y subió los 8.125 metros del Nanga Parbat. ¿Un triunfo? Para nada: iba acompañado por su hermano Günter, quien -según contó Reinhold- murió durante el descenso por el valle del Diamir.
El hecho pudo haber terminado para siempre con su carrera deportiva, sobre todo por la oscura historia que comenzó a correr. Por ambición, decían, Messner había abandonado a su hermano en la pared del Rupal, para así lograr la cumbre.
Fue recién en 2004 que los análisis de ADN de unos restos humanos encontrados en el valle del Diamir confirmaron la versión de Messner. Cuando eso pasó, Reinhold dijo que eso no cambiaba nada, que él siempre había dicho la verdad, que él nunca lo había abandonado. "Ahora nadie se ha disculpado. No me importa", dijo 25 años después de la tragedia.
La muerte de su hermano no lo desalentó a seguir escalando, pero lo llevó a subir ochomiles en solitario. Siempre por rutas vírgenes, sus desafíos eran demasiado peligrosos y por eso fue que decidió no arriesgar la vida de más personas.
Como si eso no hubiese sido suficiente dificultad, Messner agregó más al decidir prescindir de botellas de oxígeno y, cuando se consideraba imposible, revolucionó el montañismo al alcanzar los 8.848 metros del Everest sin oxígeno y en solitario, en 1978.
El doble récord de Messner no calmó sus ansias de aventura y cuando en 1986 subió los 8.516 metros del Lhotse se convirtió en el primer hombre en subir los 14 ochomil del planeta, solo y sin oxígeno suplementario, por cierto.
En la era comercial
"Cuando hice mi último ochomil estaba comenzando ese alpinismo comercial. Hasta entonces la ley era ésta: sólo una expedición en cada vía. Cuando decidí terminar con todo esto fue porque había allí demasiada gente. Después me fui a la Antártica, donde entonces no había nadie: sólo había otra expedición (...). Yo siempre trato de ir donde no va nadie; cuando llegan los grupos, huyo como el viento y me voy a otro sitio", le dijo a Sebastián Álvaro, montañista y autor del libro Conversaciones con Reinhold Messner, para quien la opción de Messner de prescindir del oxígeno debe entenderse como una evolución lógica en su ideario.
Si al comienzo del alpinismo el objetivo era la cima y luego fue la dificultad, la filosofía de Messner -"de la renuncia", según el mismo define- propende al contacto salvaje con la naturaleza. Por eso dejó de lado el oxígeno y los tornillos: "En las expediciones, lo que me interesa es acercarme más a mí mismo; mirar hacia mi interior. Cuando subo muy alto, puedo mirar muy dentro de mí. Pero si introdujera medios técnicos entre la montaña y yo, no podría percibir ciertas sensaciones. Con la mascarilla de oxígeno no puedo percibir qué significa escalar alturas de 8.000 metros y más, combatir la tendencia del cuerpo a no obedecer y soportar la soledad sin ninguna ayuda", escribió Messner en Expedición al punto final, uno de los 50 libros -traducidos a una docena de idiomas- que ha escrito.
Hoy día Messner continúa viajando por el mundo grabando documentales, dictando conferencias y explorando sitios que el "montañismo comercial" -como califica al fenómeno que, reconoce, él mismo ayudó a fomentar- aún no ha descubierto: "Quiero soledad y naturaleza salvaje. Sin duda, jamás iré allí donde hay centenares de porteadores y alpinistas en la montaña. Estos últimos años se han llegado a reunir más de 400 personas en el campo base del Everest. A mí no me gusta hacer cola en el Everest (...). Yo también tengo algo de culpa en este panorama de expediciones comerciales, por haber contribuido a aumentar el valor de los ochomiles a través de mis libros, mis ascensiones o mis conferencias", le dijo a Sebastián Álvaro, para quien Messner "democratizó" las montañas del Himalaya, al realizar expediciones más pequeñas y ligeras y ponerlas al alcance de un mayor número de personas.
Después de ser eurodiputado por el partido Verde entre 1999 y 2004, cuando no está viajando Messner vive en su natal Tirol del Sur, donde dirige un museo histórico del montañismo (que además contiene una considerable colección de arte tibetano) y la Fundación Montaña Messner (www.messner-mountain-museum.it), que promueve la vuelta del montañismo a un estado más puro, aunque eso, según cree Messner, parezca casi imposible.
Él mismo dice que ya no tiene esperanza de que se prohíban las expediciones comerciales, pues los gobiernos sólo quieren vender los permisos y cuanto más mejor: "Sólo quieren dinero y les importa muy poco que la montaña se envilezca y se degrade con las basuras que se amontonan allí".
¿El resultado? Según Messner, las montañas han sido tan degradadas que ya no son montañas; que pagar mucho dinero y subir con cuerdas desde el campo base hasta la cumbre no es alpinismo ni nada parecido; que todo eso, dice, es sólo una industria turística.
Para muchos Messner es un sabio gracias a expresiones como éstas, extraídas del libro Conversaciones con Reinhold Messner. 1) "Lo más importante es saber que el montañismo involucra riesgo. Si vamos a las montañas y olvidamos que hay riesgo, cometemos errores (...). Una montaña es una montaña. Sólo existe. Es un pedazo de roca y hielo, quizás un pedazo bello, pero sólo es bello y peligroso si estamos ahí". 2) "Hoy en el Himalaya parece que todos están usando cuerdas fijas. No sólo clientes guiados, sino escaladores de punta que de un modo parasitario usan las cuerdas fijas, las carpas y las huellas de expediciones comerciales. Siguiendo los pasos de otros, ellos buscan récords, no la experiencia". 3) "La palabra 'profesional' no debe aplicarse a los alpinistas. Un futbolista, un motociclista, un tenista, éstos sí son verdaderos profesionales; es decir, deportistas que ganan mucho dinero por su propio trabajo, mientras los alpinistas gastamos mucho dinero para organizar una expedición".
Fuente: http://diario.elmercurio.com/2010/01/10/revista_del_domingo/grandes_viajeros/noticias/E90588D8-EDBF-44C5-8068-CDDA7C4B0D36.htm?id={E90588D8-EDBF-44C5-8068-CDDA7C4B0D36}