miércoles, 22 de noviembre de 2017

C1: Gráficos para textos expositivos.

C1, B2: Para escuchar. Una descripción de un cuadro.

https://www.youtube.com/watch?v=Pega1ToxL0M&list=PL68B4CEFF7F11777E

Según ese modelo, ¿puede describir este otro cuadro de Stephen Chambers?








Por Alex Vicente. El País Semanal.

Es una mancha minúscula, casi imperceptible en los mapas de navegación. El reino de Redonda se sitúa en una isla deshabitada en medio del Caribe. En 1865, fue adquirida por un mercader británico, que solicitó a la reina de Inglaterra, y consiguió, el título de rey de Redonda. Su hijo adolescente, el futuro escritor Matthew Phipps Shiel, heredó la corona, y decidió que el criterio de sucesión sería literario, no filial. Al morir, la legó al poeta John Gawsworth, un personaje que deambulaba por Todas las almas, de Javier Marías. El escritor madrileño terminó convirtiéndose en heredero de este reino sin súbditos en 1997. Y, ya coronado como Javier I de Redonda, empezó a otorgar títulos nobiliarios a escritores, artistas y cineastas, de Umberto Eco a Alice Munro y de Francis Ford Coppola a Pedro Almodóvar. El pintor Stephen Chambers (Londres, 1960) imagina qué aspecto tendría la corte de este reino surrealista, pero verídico. El resultado se expone dentro del programa de la Bienal de Venecia. Un centenar de retratos pintados sobre paneles de madera conviven con un reciente tríptico alegórico —The State of the Nation— que el artista ideó en respuesta al Brexit. No hay que ser muy agudo para saber en cuál de esas dos monarquías preferiría vivir.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

C1: Para leer y debatir. Arte. Isabel Quintanilla.



El vaso de Isabel Quintanilla, retrato de una pintora ignorada

Por Peio H. Riaño. El Español.

El vaso de Isabel Quintanilla es una obra al superviviente: Duralex. No es bonito, es irrompible. Es para toda la vida. Como su condena: amanecer para sobrevivir a la España arruinada. De ese vaso han bebido todos los nacidos en la posguerra, en los barrios obreros de la capital. En los cuadros del grupo de realistas madrileños siempre es invierno. Sorolla era luz, esplendor, alegría y verano. Esto es otra cosa. Esto es un calambre gélido, camuflado bajo el delirio del dominio técnico. El vaso de Isabel, Maribel, es el retrato de los Nadie, que nacieron para ser Nadie y Nadie murieron. Olvidados y desaparecidos, como un vaso Duralex.

Este miércoles ella murió y tuvo la mala fortuna de hacerlo al tiempo que Fats Domino. En los teléfonos móviles, la alarma hablaba del óbito del roquero norteamericano. La pintora realista volvía a perder en la carrera del reconocimiento, a pesar de sus casi sesenta años dedicada a hacer de lo pequeño e invisible el motivo de sus lienzos. Ella misma se lamentaba en este periódico, hace un año, de la poca atención que había cosechado el grupo de amantes de la austeridad realista.

No redactaron ningún manifiesto. No declararon poseer ningún código estético, ni artístico como aglutinante. Eran amigos y familia y permanecieron unidos toda la vida. Eran mucho más que un grupo artístico. Son un caso insólito en la historia del arte español, hombres y mujeres a partes iguales creando. No reivindicaban ningún programa, pero sí las escenas del paso del tiempo. Mudo y exacto. Hicieron de la lucha por la verdad de su clase, su motivo. Sus héroes eran sus casas humildes. Detallistas en lo familiar, alejados de la pompa y la política. Ni cortesanos, ni activistas.

Sin pompa, con plancha

No pintan el salón del trono, sino el cuarto de planchar. “Me dijo que le recordó al olor del cuarto de la plancha de su infancia”. Isabel recordaba así su encuentro con la reina Sofía, con el lienzo Habitación de costura (1974) delante de ambas, tal y como contó a este periodista, unos días antes de la presentación de la exposición que volvió a reunir la obra de todos los componentes en el Museo Thyssen Bornemisza. Es la pintura de los pobres para los ricos, son las visiones de la clase trabajadora. Un cuarto de planchar, la humildad de la escasez.

También es el vaso del hambre del emigrante. Isabel vivió del extranjero, del dinero alemán. Allí es donde lo vendió todo, donde fue respetada y donde se conserva la mayor parte de su obra, en colecciones que supieron mirar más allá de la firma de una mujer y del monumento a la cotidianidad. Aquí, nada. El vaso también es un artista aislado, arrinconado en un alfeizar: en el Museo Reina Sofía no hay ni rastro de ella. Ni siquiera en los almacenes. De hecho, sólo dos de sus compañeros realistas tienen obra, en el centro que se dedica a conservar y difundir el arte español desde finales del siglo XIX en adelante.

Sala 404 de la colección del Museo Reina Sofía. Dedicada al arte español que estuvo de moda en el extranjero. Hay obra de Tàpies, Canogar, Chillida, Chirino, Saura, Millares, Feito y Palazuelo. Sala 413: la han titulado “Academicismo y clasicismo en los años cincuenta”, y en ella han derivado los experimentos del grupo, junto con cuadros de Cossío. Sólo está representado Antonio López, con una escultura y un cuadro. Hay 14 obras más del pintor y escultor en los almacenes. De Julio López Hernández exponían una escultura y ahora la han hecho desaparecer.

Junto con la decisión de Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, de aniquilar al grupo en su repaso histórico del arte español, un caso muy llamativo es el ajuste de Valeriano Bozal con el mundo que encabezó “antoñito”. Dice el historiador, en su Historia de la pintura y la escultura del siglo XX en España (La balsa de la Medusa), que el mundo de Quintanilla “es más duro, más conciso”, que el de María Moreno (su íntima amiga, compañera y esposa de Antonio).

Pintora de una línea

En el ensayo de 500 páginas, Bozal, en un esfuerzo de generosidad científica indignante, dedica a la pintora una línea: “Representa paisajes interiores en los que la luz eléctrica crea contrastes fuertes, limpios, delimitando con claridad el espacio y los objetos, en ocasiones con un sentido casi geométrico”. Y nada más. Ya está. Maribel Quintanilla es un punto y seguido para la Historia del Arte. La cruel austeridad con la que retrataba su entorno sólo es comparable con el menosprecio que ha sido tratada en los manuales de arte español.

“No estamos bien representados”, explicaba a este periodista Isabel hace un año. “Es una falta de respeto. Un director te las pone y otro te las quita. Yo estoy mejor representada en Múnich, Hamburgo y Washington que en Madrid”, contaba al reconocer que fueron populares para el público y repudiados por la Academia. Isabel y sus amigos son reliquias de una memoria perdida e ignorada, que trataron de navegar en la oleada del informalismo y naufragaron. El galerista Íñigo Navarro cuenta que hasta 1996 Isabel no tuvo una exposición individual. La montó él en su espacio. “Desapareció por completo de España”. Una ausencia escandalosa.

Francesco López, hijo de Isabel y del escultor realista Francisco López, recuerda que en las últimas conversaciones con ella, se mostraba dolida por esa circunstancia. Aunque lo que más le molestaba era que consideraran al grupo como los “pintores del franquismo”. “La visión del Museo Reina Sofía es una visión personal y subjetiva de su director, pero llegará el día en que se revise su presencia y entonces ganarán más espacio. Quizá se llegue tarde a comprar obra. Soy optimista con esta gente que ha escrito una página fundamental en la Historia de la Pintura. El tiempo todo lo corrige”, apunta Navarro.

Más sincera que Antonio

¿Esa es la presencia que se merece la artista en el museo y en los libros de arte? El pintor Agustín Celis fue compañero en la escuela de Bellas Artes de San Fernando de Isabel y de María, en los años cincuenta. Recuerda que María estaba mejor dotada intelectualmente, pero Maribel era la pintora con más talento técnico. “En la escuela, Isabel ya anunciaba lo que iba a ser, porque era muy observadora. Nosotros mirábamos más hacia afuera, ella miraba más hacia adentro, a lo académico y realista. Sus cuadros no tenían ninguna problemática, eran pura observación. Ella siempre fue realista”, cuenta a este periódico.

Y apunta un dato esencial en el devenir del realismo del grupo: cuando Antonio López expone por primera vez junto con Lucio Muñoz, Julio López Hernández y su hermano Francisco, no hacía pintura realista. “Era pintura italiana realista, de influencia fascista”. De ahí, con los años, su obra derivó al realismo por el que hoy reconocemos su trabajo. Perdió el universo fantasmagórico, se apartó de la clave surrealista y se centró en la representación objetiva de la realidad.

Esto ocurre entrada la década de los sesenta, cuando Isabel y Francisco trabajaban en ello desde hacía casi quince años. De hecho, el pintor cántabro señala que la recuperación del trabajo del pintor realista Antonio López Torres, tío de Antonio, se debió al reconocimiento que le dio la pareja. ¿Es posible que las investigaciones de Isabel hicieran variar el trabajo de Antonio? “No te lo puedo asegurar, pero sí puedo decirte que Maribel es más importante que Antonio, porque es más sincera. Y Mari, también”.

Ellas peor que ellos

En este punto del relato, en el que una pintora desaparece del mapa a pesar de su trayectoria, ante el trabajo de un pintor, debemos recordar las palabras de la propia Isabel: “Para nosotras ha sido mucho más difícil que para nuestros maridos”. Esperanza Parada, una de las artistas mejor dotadas del grupo, tuvo que elegir: o trabajar o pintar. Y decidió aparcar la pintura y dedicarle su tiempo a la galería de Juana Mordó y llevar un salario a su casa, donde trabajaba su marido el escultor Julio López.

Otra de las pintoras del grupo, Amalia Avia, escribe en sus memorias: De puertas adentro (Taurus, 2004) que los hombres del grupo tenían “una seguridad excesiva en materia artística”. “Quizá eso sólo fuera con nosotras, porque se daba además la circunstancia en estas parejas, no sé si rel o condicionada, de superioridad profesional el hombre”.

Avia reconoce que entonces le faltaba oficio, pero que había otras mujeres del grupo más experimentadas, que llevaban tantos años como ellos pintando, pero “todas adoptaron la misma actitud humilde y supeditada que posponía siempre nuestras inquietudes y nuestra vocación a las suyas”. Aquellos años no eran fáciles, pero quien “en la escuela había destacado o que simplemente pintaba bien, no le era difícil sobresalir y tener un pequeño nombre”. “Otra cosa era tener dinero: eso sí que era difícil, por no decir imposible”.

Por supuesto, la cotización de Antonio López y de Isabel es incomparable. Hace dos semanas, la pintora le entregó a su galerista Íñigo Navarro la última obra que había hecho. Un pequeño bodegón de frutas sobre un bol de cristal, que cae sobre un fondo de dos colores planos. El precio es de 12.000 euros. Uno de los coleccionistas de López es el empresario trotskista Jaume Roures, que tiene en su poder El campo del Moro, valorado en más de 5 millones de euros.

Un viaje decisivo

Años más tarde, Agustín Celis volvería a coincidir con ella y su marido en Roma, donde Paco, Agustín y otros como Carmelo Bernaola o Rafael Moneo fueron becados durante cuatro años, entre 1960 y 1964. El viaje que lo cambió todo. El lugar donde terminaban todas las conversaciones y recuerdos, dice Francesco a este periódico. Francesco, no Francisco. “En Roma conocieron a Giorgio de Chirico y tuvieron una estrecha relación con el filósofo Giorgio Agamben, con el que recorrían la ciudad en su 600”, dice el hijo de la pareja.

En Roma también conocieron al dueño de la galería alemana Brockstedt, un hecho que cambia el destino de Isabel. Durante más de 30 años el marchante tuvo en exclusiva la venta de la pintora y de los dibujos de su marido. Trabajaron con él, vendió su obra y salvó su supervivencia.

Isabel y compañía han sido los fantasmas que han cruzado el siglo XX, para ser rescatados en el siglo XXI. La Historia no ha prestado atención a quienes miraban lo insignificante, lo cotidiano. Aclamados por el gusto popular, laminados por la Academia, sobrevivieron a la dictadura a pleno pulmón. Con visiones poco atractivas y al margen de la moda. “Ese discurso de clase también jugó en su contra”, explica Celis. Mientras el país trataba de salir de ese hoyo, ellos se recreaban en el agujero. El mercado pedía fiesta y no un vaso congelado. Pero el arte nunca ha sido moda, ni la independencia bien pagada.

“En España eras mujer. No eras nadie, no pintabas. La consideración como pintora la logré en Alemania. Pintora, no mujer. Les encajó muy bien el realismo, les gustaba”, recordaba Isabel a este periódico. Su marido lo resumía en un lacónico y certero: “Trabajamos lentamente, no existimos mucho”.

Vaso medio vacío

Paco murió el pasado 9 de enero y ella no pudo remontar. Durante más de cinco décadas trabajaron en el mismo estudio. Isabel en el piso de arriba y Paco, abajo. “A mí tu padre nunca me cogió un pincel”, le contaba a Francesco para recordar el respeto que él tenía por la obra de ella. Había una frontera invisible entre ambos, las escaleras que comunicaban ambos espacios. El de Isabel era como un santuario, el de Francisco como el de un albañil. Es un recuerdo de su hijo.

El vaso siempre estuvo medio lleno. Hasta que murió Paco. Isabel nunca volvió a entrar en aquel espacio compartido. Se retiró a vivir y pintar a una pequeña casa de campo en las afueras de Madrid. Con la muerte de Maribel cae una pieza fundamental de un grupo tan familiar que hubo que demostrar su existencia como tal. Un grupo que regeneró la tradición española, que es la tradición de lo sencillo. El aliento de Velázquez. Todos nacieron pobres.



https://www.elespanol.com/cultura/arte/20171027/257475162_0.html

C1: Para escuchar. ¿Argentinos o uruguayos?

martes, 7 de noviembre de 2017

B2: Una noticia.

La Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela ha dado luz verde al (1) del opositor y primer vicepresidente del Parlamento, Freddy Guevara. La cámara, dominada por el oficialismo, ha (2) la decisión de retirarle la inmunidad en un votación a mano (3) , calificada de “histórica” por su presidenta Delcy Rodríguez.
Guevara, (4) de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, (5) refugiado desde el pasado sábado en la (6) chilena en Caracas. Pidió protección en la legación (7) considerar que su seguridad estaba (8) . El Gobierno de Chile asegura que está dispuesto a concederle el asilo político si así lo (9).
El Tribunal Supremo de Venezuela pidió que se (10) la inmunidad a Guevara para poder (11) por “asociación, instigación pública continuada y uso de adolescentes para delinquir”, presuntos delitos (12) con la participación del diputado en las protestas antigubernamentales de este año en el país, en las que (13) al menos 120 personas.
http://es.euronews.com/2017/11/07/venezuela-retira-la-inmunidad-al-opositor-freddy-guevara

lunes, 6 de noviembre de 2017

C1, B2: Para leer. Reportaje sobre el Ártico.



El Ártico será ruso ¿o no será?


Texto de Joaquín Luna 05/11/2017 Magazine

Algo se mueve en el Ártico, el último continente con fronteras por delimitar. Y no son sólo las embarcaciones que aprovechan el deshielo, que tanto inquieta a la comunidad científica pero abre rutas comerciales muy rentables. Lenta pero decididamente, Rusia ha convertido su hegemonía del Ártico en uno de sus ejes menos ruidosos pero más firmes en el anhelo por recuperar el estatus de superpotencia, el mismo que le ha llevado, por ejemplo y con éxito, por cierto, a sostener al régimen de Damasco o a flirtear con su poder informático oculto para influir o enturbiar las elecciones presidenciales de Estados Unidos o Francia. Desde hace años, Moscú lanza mensajes y hace gestos discretos y sin relación aparente cuya suma, sin embargo, confirma la determinación del presidente Vladímir Putin por controlar todo lo que afecta al Ártico. Y nada se mueve ya sin el visto bueno de la diplomacia rusa. ¿De qué gestos hablamos? El pasado invierno, por ejemplo, la nada despreciable cifra de 2.000 refugiados de Siria y Asia Central ganaron el territorio de Laponia ante el estupor finlandés, procedentes, claro está, de Rusia. El mensaje fue captado rápidamente, y Helsinki se apresuró a firmar un acuerdo con Moscú para cerrar una vía ­insospechada y que nunca adquirió la relevancia de la ruta de los Balcanes o la del Mediterráneo. “Todo sugiere que se trata de una inmigración ilegal organizada” para desestabilizar el país, afirmó el ministro de Asuntos Exteriores finlandés. Similar sorpresa causó en la región ártica la aparición de una bandera rusa, hecha de titanio, en el fondo del mar en el verano del 2007, no sólo por su intencionalidad –que fue mucha– sino por la complejidad de la operación. La enseña, de un metro, fue clavada a 4.300 metros de profundidad por dos minisubmarinos tripulados, el Mir-1 y el Mir-2. “El Ártico es y siempre ha sido ruso”, concluyó Artur Chilingárov, un veterano explorador del polo Norte y jefe de la misión militar-científica, que fue interpretada por la televisión pública rusa como un paso para reclamar nada menos que 460.000 millas cuadradas de territorio submarino.

La hazaña no pareció impresionar a algunos de los estados árticos, aunque su reacción fue inmediata. “No estamos en el siglo XV. Uno ya no puede ir por el mundo plantando banderas y diciendo: ‘Tomo posesión de este territorio’. Básicamente es un show de Rusia”, comentó el ministro canadiense de Asuntos Exteriores. También Estados Unidos tiene su bandera plantada en la Luna, y sin embargo…

El Ártico no es un santuario protegido, como la Antártida, reservada a expediciones científicas, y sufre un calentamiento térmico que duplica el de la media planetaria. Tiene todos los ingredientes para que haya peleas entre los vecinos. Interés despierta. El primer y más publicitado atractivo radica en sus riquezas energéticas. Según el Instituto Geológico de Estados Unidos, la región ártica atesora una octava parte de las reservas mundiales de petróleo y una cuarta parte de las de gas. Y se ha convertido en más accesible por culpa de la disminución de su masa glaciar, que ha perdido un 40% de su superficie desde los años setenta, un desastre ecológico cuyas ramificaciones no escapan ya a nadie. El escenario perfecto para atizar el interés de muchos estados.

De momento, la comunidad internacional ha reaccionado de forma muy diplomática, aunque haya episodios que resucitan la atmósfera de la guerra fría. El Consejo Ártico es el organismo intergubernamental integrado por los ocho estados con zonas de soberanía situadas más allá del círculo polar Ártico: Canadá, Dinamarca (por su soberanía sobre Groenlandia y las islas Feroe), Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Rusia y Estados Unidos. El Consejo Ártico se estableció como un foro de alto nivel para promover un medio de cooperación entre los estados árticos, incluyendo las comunidades indígenas y otros organismos interesados en la protección del medio ambiente, y su secretariado perma­nente está en la ciudad noruega de Tromso, la más importante del norte de ese país.

“Aquí trabajamos 14 personas. No tenemos postura ni podemos hacer comentarios sobre su pregunta con relación a la influencia de Rusia”, señala una fuente del secretariado. Si se tratase de otro de esos organismos vinculados a las Naciones Unidas sin atractivo a corto plazo, el Consejo Ártico no recibiría tantas peticiones de ingreso o vinculación ni estas serían filtradas de forma tan rigurosa. Así, la lista de “observadores” incluye trece estados –siete europeos, entre ellos España, admitida en el 2006– entre los que no pueden faltar la República Popular China o India. Esta condición es cada vez más restrictiva, y en el 2015 fueron denegadas todas las peticiones, incluyendo la de la Unión Europea.

Pese a este colchón internacional, Rusia ha expresado sus intenciones con hechos: despliegue militar y dominio de hecho de las rutas de navegación que el deshielo abre cada verano. “Como el mayor Estado ártico, Rusia…” es una frase que no falla en todas las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Moscú no quiere desaprovechar esa realidad geográfica y humana –de los cuatro millones de habitantes en el círculo Ártico, la mitad son rusos–. Desde el 2014 y por primera vez tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la Marina y el ejército rusos desarrollan ejercicios militares de forma regular en el Ártico.

He aquí la fuerza de Rusia, lo que le otorga superioridad sobre los otros siete estados árticos. A partir de este hecho, Moscú da la bienvenida en todos los foros al diálogo sobre medio ambiente, al debate sobre los recursos por explotar o las rutas comerciales por abrir. Pero nada puede ser de igual a igual sino desde la aceptación del poder de Rusia. En la última reunión de los cancilleres de los ocho estados miembros del Consejo Ártico, celebrada en Fairbanks, Alaska, Serguéi Lavrov respondió sobre la dualidad mostrada por el presidente Putin –cooperación sobre el papel, despliegue militar sobre el terreno–. Lavrov fue explícito: “Cuando trabajamos con alguien que viene aquí, nosotros somos los responsables de su seguridad. Es lógico, creo”. Rusia contará con más de 100 instalaciones militares en el Ártico durante el 2017, según el Ministerio de Defensa ruso.

El interés súbito por el Ártico se origina en la hipótesis de que el deshielo progresivo hará más fácil el acceso a los tesoros energéticos ya citados. Este octubre, el precio del barril de Brent, el de referencia, rondaba los 58 dólares, por encima por tanto de los 45 que es el precio mínimo para que los costes de explotación de las compañías que ya operan en el Ártico obtengan algún beneficio. La producción rusa sube año tras año. Gazprom Neft, el gigante energético ruso, anunció el pasado enero la apertura de cuatro nuevos yacimientos en el llamado mar de Pechora, anticipo del plan para abrir un total de 28 en los próximos años.

¿Y Estados Unidos? ¿Por qué es invisible en esta pugna no declarada por el Ártico? La Administración de Barack Obama trató de mantener criterios “medioambientales” a la hora de autorizar nuevas prospecciones en Alaska, concedidas con cuentagotas. Y las pocas autorizadas fueron objeto de contestación por las organizaciones ecologistas, uno de los bancos electorales de Obama. Fue la propia naturaleza la que salvó al presidente de un dilema mayor: varias prospecciones en Alaska resultaron fallidas por razones de rentabilidad. La organización Carbon Tracker, partidaria de reducir la dependencia del carbón, considera que el crudo del Ártico necesita “precios mucho más altos”. En Estados Unidos, a diferencia de Rusia, los impuestos ecológicos tienen un peso a la hora de calcular la rentabilidad. La política de Estados Unidos cambió radicalmente con la victoria electoral de Donald Trump, absolutamente partidario de excluir los factores ecológicos en cuestión de abastecimiento energético y de garantizar una energía barata a la economía estadounidense (la norma más que la excepción, como demuestra la inquebrantable alianza con Arabia Saudí). El núcleo de su programa energético –el llamado America First Energy Plan– tiene dos criterios prioritarios: alcanzar la “supremacía energética” de Estados Unidos y la “independencia total” de la OPEP. Trump ha prometido eliminar todos los obstáculos para la exploración de hidrocarburos y situó al frente de la Secretaría de Estado a Rex Tillerson, el hombre de la petrolera ExxonMobile, que tanto había lamentado la política de sanciones a Rusia, una de cuyas consecuencias fue la paralización de los proyectos energéticos en el Ártico ruso.

El conflicto de intereses planeó sobre el proceso de confirmación de Tillerson, factótum del acuerdo suscrito en el 2011 entre Exxon y la petrolera rusa Rosneft, pero su confirmación no ha variado el mantenimiento de las sanciones que pesaban sobre Rusia. Los claroscuros de la injerencia rusa en la campaña electoral y la sospecha de vínculos económicos entre el equipo de Trump y Rusia indujeron a la prudencia del presidente Trump. ¿Cuánto tiempo durarán las limitaciones e, indirectamente, el vacío estadounidense en el Ártico?

El levantamiento de sanciones a Moscú está condicionado a otros asuntos globales: la pacificación de Siria, la evolución de Ucrania y el grado de tensión en la región de Asia-Pacífico. De lo que nadie tiene duda es de que antes de que termine su mandato, Donald Trump concederá luz verde a las petroleras de su país para que puedan competir en la región ártica. Todo es cuestión de tiempo.

El Ártico ya no es terra incognita. Al contrario, es un espacio interesante en el que todo el mundo trata de tener un pie. Los argumentos medioambientales y científicos son reales, como lo es la constatación de que sólo son defendibles gracias a instalaciones militares, terreno en el que Rusia tiene todas las ventajas. Así, en el 2015, Dinamarca presentó su reclamación sobre los fondos marinos del Ártico pese a su reducida capacidad militar. “El objetivo es, simplemente, situar a Dinamarca en la mejor posición posible antes de comenzar a negociar fronteras con los rusos”, indicó Martin Breum, periodista danés y autor del libro Cuando el hielo desaparece.

El Gobierno danés está convencido de que será en la mesa de negociación donde se dirimirán las reclamaciones, de ahí su exigencia. “Todos los actores están interesados en resolver las aspiraciones territoriales de forma pacífica porque eso les permitirá extraer los recursos en paz y sin interferencias. De lo contrario, dejarían de ser rentables”, indicó al diario La Vanguardia el politólogo Jon Rahbek-Clemmensen, de la Universidad del Sur de Dinamarca. Sólo Rusia tiene todas las cartas para ser decisiva en el futuro del Ártico: la territorialidad, la geografía, una flota científica y la capacidad militar y los deseos de hacerla valer de forma preventiva. La flota de rompehielos rusos –seis de ellos nucleares, la mayor del mundo– y sus petroleros dominan la ruta de navegación creada a raíz del deshielo del Ártico.

Este verano, el buque Christophe de Margerie, un metanero de trescientos metros de eslora fletado por la compañía francesa Total pero operado por el grupo marítimo ruso Sovcomflot, navegó sin necesidad de buques auxiliares la ruta ártica entre Extremo Oriente y Europa con un ahorro de 15 días respecto a la ruta clásica que atraviesa el canal de Suez. Transportaba gas para Total, pero también para dos compañías chinas y una rusa. Hay quince puertos o bases militares en Rusia a lo largo del trayecto, la mayoría en Siberia, lo que proyecta una ruta marítima estacional llamada a crecer en volumen durante los próximos años.La dominación efectiva del Ártico durante la guerra fría y el sentimiento imperial de Moscú, la capital del último imperio geográfico que va de los Urales al Pacífico, han sido un motivo de orgullo para la psique rusa, y eso lo sabe y lo aprovecha el Kremlin. El restablecimiento en curso de Rusia como potencia exige mantener una hegemonía en el Ártico que forma parte del orgullo colectivo. Nadie podrá negociar nuevas fronteras o una distribución de las energías por explotar como si el Ártico fuese una tierra virgen. Es de todos los vecinos, pero especialmente de uno: la Federación Rusa.


http://www.magazinedigital.com/historias/reportajes/artico-sera-ruso-o-no-sera

jueves, 2 de noviembre de 2017

B2, C1: Noticias.

Halloween mortal en Nueva York.
Un (1) “terrorista” dejó el martes 8 muertos y una decena de (2) a orillas del río Hudson, en un carril para biciletas en la intersección de las calles West y Chambers en el Bajo Manhattan.
Una camioneta blanca alquilada se (4) contra los viandantes de manera indiscriminada. Después, el conductor (4) del vehículo fingiendo tener un arma y dando (5) en árabe. La policía lo neutralizó de varios (6) no mortales y lo capturó con vida. Las autoridades no confirman la identidad del atacante, (7) la prensa estadounidense habla de un ciudadano uzbeko de (8) años que emigró a Estados Unidos en 2010.
Donald Trump ha anunciado en un tuit que (9) a los organismos de seguridad (10) los protocolos de verificación para entrar en Estados Unidos para evitar que miembros del Dáesh se infiltren “después de (11) en oriente Medio”, ha dicho.
El alcalde de Nueva York habla de “ataque (12)” “Se trata de un atentado terrorista y cobarde, (13) objetivo eran personas inocentes, gente que no podía imaginar lo que les (14) a ocurrir”
El terrorismo (15) a golpear Nueva York, a escasamente dos manzanas de donde se levantaban las Torres (16). A estas horas, los investigadores no ven indicios de que el atacante (17) cómplices o (18) parte de un comando.

http://es.euronews.com/2017/11/01/la-policia-de-nueva-york-investiga-un-supuesto-tiroteo-en-manhattan-hay-un

jueves, 26 de octubre de 2017

B2, C1: Para escuchar y completar. Más Cataluña

Los daños colaterales de la crisis catalana

La cultura y el ocio se (1) a causa de la crisis catalana. Desde el (2) de Hoteles de Barcelona explican que, junto al (3) independentista, el atentado del (4) de agosto y los problemas en el aeropuerto del Prat han provocado una (5) de entre ocho y diez puntos en la ocupación hotelera, que ha pasado de (6) del 90% en octubre de 2016 al 80% actual.
En (7) al transporte marítimo, este mismo mes tres cruceros que (8) a atracar en la capital catalana fueron desviados a Valencia, y Costa Cruceros (9) de advertir a sus pasajeros de “disturbios civiles” en Barcelona y les ha (10) que eviten las fotografías a manifestantes y policías.
Por su (11), Sociedad Civil Catalana, favorable a la unidad española, indica un (11) del 40% en las ventas alrededor de la Plaza de Cataluña. El Liceo, uno de los centros culturales más representativos de Barcelona, ha perdido 400.000 euros por la venta de (12) entre septiembre y octubre, lo que supone una caída del treinta por ciento con (13) al mismo periodo del año anterior.

http://es.euronews.com/2017/10/25/los-danos-colaterales-de-la-crisis-catalana

B2, C1: Para leer y debatir. En Francoland por Antonio Muñoz Molina.

B2, C1: Para escuchar y debatir. Cuando ya no esté: los Polos.

B2, C1: Para escuchar y debatir. Cuando ya no esté: Geoestrategia

Entrevista con el General de Brigada de Artillería Miguel Ángel Ballesteros, Director General del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).

1. https://www.youtube.com/watch?v=AQZDgnhbagQ&list=PLSXGfg6XHVB4O1unWMJIyfL2FTgC0maOo&index=2

2. https://www.youtube.com/watch?v=ivLLbytJ2AE&list=PLSXGfg6XHVB4O1unWMJIyfL2FTgC0maOo

B2, C1: La era detox. Por Ignacio Ramonet.

B2, C1: Para leer y debatir. La posverdad de la turismofobia. Martín Caparrós.

B2, C1: Para leer y debatir. Xi Jinping

miércoles, 20 de septiembre de 2017

B1, B2, C1: Para leer y debatir. El hombre que salvó al mundo.

Stanislav Petrov, el hombre que sí salvó al mundo

Por Martín Caparrós

Dicen que el mundo nunca ESTAR tan cerca de desaparecer como aquel día. Aquel día el presidente Reagan ARENGAR contra los comunistas en la ONU, Francia SEGUIR vetando la entrada de España en Europa, los dictadores argentinos se AUTOAMNISTIAR y Simon & Garfunkel DESPEDIRSE para siempre. Aquel día un centro comercial ESTAR  por inaugurarse en Madrid y TEMERSE  ataques terroristas; la nueva ley de educación socialista, que AMINORAR la religión en los colegios, SER atacada por obispos y populares coaligados.
Aquel día, 26 de septiembre de 1983, Stanislav Petrov TENER 44 y SER  un teniente coronel del ejército soviético a cargo del Centro de Detección de Ataques Nucleares de la URSS. Desde ese búnker OPERAR la inmensa red de radares, satélites, técnicos, analistas que INTENTAR proteger su territorio de los misiles atómicos norteamericanos. Aquella medianoche en el centro DISPARARSE una alarma: los ordenadores DETECTAR uno que VOLAR hacia Rusia a 24.000 kilómetros por hora. Petrov PEDIR que se lo CONFIRMAR ; los ordenadores INSISTIR , pero los satélites de observación no lo VER. Petrov CREER—eran otros tiempos— que las máquinas y sus algoritmos PODER equivocarse. DECIDIResperar; en los cinco minutos siguientes SALTAR cuatro alarmas más. Uno solo de esos misiles TENER —tiene— el doble de poder explosivo que todas las bombas de la Segunda Guerra.
Debe ser tan extraño pensar que uno tiene el destino del mundo en sus manos. Si Petrov SEGUIR el protocolo y ALERTAR a sus superiores, en minutos cientos de misiles rusos volarían hacia territorio americano. En una hora la guerra nuclear habría matado a docenas de millones; Petrov ESPERAR. Los ordenadores RATIFICAR , pero no HABER confirmación visual. Debe ser tan extraño saber que si uno toma la decisión equivocada lo pagará la humanidad.
Stanislav Petrov NACER en Vladivostok en 1939; no le GUSTAR ser soldado, pero le había resultado fácil. Salvo ahora: no le quedaba margen para dudas. DECIDIR que la alarma DEBER ser un error: no SER razonable que los americanos mandaran sólo cinco misiles —y no, como todos PREVER, cientos. Minutos más tarde el radar CONFIRMAR que no HABER ataque.
Petrov ACABAR  de salvar al mundo, y el mundo no lo SABER y todo SEGUIRcomo si nada. Los militares rusos lo CALLAR: su sistema de defensa FALLAR demasiado como para andar contándolo, así que sólo nos ENTERAR 20 años después. Y, por alguna razón, enterarnos de estas cosas no nos hace preguntarnos qué otras ignoramos: qué pasa hoy que sabremos, si acaso, algún día.
Stanislav Petrov no DURAR mucho más en el ejército. Su esposa MORIRSE y él PEDIR el retiro: ahora es un viejo colérico, fumador, aburrido, encerrado en un pisito de los alrededores de Moscú, un poco harto de que sólo le quieran hablar de aquel cuarto de hora, que no parece tener mucho de qué hablar fuera de aquel cuarto de hora, cuando su gran acierto fue no hacer: cuando decidió que la inacción era la mejor acción posible. Fue un azar que él estuviera a cargo; quizás otro hubiera seguido al pie de la letra el protocolo, quizás el mundo ya no existiría. Su vida es ese cuarto de hora, pero ese cuarto de hora salvó al mundo: pocas vidas —tan llenas, tan vacías— definieron tanto.
Las bombas siguen ahí: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Inglaterra, India, Pakistán y Corea del Norte tienen miles, tan capaces de romperlo todo. Pero, por alguna razón, ya no parece preocuparnos. Aunque estamos, como siempre, en manos de un azar desconocido. Y de uno conocido, un tal Donald Trump, que ahora amenaza con lanzar “fuego y furia como el mundo nunca vio”, y puede hacerlo.


lunes, 26 de junio de 2017

Para leer y debatir. Entrevista a Mary Beard sobre la Antigua Roma.

Para leer y debatir. El fin del trabajo.

A la mierda el trabajo

Por James Livignston


Para leer y debatir. Guillem Martínez sobre los tatuajes

Sobre los nómadas y los sedentarios

Por Guillem Martínez

El último grupo de aborígenes australianos sin contacto con el hombre blanco fue visto en 1932. Eran menos de diez personas. Hombres, mujeres, niños. En esta ocasión, el Estado quiso actuar con tacto, conscientes de que se trataba de una última vez. Los trató con cierta deferencia. Los trasladó a unas instalaciones, en las que les vistieron, les hablaron del Dios único --sin mucha pasión, esta vez-- y les alimentaron. Los aborígenes estuvieron en todo momento dóciles, si bien escaparon a las pocas semanas, de forma imprevisible. Lo hicieron desnudos, y sin llevarse comida u objetos. Es decir, lo hicieron como lo hacían todo.

Se sabe que los aborígenes, en ese sentido, no transportaban muchas cosas. En un clima y en unas condiciones extremas, no llevar peso era básico. Como los bosquimanos, otra cultura extrema, los aborígenes nunca llevaban nada, salvo sus armas. Se sabe que, aun así, practicaban el comercio. ¿Qué comercio puede practicar alguien que no transporta objetos y que rehuye llevar peso adicional? ¿Qué se puede intercambiar que no requiera transporte o ser transportado? ¿Qué objeto, que no pese, que no ocupe, se puede comprar o vender? La respuesta a todas estas preguntas es: pigmentos. Cuando dos grupos de aborígenes se encontraban comerciaban con pigmentos. De hecho, tras la transacción, se llevaban los pigmentos puestos, sobre el cuerpo. Un misionero galés explica que se sabía que un grupo de aborígenes había contactado y comerciado con otro porque llevaban sus cuerpos pintados. No tenían, en fin, otra cosa que sus cuerpos. Básicamente, su vida consistía en transportar sus cuerpos, en ocasiones pintados con pigmentos.


Por la ciudad en ocasiones veo un nuevo tipo de persona. Son, fundamentalmente, chicas. Visten de manera precaria. No tienen muchos ingresos, o no se los gastan en ropa. Pero, en un brazo, en los dos, o en las piernas, llevan tatuajes. Son no menos de unos 8.000 euros en tatuajes. Es decir, un dinero no gastado en objetos, sino en pigmentos. Los objetos son un engorro cuando no se dispone de casa. O cuando no se sabe cuánto tiempo se dispondrá de una. Un sofá, una mesa no son nada si no se dispone de la capacidad de desgastarlos. De estabilidad. De futuro. Esos brazos y piernas, en fin, orientan en la dirección de que muchos de nosotros no tenemos nada más que nuestros cuerpos. Y que, básicamente, y hagamos lo que hagamos, nuestra vida vuelve a consistir en transportar nuestros cuerpos, en ocasiones pintados con pigmentos.

Para leer y debatir: Juan José Millás sobre "Volver" de Almodóvar

Historias de apàrecidos

Por Juan José Millás

Raimunda Almodóvar, tía carnal de Pedro Almodóvar, ha asistido a lo largo de sus 80 años de vida a multitud de velatorios y ha ayudado a realizar el tránsito a más de un agonizante. No le importa contarme historias de difuntos a condición de que cambie los nombres de sus protagonistas, para evitar malentendidos con la gente de su pueblo. Encadena un relato con otro y reconstruye a velocidad de vértigo los árboles genealógicos de quienes nombra. A veces resulta imposible seguirla, pero su discurso posee propiedades hipnotizantes incluso cuando no sabes de qué o de quién habla.

"Mi madre", dice ahora, después de haber contado una complicada historia de maquis, "imploró al siervo de Dios, san Antonio, que sus hijos volvieran sanos y salvos. A cambio, ella ofreció vestir de marrón durante toda su vida y ser enterrada con el hábito de san Antonio. Y ese mismo día se buscaron las telas. Vistió de marrón hasta morir, y guardó la mortaja en un cajón, dentro de la cómoda, hasta que le llegó la hora. Yo tenía una prima, Ramona [nombre supuesto], novia de un tal Juan [nombre supuesto]. La madre de Juan murió con una promesa incumplida, la de una misa por las almas del purgatorio. La muerta se le apareció a mi prima. Estaba sacando agua del pozo y la vio sentada en el brocal. Las apariciones se sucedieron a partir de aquel día en distintos lugares. Consultó con los sacerdotes y le aconsejaron que le preguntara quién era, de dónde venía y qué quería. Así lo hizo, y entonces la aparición mostró su cara y dijo que quería una misa. Se hizo la misa y no volvió más. Yo estas cosas no me las creo, pero así sucedieron. A mí no me gusta hablar de fantasmas, sino de visiones. Hace 64 años había en Calzada una niña huérfana, Rafaela [nombre supuesto], a la que criaron los abuelos. Esta niña oía ruidos y veía una sombra. Los vecinos le dijeron que se enfrentara a ella y le preguntara lo mismo: quién era y qué quería. Así lo hizo, y la sombra, que resultó ser su madre, le dijo: 'Quiero que gastes el hábito de santa Rita, porque es una promesa que yo no cumplí' [por gastar hábito se entiende llevarlo hasta que se cae a pedazos]. El hábito de santa Rita es negro, con una correa negra y el escudo de la santa en el lado del corazón. Se lo pusieron siendo niña y no se lo quitaron hasta que se cayó en pedazos. Antes de ponérselo, claro, se bendice el hábito, el cordón y la correa. Todo eso ha sido vivido por mí. Por eso digo a todo el mundo que cumpla sus promesas, para evitar complicaciones a los vivos. Yo no creo que un muerto se pueda aparecer en figura, pero sí en sombra".

Raimunda Almodóvar y yo vamos en la parte de atrás de un automóvil conducido por Diego, hijo de María Jesús, una de las hermanas de Pedro Almodóvar, que ocupa el lugar del copiloto. Nos dirigimos a Calzada de Calatrava para encontrarnos con Antonia, la hermana mayor. A María Jesús no le gusta hablar de la muerte ni de los difuntos, rechazo que atribuye a un suceso de infancia que la dejó marcada para siempre. Cuenta que un día, al volver de la escuela, se asomó a una ventana que daba a la calle y vio un fantasma. Llegó a casa gritando que había visto un fantasma, y aunque en casa intentaron tranquilizarla asegurándole que no, que era un muerto, no hubo manera.

"Este muerto que dice mi sobrina", aclara Raimunda, "era un pastor que tenía carbunclo. Ella dice que le vio de cuerpo entero porque lo recuerda así, pero por la posición que tenía sólo pudo verle medio cuerpo. El caso es que lo trajeron al pueblo con una fiebre muy alta y murió. En Calzada no tenía a nadie, porque no era de aquí. Entonces yo llamé a un vecino para que me ayudara a prepararlo, pero le dio miedo, así que llamé a un muchacho joven y le pusimos una sábana prendida con alfileres sobre su propia ropa, porque no teníamos otra cosa, y quedó muy bien puesto el pobre hombre. Fue la primera mortaja que yo puse".

A la pregunta de cuántas mortajas habrá puesto a lo largo de su vida, responde ambiguamente: "Después de ésa…, ninguna; nada más que a niños, si muere algún niño. Los niños son gloria: les pones su tuniquita blanca y su coronita y quedan muy bien. También hice la mortaja de mi madre. Al pastor que le decía antes lo pusimos en el suelo de una habitación de la casa de su amo, sobre una sábana. Ahora decimos habitación, pero entonces decíamos alcoba. Las alcobas daban siempre a la calle y los pies del muerto se ponían mirando hacia la ventana. Le pusimos unas lamparitas y le cruzamos sus manecitas así hasta que vino su mujer y se lo llevaron a su tierra. Le pagó el entierro el amo. Ése fue el único hombre que yo vestí. A mí me imponían los muertos, pero era decidida. Si en la habitación donde se coloca el cadáver hay un espejo, se tapa o se le da la vuelta para que no se refleje porque no es bueno. Como la ventana de aquella casa era muy bajita, María Jesús se asomó y le quedó un trauma muy grande".

María Jesús es un poco claustrofóbica y ha dispuesto que la incineren, de lo que su madre (Paquita) no quería ni oír hablar. "¿Que te van a quemar como a los malos? Hija, no digas esas cosas". A Raimunda, sin embargo, no le preocupa la incineración.

-Si eso que se quema, el cuerpo, sólo es materia -asegura-. El alma no te la queman. Es la materia. Yo iba con mi abuelo el primero de noviembre al cementerio. Cada uno cogía un farol, la caja de las coronas y todo eso. Y cuando daban las dos se encendían todas las lamparillas y aquello era precioso y muy natural. Por la noche, la gente acudía atraída por el resplandor que salía del cementerio. Las tumbas se cuidan con naturalidad, como se cuida una casa.

-Yo -interviene María Jesús- tengo asociado el olor de la lejía con el de los muertos.

-Cuando murió mi hermano -continúa Raimunda-, a punto de cumplir los 17, yo tenía 14. Mi madre me tuvo dos años de luto riguroso. El primer año sólo podía salir de casa para ir a misa. A los dos años me hicieron un vestido de medio luto.

-Cuando a mi madre -dice María Jesús- la llevábamos con 80 años a El Corte Inglés para comprarle ropa, siempre decía que de negro no porque se había pasado media vida de negro.

-La gente -dice Raimunda- iba a los velatorios a cumplir. Se decía así, "vamos a cumplir". Los hombres se ponían en la cocina, que era muy grande, y las mujeres, en la habitación del muerto, con los dolientes. Pero por la noche, cuando se marchaban los que habían ido a cumplir, los amigos jóvenes de la familia empezaban a contar chismes o a hacer bromas con alguien que se había quedado dormido y que soñaba en voz alta. Se empezaba así y se terminaba a carcajadas. Estábamos un día en un velatorio, empezaron los jóvenes a hablar y saltó mi tía Justina [nombre supuesto]: "Tres dedos más arriba o tres dedos más abajo, siempre estáis hablando de lo mismo". Pero es que ella era la peor, porque contaba más chismes que nadie. El caso es que el velatorio acababa en juerga. Si el muerto había sido por la mañana, en ese momento se empezaban a matar las gallinas del corral para preparar el caldo. Al mediodía, ya está el cocido preparado con la gallina entera y su jamón. ¿Que moría durante la noche? Pues se ofrecía infusiones de tila y al día siguiente chocolate con churros. Alrededor del muerto siempre había mucha actividad, nunca te dejaban sola. Una amiga mía, no diré su nombre, se quedó dormida durante el velatorio y empezó a decir en sueños: "Que te estés quieto, que no tengo ganas, que ahora no". Si no la despiertan, lo cuenta todo. Muchas veces, los chistes empezaban así, porque alguien se dormía. Mi abuela era una mujer muy recta, pero cuando murió el abuelo, en su velatorio, estaba la pobre así, medio dormida, y empezó la tía Justina con sus cosas. Entonces, la abuela abrió los ojos y dijo: "Ay, hijas mías, tan rápido es el reír como el llorar, así que reíd lo que queráis". Yo no he visto mayores jolgorios que en los velatorios.

Mientras conversamos, el automóvil atraviesa un paisaje helado, yerto, en el que las extremidades de las vides rasgan el velo de bruma que cae sobre la tierra a modo de mortaja. Parecen brazos que lucharan por desenterrarse. Cruzamos Almagro sin tropezar con un alma, como si fuera un decorado. No advertimos, en este territorio fantasma, frontera alguna entre lo quimérico y lo real. Cerca ya de Calzada de Calatrava -el pueblo de los Almodóvar-, las vides alternan con grupos de olivos cuyos troncos se retuercen como si estuvieran sometidos a un fuego helado. La inmensidad del páramo recuerda a veces las grandes extensiones de algunos paisajes latinoamericanos. La ausencia de límites produce vértigo.

La calle donde se encuentra la casa familiar de los Almodóvar está desierta cuando aparcamos el coche. Afuera nos recibe un golpe de frío intenso y afilado, que atraviesa las sucesivas capas de ropa. Nos apresuramos hacia el interior de la vivienda, un espacio más profundo que ancho donde las habitaciones aparecen dispuestas en torno a dos o tres patios de muros altos. En una de las habitaciones del fondo de la casa, al lado de la cocina, encontramos a Antonia Almodóvar, la hermana mayor, que ha llegado antes que nosotros y ha encendido una gran chimenea donde arden dos gruesos maderos de encina.

Mi interés en hablar con Antonia, y en este escenario, no es otro que el de escuchar de su propia voz el relato de la muerte de su padre, que ilustra a la perfección las relaciones de aquellas gentes con el más allá. Esto fue lo que me contó: "A mi padre le habían dado año y medio de vida, y eso fue lo que duró. Durante ese tiempo lo ingresamos tres veces. A la tercera, el médico le dio el alta, tenía metástasis en la pleura. 'Ya voy arreglado', dijo mi padre cuando le dijeron que no hacía falta que volviera. Él vivía entonces con mi madre en Extremadura. Cuando estaba tan mal, ya en septiembre, porque él sabía que se moría, me llamó el viernes y me dijo: 'Antonia, vente, vente, que me quedan unas horas', todo esto bajo los efectos de la morfina, que le tuvo que pedir a un vecino que marcara el teléfono. Y me dice: 'Vente tú, que mamá está muy cansada y hay que preparar las cosas para el viaje'. Yo llegué allí a la una de la madrugada, y allí estaban, sentaditos los dos en el sillón: se pasaban las horas sentados porque él no podía respirar. Yo le corto las uñas y me pregunta si le voy a afeitar; le afeito y me dice: 'Ya va a ser la última vez que me hagas este servicio'. El sábado me dice que llame a tita Cecilia [su hermana] y le pregunte si está la casa del pueblo preparada. Llamo a mi tía y me dice que tiene la habitación preparada para la boda, como cuando él nació, con todas las cosas de la abuela. Mi padre dijo: 'Pues ha llegado la hora; llama a la ambulancia, porque si me muero antes de llegar os va a costar mucho dinero trasladarme'. Lo hicimos todo con mucho sigilo porque allí le querían mucho, y si se enteran de que sale habrían ido todos a despedirle. Aun así, cuando llegó la ambulancia había gente en la puerta para decirle adiós. Yo me senté a su lado, y mi madre, al lado del conductor. Había aquella noche una tormenta tremenda. Él me decía por dónde íbamos pasando. Ahora estamos aquí, ahora aquí… Llegamos a Calzada a la una de la madrugada y estaba mi tía esperando. Le ayudamos a salir de la ambulancia, a entrar en la casa, y nada más cruza el umbral dijo: 'Al fin, ya estoy en mi casa; perdona, hermana, en tu casa'. 'No, en nuestra casa', dijo ella. Curiosamente, nada más atravesar el umbral se le quitaron los dolores, pese a que sólo llevaba un pinchazo de morfina. Al entrar en la habitación dio un suspiro de alivio. Le pusimos el pijama, lo metimos en la cama y fue un relax total".

"El lunes lo pasó así, tranquilo. A las tres de la tarde le dije a mi madre: 'Voy a llamar a mis hermanos porque se va a morir'. Mi madre decía que no, que estaba tranquilo, que para qué molestarlos. Pedro y Agustín llegaron a las nueve de la noche y él se puso muy contento. Se levantó a hacer pis, volvió a meterse en la cama y dijo: 'Que Dios me mande una hora corta, porque ya he visto a mis hijos, ya me puedo morir en paz'. Yo tenía a mis hijos en Madrid y tenía que irme, y él me dijo que no, que si me iba 'no me verás morir'. Murió en la madrugada del martes, a las dos menos cuarto. A María Jesús no la dejé que pasara; pasé yo, le cogí las manos y le dije: 'Papá, papá, papá'. En la última fase llamaba a su madre y miraba a una esquina de la habitación, como si la viera, y decía: 'Madre, espera que ya voy'. Luego me decía a mí: 'Está ahí, esperándome'. Y así dio el último suspiro. Murió en la misma habitación que nació, en la misma cama que nació, totalmente en paz. Mi padre siempre dijo: 'Cuando yo muera no quiero que me toque nadie más que vosotras. Si me tiene que lavar alguien, que vestir alguien, que seáis vosotras'. Entre una prima mía [Remedios] y un tío mío lo levantaron y le pusieron el traje. Yo sólo le pude poner los calcetines porque no podía ponerle otra cosa, era muy corpulento. Lo que no pude fue besarle después de muerto porque cuando era pequeña murió una prima mía y antes de cerrar el ataúd nos dijeron que la besáramos, y yo sentí que ya no era ella, era como el mármol. Y entonces me dije: jamás besaré a un muerto, lo besaré de vivo; porque ese beso no es para él, sino para la muerte. Yo no asumí la muerte de mi padre, cogí una depresión, era muy joven, tenía los niños pequeños. Pedro me llamaba para darme ánimos. Me daba igual morirme o no. Y cuando mi madre, volvió a pasarme igual. Era como si mi padre se hubiera llevado medio corazón y mi madre el otro medio. Mi madre era mi confidente. Si te enseñan de pequeña que la muerte es tan normal como la vida, pues la muerte te parece normal. Mi madre nos llevaba a todos los velatorios; bueno, a mí, a mi hermana no. Cuando mi madre tenía alrededor de 50 años me dijo: 'Vamos a comprar la tela para la mortaja'. Y cuando mi hermana no estaba en casa, yo le probaba el hábito de la mortaja, que era de san Antonio. El cordón y el escudo lo compró mi hermano en la calle Postas. Lo guardamos en una caja, y adonde iba se llevaba su caja con la mortaja. Me decía: 'Si me muero fuera de casa cuida de que todo esté bien y de que vaya con la cabeza cubierta, que soy viuda. Revísame tú de todo porque María Jesús no puede hacerlo. No me pongas ni zapatos ni medias, que así voy más deprisa para allá'. Así que cuando murió en el hospital, yo cogí la caja, se la di a los de la funeraria y les dije cómo debía llevar todo. Cuando llegamos al tanatorio me dice Pedro que no tiene el manto. Se lo habían puesto por aquí debajo. Así que lo dijimos y se lo pusieron bien. Iba como ella quería y tenía una cara de satisfacción muy grande, parecía dormida".

"De los padres, te quedan tantas cosas en la cabeza… Siendo yo moza, mi madre me dijo: 'Mira, hija, si me llega a ocurrir algo, tú y tu hermana tenéis que gastar hábito por una promesa que hice durante la guerra'. Si no se cumplen las promesas, no te vas del todo, te quedas en el entresuelo; así que compré dos hábitos de san Antonio y le dije que desde ese mismo día empezara a gastarlos. Gastó los dos hábitos y cumplió ella misma su promesa. Pedro es el que más se parece a ella. Era muy inteligente, de cualquier cosa se forjaba una historia. Si le pedíamos que nos llevara al cine, nos llevaba a la puerta y reconstruía la historia de la película mirando las fotos de la cartelera".

"¿Y tú", le pregunto, "recuerdas alguna historia de aparecidos?".

"Donde mis abuelos, al subir al entresuelo quedaba un hueco en la escalera, a la derecha. Yo, al subir, siempre veía tres personas en ese hueco: un abuelo sentado con una garrota y otras dos personas. Nunca le dije nada a nadie, pero subía y bajaba corriendo. Eso me pasó de pequeña. Luego pasaron los años, veinte o más, y un día veo a mi abuela con unas fotografías en la mano y le pregunto quiénes son. 'Éste es mi padre', me dijo, y resultó ser el abuelo de la garrota. No pregunté por los otros dos. El padre de mi madre murió con 32 años, en un accidente; mi madre tenía tres años. Después de morir se le aparecía a su cuñado cuando trabajaba en el campo. El cuñado venía muy malo a casa. En el pueblo le dijeron que le preguntara qué quería. Le preguntó y le dijo que había ofrecido al patrón del pueblo una misa y no la había podido decir porque su vida había sido muy corta; que la dijera él, y que luego, después de decirla, quería despedirse de él a la puerta del cementerio, cuando fuera de noche. Lo hicieron todo tal como dijo y jamás se volvió a aparecer".

El término Volver, con el que Almodóvar ha titulado su última película, hace guiños hacia dentro y hacia fuera del filme, hacia la realidad y la ficción. De un lado, nos ilustra sobre la peripecia de una de sus protagonistas; de otro, alude a la vuelta de Carmen Maura y Penélope Cruz, con quienes, por distintas razones, llevaba años sin trabajar. Todos vuelven, en fin, incluido Almodóvar, que regresa de un modo feroz a sus raíces. Ahí están los inquietantes escenarios de su infancia; pero ahí está, sobre todo, la muerte, uno de los asuntos cardinales de esa cultura en la que el trato con el más allá, como hemos visto, forma parte de las ocupaciones cotidianas. El director manchego ha conseguido trasladar magistralmente a Volver la naturalidad con la que se produce esa relación en un mundo en el que los límites entre la vigilia y el sueño -quizá entre la vida y la muerte- no están nada claros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de marzo de 2006

Para leer y debatir: García Márquez sobre Bill Clinton

La fatiga del metal

Por Gabriel García Márquez

Lo primero que llama la atención de William Jefferson Clinton es su estatura: un metro con ochenta y siete centímetros. Lo segundo es un poder de seducción que infunde desde el primer saludo una confianza de viejo conocido. Lo tercero es el fulgor de su inteligencia, que permite hablarle de cualquier asunto, por espinoso que sea, siempre que se le sepa plantear. Sin embargo, alguien que no lo quiere me previno: "Lo peligroso de esas virtudes es que Clinton las usa para que crean que nada le interesa tanto como lo que uno le dice" En primera persona

Lo conocí en una cena que el escritor William Styron ofreció en su casa veraniega de Marta's Vineyard en agosto de 1995. Clinton había dicho en la primera campaña presidencial que su libro favorito era Cien años de soledad. Yo dije y se publicó en su momento que aquella frase me parecía una simple carnada para el electorado latino. Él no lo pasó por alto: lo primero que me dijo después de saludarme en Marta's Vineyard fue que su declaración había sido sincera.


Carlos Fuentes y yo tenemos razones para pensar que aquella noche vivimos un buen capítulo de nuestras memorias. Clinton nos desarmó desde el principio con el interés, el respeto y el sentido del humor con que trató cada una de nuestras palabras como si fueran oro en polvo. Su talante correspondía a su aspecto. Tenía el cabello cortado como un cepillo, la piel curtida y la salud casi insolente de un marinero en tierra, y llevaba una sudadera pueril con un crucigrama estampado en el pecho. Era, a sus cuarenta y nueve años, un sobreviviente glorioso de la generación del 68, que había fumado marihuana, cantaba de memoria a los Beatles y protestaba en las calles contra la guerra de Vietnam.

La cena empezó a las ocho y terminó a la media noche, con unos catorce invitados a la mesa, pero la conversación se redujo poco a poco a una suerte de torneo literario entre el presidente y los tres escritores. El primer tema fue la inminente reunión de la Cumbre de las Américas. Clinton quería que fuera en Miami, como lo fue en realidad. Carlos Fuentes pensaba que Nueva Orleans o Los Angeles tenían más créditos históricos, y él y yo los defendimos a fondo, hasta que se vio claro que el presidente no cambiaría de idea porque contaba con Miami para la reelección. "Olvídese de los votos, señor presidente", le dijo Carlos Fuentes. "Pierda la Florida y gánese la historia".

La frase marcó el tono. Cuando hablamos del narcotráfico el presidente oyó mi opinión con oídos benévolos: "Los treinta millones de drogadictos de los Estados Unidos demuestran que las mafias norteamericanas son muchos más poderosas que las de Colombia y mucho más corruptas sus autoridades". Cuando le hablé de las relaciones con Cuba pareció aún más receptivo: "Si Fidel y usted pudieran sentarse a discutir cara a cara no quedaría ningún problema pendiente". Cuando hicimos un repaso espectral de América Latina supimos que su interés era mucho mayor de lo que suponíamos pero le faltaban datos esenciales. Cuando la charla amenazó con volverse demasiado formal le preguntamos por su película favorita y contestó que era High Noon (Solo ante el peligro), de Fred Zinnemann, a quien había condecorado días antes en Londres. Cuando le preguntamos qué estaba leyendo lanzó un suspiro de alivio y mencionó un libro sobre las guerras económicas del futuro, cuyo título y autor no reconocí. "Mejor lea el Quijote", le dije. "Ahi está todo".

La verdad es que ese libro único no se lee tanto como se dice, pero muy pocos admiten que no lo han leído. Clinton demostró con dos o tres frases que lo conocía muy bien. Entusiasmado, nos preguntó por nuestros libros preferidos. Styron le contestó que el suyo era Huckleberry Finn de Mark Twain. Yo hubiera escogido Edipo rey de Sófocles, que es mi libro de cabecera desde los veinte años, pero preferí El Conde de Montecristo, sólo por razones técnicas que me costó mucho explicar. Clinton dijo que el suyo eran las Meditaciones de Marco Aurelio, y Carlos Fuentes no vaciló por Absalón Absalón, sin duda alguna la novela estelar de William Faulkner, aunque otros preferimos Luz de agosto por gustos personales. Clinton, como homenaje a Faulkner, se puso entonces de pie y con largas zancadas alrededor de la mesa recitó de memoria el monólogo de Benji, que son las páginas más asombrosas pero también las más herméticas de El sonido y la furia. Faulkner nos llevó a preguntarnos una vez más sobre las afinidades entre los escritores del Caribe y la pléyade de grandes novelistas del sur de los Estados Unidos. Nos parecieron más que lógicas, si tomábamos en cuenta que el Caribe no es en realidad un área geográfica, circunscrita al mar, sino un espacio histórico y cultural mucho más vasto, que abarca desde el norte del Brasil hasta la cuenca del Misisipí. Mark Twain, William Faulkner, John Steinbeck, y tantos otros, serían entonces tan caribes por derecho propio como Jorge Amado y Derek Walcott. Clinton -nacido y formado en la sureña Arkansas- celebró la ocurrencia y proclamó con alegría su propia filiación caribe. Entonces iban a ser las doce de la noche, y tuvo que interrumpir la charla para contestar una llamada urgente de Gerry Adams, a quien autorizó desde aquel momento para recaudar fondos y hacer campaña en los Estados Unidos a favor de la paz en Irlanda del Norte. Éste debió de ser el final histórico para una noche inolvidable, pero Carlos Fuentes lo llevó más lejos cuando le preguntó al presidente a quiénes consideraba sus enemigos. La respuesta fue inmediata y brutal: "Mi único enemigo es el fundamentalismo religioso de derecha".

Dicho esto concluyó la cena. Las otras veces que lo vi, en privado o en público, me dejó la misma impresión que la primera: Bill Clinton era todo lo contrario de la idea que los latinoamericanos tenemos sobre los presidentes de los Estados Unidos.

Ahora bien: ¿sería justo que este raro ejemplar de la especie humana tuviera que malversar su destino histórico sólo porque no encontró un rincón seguro donde hacer el amor?

Pues ése es el caso: el hombre con más poder sobre la tierra no ha logrado consumar sus ardores secretos por el estorbo invisible de un servicio de seguridad que sirve mejor para impedir que para proteger. No hay cortinas en las ventanas de la Oficina Oval ni un cerrojo de caridad en el baño reservado a las obras mayores del presidente. El florero que se ve a sus espaldas en las fotografías de su escritorio ha sido denunciado por la prensa como un escondite de micrófonos para consagrar en documentos de estado los misterios de las audiencias. Más triste, sin embargo, es que el presidente sólo quiso hacer algo que el común de los hombres han hecho a escondidas de sus mujeres desde el principio del mundo, y la estolidez puritana no sólo impidió que lo hiciera sino que le negó hasta el derecho de negarlo.

La literatura de ficción la inventó Jonás cuando convenció a su mujer de que había vuelto a casa con tres días de retraso porque se lo había tragado una ballena. Amparado en esa argucia atávica, Clinton negó ante la justicia que hubiera tenido alguna relación sexual con Mónica Lewinsky, y lo negó con la cabeza en alto, como todo infiel que se respete. A fin de cuentas, su drama personal es un asunto doméstico entre él y Hillary, y ésta lo ha respaldado ante el mundo con una dignidad homérica.

Perfecto: una cosa es mentir para engañar y otra bien distinta es ocultar verdades para preservar esa instancia mítica del ser humano que es su vida privada. Con todo derecho: nadie está obligado a declarar contra sí mismo. De haber persistido en la negativa inicial, a Clinton lo habrían procesado de todos modos -pues de eso se trataba- pero es mucho más digno ser perjuro en defensa del fuero interno que ser absuelto contra el amor. Por desgracia, con la misma determinación con que negó la culpa la admitió más tarde, y siguió admitiéndola por todos los medios impresos, visuales y hablados hasta la humillación. Error mortal de un amante inconcluso cuya vida secreta no pasará a la historia por haber hecho mal el amor sino por haberlo vuelto todavía menos eterno de lo que suele ser. Llegó hasta el escarnio de someterse al sexo oral mientras hablaba por teléfono con un senador. Se suplantó a sí mismo con un cigarro frígido. Apeló a toda clase de artificios elusivos para burlar a natura, pero cuanto más lo intentaba más motivos contra él encontraban sus inquisidores, pues el puritanismo es un vicio insaciable que se alimenta de su propia mierda. Ha sido una vasta y siniestra confabulación de fanáticos para la destrucción personal de un adversario político cuya grandeza no podían soportar. Y el método fue la utilización criminal de la justicia por un fiscal fundamentalista llamado Kenneth Starr, cuyos interrogatorios encarnizados y salaces parecían excitarlos hasta el orgasmo.

El Bill Clinton que encontramos hace cuatro meses en la cena de gala que ofreció al presidente Andrés Pastrana en la Casa Blanca, era un hombre distinto. Ya no era el universitario desprejuiciado de Marta's Vineyard, sino un convicto enflaquecido e incierto, que no lograba disimular con una sonrisa profesional el mismo cansancio orgánico que destruye a los aviones: la fatiga del metal.

Días antes, en una cena de periodistas con la señora Katherine Graham, la dama de oro del Washington Post, alguien había dicho que a juzgar por el juicio de Clinton los Estados Unidos seguían siendo el país de Nathaniel Hawthorne. Aquella noche en la Casa Blanca lo entendí en carne viva. Se referían al gran novelista norteamericano del siglo anterior, que denunció en su obra los horrores del fundamentalismo en la Nueva Inglaterra, donde quemaron vivas a las brujas de Salem. Su novela capital, La letra escarlata, es el drama de Hester Pryme, una joven casada que tuvo un hijo secreto de un hombre que no era el suyo. Un Kenneth Starr de la época le impuso el castigo de llevar de por vida una camisa de penitente con la letra A del código puritano con el color y el olor de la sangre. Un agente del orden la seguía a todas partes con un tambor batiente para que los transeúntes se apartaran a su paso. El desenlace, por cierto, podría quitarle el sueño al fiscal Starr, pues el padre clandestino de la hija de Hester resultó ser el ministro del culto que la martirizó hasta la muerte.

La técnica y la moral del procedimiento fueron en esencia las mismas. Cuando los enemigos de Clinton no encontraron méritos para juzgarlo por lo que querían, lo acosaron con interrogatorios minados hasta que lo pillaron por aquí y por allá en trampas secundarias. Entonces lo forzaron a acusarse en público a sí mismo, y a arrepentirse incluso de lo que no había hecho, en vivo y en directo, a través de una tecnología de la información universal que no es más que la versión trimilenaria de los tambores persecutorios de Hester Prynne. Por las preguntas del fiscal, capciosas y concupiscentes, hasta los niños de pecho se enteraron de las mentiras que sus padres les contaban para que no supieran cómo los habían hecho. Vencido por la fatiga del metal, Clinton llegó hasta la locura imperdonable de castigar a sangre y fuego a un enemigo inventado a cinco mil trescientas noventa y siete millas náuticas de la Casa Blanca, sólo para desviar la atención de su desgracia personal. Tony Morrison, Premio Nobel de Literatura y gran escritora de este siglo agonizante, lo resumió con una plumada genial: "Lo trataron como a un presidente negro".

© G.G.M.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de enero de 1999

Para leer y debatir: Estado Islámico.


Vivir en la capital del ISIS y vivir para contarlo

Por Rafael Poch
La Vanguardia

Un día de abril del 2015, Sophie Kasiki, francesa de 33 años, nacida en Kinshasa (República Democrática del Congo), residente en París desde los ocho años y madre de un niño de cuatro, ingresó en una cárcel francesa. Acababa de huir clandestinamente de la ciudad siria de Raqa, capital del Estado Islámico. Había entrado en aquella pesadilla en febrero, dos meses antes: por voluntad propia y llevando de la mano a su hijo. ¿Ingenuidad? ¿Estupidez? ¿Fanatismo?

Su huida de una residencia-prisión para mujeres en aquella ciudad, aprovechando la distracción de las guardianas, había sido como un milagro. Una operación organizada desde París en 24 horas por su marido, gracias a contactos con la red del Ejército Sirio de Liberación en aquella ciudad que la llevaron a la frontera turca en una peligrosa carrera cronometrada. Organización conspirativa, pero también azar: la fuga, que costó a su marido y sus amigos 30.000 dólares, no habría sido posible sin la solidaridad de una anónima familia siria que la acogió en su casa en Raqa durante 24 horas críticas, jugándose el pellejo. Para Sophie, el riesgo era mortal: “Si me hubieran cogido, me habrían lapidado, y a mi hijo lo habrían metido en una escuela coránica”, dice. Y pocas horas después de vivir esta meteórica fuga, Sophie era encarcelada en Francia. “Los servicios secretos me esperaban en la misma puerta de llegada del avión”. Un funcionario de prisiones le dijo: “Escriba para desahogarse”.

En aquellos dos meses de prisión francesa, Sophie escribió las notas que luego darían forma a su libro En las tinieblas del Daesh. Confesiones de una arrepentida, publicado en español por Editorial Omega. El libro lleva por subtítulo, Por qué me uní al Estado Islámico. Cómo conseguí huir. Está bien escrito, tiene todos los ingredientes de una trama típica de Hollywood con un final feliz incluido.

Encuentro a Sophie –que no se llama Sophie, ni se deja fotografiar más que de espaldas, ni acepta citas improvisadas, en un café de la ciudad– en el quinto piso de un inmueble de la plaza de Italia que alberga media docena de editoriales parisinas.

¿Miedo? Dice que lo lleva bien, pero es una huida del Daesh. Poca broma. No tiene protección. “Al principio temía hasta tomar el autobús, me daban miedo los tipos de aspecto salafista. Ahora, poco a poco, me voy reponiendo”.

Es una mujer alta y bien parecida de ojos brillantes y semblante cálido y afable. Llegó a Francia desde Congo huérfana de padre y madre, a casa de su hermana mayor. Familia católica. Con estudios y profesión, educadora en un centro social del extrarradio parisino, y con la cabeza bien amueblada. No siguió a ningún hombre ni era una fanática religiosa, pero se fue al Daesh. Y con su hijo de cuatro años.

¿Cómo explicar esa locura apenas un mes después de los atentados de Charlie Hebdo? Atravesaba una crisis existencial, un vacío, un mal momento con su marido. Se convirtió al islam sin decírselo a nadie, explica. Un día, tres chavales majos de su centro, con los que mantenía una relación de “hermana mayor”, desaparecen. Se han ido a Siria. Ella se encarga de transmitirles las noticias de sus angustiadas familias, de origen magrebí, senegalés y burkinabés, respectivamente, y sus encarecidos ruegos de que regresen. Ellos no mencionan para nada el Estado Islámico, pintan un cuadro idílico y altruista: ayudar a los demás. “Aquí hay un hospital, podrías trabajar, venir por un mes”, le dicen. Y acepta. Toma el avión a Estambul, allí la esperan y le organizan el cruce de la frontera. A su marido le dice que se va un mes a ayudar como voluntaria en un orfanato turco. Cuando se da cuenta está metida en la ratonera.

“Mi caso no es excepcional. Hemos escuchado tantos años que los que van son delincuentes, gente marginada del extrarradio. No, allí he visto a médicos, cardiólogos, internistas, gente con estudios… Ellos saben cómo captar a unos y a otros; a un médico, a la mujer de un médico con dudas, a uno que quiere ser soldado, que sueña con aventuras o defender causas, son gente inteligente que sabe jugar con las prioridades y las frustraciones de cada persona. No son brutos, es mucho más peligroso que eso: gente inteligente que sabe cómo hacer daño de forma inteligente, tienen una máquina sofisticada que suministra promesas y sueños personalizados a cada uno de ellos”.

¿Qué decir de la mente de los tres chavales majos de barrio a los que hacía de “hermana mayor? “La mayoría son gente que ven a sus madres salir a las cuatro de la mañana de casa para ir a hacer limpiezas, madres que lo soportan todo sin queja. Ver sufrir a sus padres tiene un gran papel. También el hecho de que los musulmanes sean estigmatizados en Francia, oprimidos según ellos. Además, se añaden el desarraigo y la memoria familiar. A mí me ocurre: quiero ser francesa, soy francesa, pero me dicen que soy negra. Hay que explicarles a estos chavales cómo llegaron a ser franceses sobre la miseria y la marginación de sus padres; en lugar de eso en la escuela les hablan de nuestros ancestros, los galos… Cuando quieren ser franceses se les da a entender que no lo son del todo; cuando se van de vacaciones, a Marruecos o a Senegal, les llaman franceses… Hay un desarraigo que yo misma viví: mi abuela me decía que tenía miedo de venir a Europa. Vivió la colonización, eso le marcó, para ella el hombre blanco es la opresión, y esa opresión que la marcó revive generaciones después”.

Sophie llegó a Raqa. Sus jóvenes amigos la instalaron con su hijo en un gran apartamento de sirios acomodados, expulsados, huidos o eliminados. “Todavía había migas de pan en la mesa de la cocina”, dice. No puede salir de casa sin enfundarse en el odioso niqab ni sin ir acompañada de un hombre. En la maternidad a la que acude a trabajar, advierte una brutalidad considerable hacia las mujeres. Todos los nacimientos son por cesárea. Suciedad, deshumanización...

“Raqa es una ciudad siniestra dominada por un ejército de ocupación. Cuando suena la llamada a la oración, una mezcla de estrés y miedo se apodera de la gente. Las tiendas se cierran, las calles quedan desiertas, todos caminan con prisas hacia la mezquita o a encerrarse en su casa para que no te atrape la milicia por impío”.

Los tres chavales majos que en Francia se quejaban de la “opresión” de los musulmanes reproducen en Raqa algo mucho peor: “Esa es la paradoja, dicen que los sirios son sucios, malos musulmanes, que hay que reeducarlos y si no se avienen se les encarcela o se les mata”. La actitud de los combatientes islamistas hacia la población civil “es como la del ejército nazi en Francia durante la ocupación, son como colonizadores”. La del Estado Islámico es una sociedad de castas. “Los combatientes extranjeros tienen derecho a ir armados y son los amos, los sirios locales son despreciados, segunda categoría. Las mujeres no existen”.

Para sus tres amigos “la religión es un pretexto”. “Muchos jóvenes como ellos ni siquiera saben leer el Corán, pero Daesh ofrece cosas que les atraen; ser hombres fuertes, llevar armas, tener casa y todas las mujeres que quieran..., para ellos son ofertas interesantes. Sin los coches, las armas, las mujeres y las casas, estos tipos no vendrían”.


Conforme pasan los días la relación de Sophie con sus chavales se deteriora. La simpatía del barrio de París se torna en hostilidad por el malestar que manifiesta la mujer ante lo que ve y vive. Le acaban perdiendo el respeto, le retiran el móvil –lo revisan para ver si ha enviado mensajes comprometedores a Francia– y la internan en una residencia-prisión para mujeres, cuya responsable, una francesa de origen marroquí, lleva unas esposas y una pistola al cinto. Es un lugar de sospecha y delación en el que por la televisión mujeres y niños ven una y otra vez la escena de un prisionero quemado vivo por Daesh, o cómo el francés Nicolas degüella a un prisionero. Un día, caminando por Raqa, sus tres acompañantes saludan a un tipo con admiración. Es Nicolas, el degollador de la tele.

En la residencia, Sophie disimula todo sentimiento de queja o disconformidad. Allí encuentra a mujeres de países occidentales cuyo único sueño y excitación es casarse con un muyahidín, un combatiente macho que realice su sueño de vivir como una princesa, “sueños para chicas jóvenes que no tienen gran cosa en su vida corriente, una trampa en la que muchas caen”. En diciembre había 220 francesas en esa situación en Siria, según la cuenta de los servicios secretos franceses. Dichos servicios no movieron un dedo por ella cuando su marido acudió a pedirles auxilio.

“Los estados europeos no se preocupaban de la gente que se iba, pensaban que si los mataban allá tanto mejor, un problema menos. Sólo más tarde comprendieron que esos jóvenes regresaban para hacer atentados aquí. Ahora sí que están preocupados”.

Sophie dice haber superado el trauma, confiesa sentir admiración por las guerrilleras kurdas que combaten contra el Estado Islámico. A veces siente odio, pero intenta combatirlo, “porque es muy difícil rehacerte con el odio en el cuerpo”.

Sophie ha rehecho la vida con su marido y espera una hija para mayo. Le gustaría cambiar de barrio y hacer borrón y cuenta nueva, pero continúa vinculada al destino de otras mujeres que como ella cayeron en la trampa, se dieron cuenta, no se integraron en aquel horror y hoy están allá presas. Se siente culpable por haber arrastrado a su hijo a aquello (“lo ha superado estupendamente, la ventaja de la edad”, dice) y también “porque tuve la suerte de huir”. “Me hacen daño las angustias, los miedos y los traumatismos de las mujeres que siguen allá”.


B2, C1: Para leer. José Antonio Millán sobre la lectura.

lunes, 3 de abril de 2017

C1: Deporte. Fútbol.

http://www.bbc.com/mundo/noticias-39446737
http://deportes.elpais.com/deportes/2017/04/02/actualidad/1491150485_663639.html
Conferencia de Eduardo Galeano:
https://www.youtube.com/watch?v=sMV-2uZqIrw
El fútbol a sol y a sombra, por Eduardo Galeano (.pdf)
https://johanosorio69.files.wordpress.com/2012/07/eduardo-galeano-el-fc3batbol-a-sol-y-sombra-y-otros-escritos.pdf

miércoles, 29 de marzo de 2017

C1, B2: Variedades del español. Un juego, un concurso.

C1, B2: Para leer y debatir. Variedades del español.


6 expresiones latinoamericanas que a los españoles nos cuesta entender (y cómo llegué a adoptarlas)

 
Pablo Esparza BBCMundo
 
Me gusta pensar que para aprender español tuve que irme a Londres. El castellano llevaba casi 30 años siendo mi lengua materna. La hablaba y la escribía a diario, pero de una forma limitada, como hacemos todos cuando tomamos nuestro entorno inmediato como única referencia. En Londres, en ese rincón de América Latina en la capital británica que es la redacción de BBC Mundo, me topé de frente con la amplitud y diversidad del español. Y de alguna manera aprendí de nuevo mi lengua, la ensanché a golpe de expresiones "del otro lado del Atlántico", muchas nuevas, curiosas, algunas, directamente ininteligibles para un oriundo de la península Ibérica.
Sabía que el castellano que debía utilizar en el trabajo era el "estándar latinoamericano" porque nuestra audiencia es fundamentalmente de ese origen y porque así lo estipulaba el contrato que firmé. "Algo fácil siempre y cuando se sigan unas reglas sencillas", pensé. Pero, ¿cuáles son esas normas? Las dos más claras consisten en dejarse el pretérito perfecto compuesto en casa y desterrar el vosotros, sustituirlo por el ustedes. Pasar -es solo un ejemplo- del "he llegado a la BBC y os he encontrado a todos vosotros" al "llegué a la BBC y los encontré a todos ustedes".
Para alguien acostumbrado al español europeo, el pretérito perfecto simple abre una distancia mayor que el compuesto entre el presente desde el que se habla y el hecho al que nos referimos. Mientras que el ustedes implica un trato de respeto, frente a la familiaridad del vosotros. No suele ser así en América Latina.
Luego, casi con cada noticia, vinieron otras "adaptaciones idiomáticas" y, poco a poco, los "seísmos" se transformaron en "sismos", el "concienciar" en "concientizar" y el "automóvil", antes que "coche", empezó a ser "auto" o "carro". E incluso fuera de la redacción, sin darme cuenta, me empecé a "demorar" (en lugar de retrasarme) y a "extrañar a la familia" (en vez de echarla de menos). También dejé de discutir -y esto sí, con cierto dolor- sobre qué verbos llevan "de" antes de "que" cuando me di cuenta (de) que no nos íbamos a poner de acuerdo.
Pero, más allá de estos cambios obvios, pronto descubrí que el famoso "estándar latinoamericano" solo existe en el papel -en el caso de BBC Mundo en la pantalla- y en el habla de los periodistas que se dirigen a una audiencia regional. Me explico. En nuestra redacción, como en la propia América Latina, cada persona tiene su propio estándar o jerga, derivado de su lugar de procedencia. Y debajo de ese "español latinoamericano" encuentras un chileno, un argentino, un colombiano, un mexicano… O incluso más de una variante de cada uno de ellos. Lo bueno de esta fragmentación es que las posibilidades de aprendizaje son prácticamente ilimitadas. Ahí llegó una nueva remesa de palabras latinoamericanas -estas de uso no tan general- que después de la extrañeza inicial permearon mi vocabulario.
Empecé a pensar que ciertas situaciones eran "fomes" (aburridas en chileno), me dio "fiaca" (pereza, en argentino) hacer algunas cosas y me pareció normal llamar "man" a quien se cruzara en mi camino. Y los clásicos "pijos" españoles acabaron compartiendo significado con los "fresas mexicanos", los "chetos argentinos" y los "sifrinos venezolanos".
En este contexto, uno acaba hablando raro. Hasta el punto de que cuando regresaba de visita a mi ciudad, algunos amigos me miraban mal porque se me "escapaban" formas y expresiones que no comprendían o que les sonaban extrañas. Para su tranquilidad, nunca perdí la "z" de mi habla. Y cuando me fui de la redacción de BBC Mundo y regresé a España, uno de los bienes más preciados que llevé conmigo fueron esas palabras, dichos y expresiones nuevas aprendidas.
Algunas de ellas, hasta se están extendiendo en mi entorno. Hay muchas más, pero les cuento 5 (más una) de mis favoritas:
-Quilombo: para mí una palabra hermosa, por su significado y por su origen africano relativamente poco común en el castellano, que el español de España debería incorporar a su uso cotidiano lo antes posible. "Quilombo" deriva de las lenguas que hablaban los esclavos llevados por los españoles desde África a América. En portugués de Brasil se refiere al lugar donde se escondían los esclavos huidos. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española cita en primer lugar su acepción como prostíbulo. Yo la aprendí como sinónimo de escándalo, lío, desorden, barullo o algarabía, otra palabra hermosa.
-Al tiro: para hacer algo "in-me-dia-ta-men-te" o "en-un-san-tia-mén" no hace falta perder el tiempo pronunciando tantas sílabas. "Al tiro" es concisa, directa y no deja dudas de que hay prisa y de que alguna relación tienes con Chile. Si la pronuncias en España lo más seguro es que te entiendan al verte con cara urgencia, pero si quieres evitar malentendidos y asociaciones con armas de fuego, mejor recurrir a los clásicos "en un periquete", "en menos que canta un gallo" o "en un pis pas". O a expresiones más castizas como "cagando leches" y similares.
-Jurgo: esta palabra la aprendí de una inglesa que habla español como una colombiana. Denota abundancia, gran cantidad de algo: "un jurgo de gente". Y se podría "traducir" como "montón", "mucho", "gran cantidad" y "un huevo" de expresiones más.
-Qué tan…: en España, las palabras "que" y "tan" rara vez van juntas, y menos para expresar el significado con que se usan en América Latina. Si ustedes preguntan en España "qué tan lejos está una ciudad", lo más seguro es que les entiendan, pero que les miren extrañados. Su interlocutor estará seguramente más acostumbrado a que le digan "lo lejos que está esa ciudad" o le pregunten "cuán lejos está" o "a qué distancia". Sin embargo, el "qué tan", que tan mal nos suena en un principio, es a mi juicio una de las expresiones más fácilmente adoptables.
-Tener cola de paja: me atrevo a decir que este dicho dejaría perplejos a muchos españoles que no tengan un conocimiento del habla latinoamericana. Se usa cuando alguien sabe que ha obrado mal, tiene mala conciencia y trata de evitar una situación incómoda que lo descubra ante los demás. Me gusta por su precisión al definir un sentimiento y porque es gráfica al tiempo que sutil. Gráfica porque si uno tiene cola de paja y se acerca al fuego corre el riesgo de que se le prenda. Sutil porque no hace falta mencionar el fuego en la expresión para entenderlo…
-Vaina: si el español se tuviera que reducir a una sola palabra sería esta. "Vaina" tiene la virtud -y el gran defecto- de hacer el resto del idioma superfluo y prescindible. Con solo este sustantivo y el verbo adecuado se puede expresar todo: "dame esa vaina", "haz esta vaina", "ando en una vaina"… En cambio, en España, casi siempre, una vaina es una funda o, en algunas regiones, una judía verde. Para otras vainas usamos palabras más aburridas, como "cosa" o, simplemente, "algo".
-Buena onda: ya sé que dije 5 expresiones. Pero esta va de regalo. Este modismo se entiende en España, pero pocos lo usan y, quienes lo hacen, dejan entrever que alguna relación tienen o tuvieron con América Latina. ¿Y qué mejor forma de acabar con "buen rollo"?
http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37025329

C1: Seguir, quedar, parar.


C1: Seguir

Veamos si reunimos unos cuantos usos, construcciones y expresiones con "seguir". Aquí va una primera aproximación

  1. La escolta seguía al coche del presidente.
  2. Los perros seguían al jabalí.
  3. Sigue tu propio criterio.
  4. Quiere seguir la carrera de abogado.
  5. Sigue enfermo.
  6. Seguí mi camino.
  7. No le sigas la corriente.
  8. El procedimiento sigue su curso.
  9. En clase todos deberían seguir el ejemplo / los pasos de los alumnos más aplicados.
  10. La policía está siguiendo la pista búlgara.
  11. Pese a las trabas administrativas, sigo adelante. No conseguirán pararme.
  12. Son muchos los problemas que afectan a España: el paro, la crisis, la inseguridad, las tensiones territoriales, y suma y sigue…

 

C1: Quedar

Veamos si reunimos unos cuantos usos, construcciones y expresiones con "quedar". Aquí va una primera aproximación

 

  1. El viaje quedó en proyecto.
  2. Ha quedado en ridículo.
  3. Queda acordado que se celebrarán reuniones mensuales de toda la plantilla.
  4. Quedé como un señor.
  5. Todo quedó en una bronca sin mayores consecuencias.
  6. El barrio de Prati queda cerca del Vaticano.
  7. No nos queda más remedio que dimitir.
  8. Todavía queda por convencer el padre.
  9. No queda azúcar.
  10. Dices que quieres ir de vacaciones a una isla mediterránea pero también a Rusia. ¿En qué quedamos?
  11. Por no quedar mal, me comí un plato que sabía a rayos.
  12. Pensaba que la falsa moral había quedado atrás.
  13. ¡Qué bien te queda ese color!

 

C1: Parar

Veamos si reunimos unos cuantos usos, construcciones y expresiones con "parar". Aquí va una primera aproximación.

 

  1. Ha parado el viento.
  2. Este me gusta más que el otro. ¡Dónde va a parar!
  3. Está todo el día trabajando. No para un segundo.
  4. No pararé hasta que me digas dónde está.
  5. Hace todo sin pararse a pensar.