lunes, 25 de enero de 2021

C1: Ciencia. Agujeros negros


¿Qué es un agujero negro? ¿Cómo se forma? ¿Qué tipos existen? ¿Qué es la singularidad? ¿Y el horizonte de eventos?

lunes, 18 de enero de 2021

B2: Lugares con encanto. Un vaciado.


Baños de la Encina (Jaén) 
Este pueblo jienense (1) conocido sobre todo por su castillo, la fortaleza califal ordenada levantar por al-Hakam. Declarado (2) histórico artístico, es también una de las paradas de la Ruta de los Castillos y las Batallas, un (3)  por la provincia de Jaén y lugares como Bailén, Alcaudete o Arjona. 
2Agulo (La Gomera) 
Asentado (5) un rocoso anfiteatro, este  (6) pueblo de La Gomera abierto  (7) océano y con vistas  (8) pico del Teide conserva sus calles empedradas (9) casas señoriales de principios del siglo XX y fachadas  (9) vistoso colorido. El mirador de Abrante y el centro de visitantes son dos de los emblemas de la localidad del célebre pintor y muralista José Aguiar (1895-1976), nacido en Cuba. 
3Beget (Girona) 
Beget, en la Alta Garrotxa, se esconde (10) fondo de la Vall de Camprodon, un  (11) valle que sirvió durante siglos de refugio a los prófugos de la justicia y de paso fronterizo para los republicanos tras la Guerra Civil. La iglesia románica y las casas de piedra con balcones de madera se encuentran perfectamente conservadas, y la quietud del lugar únicamente se  (13) alterada por el murmullo de los dos riachuelos. 
4Bulnes (Asturias) 
(14) 30 vecinos viven en Bulnes, un pequeño pueblo del concejo asturiano de Cabrales con casas de piedra caliza y teja roja. (15)  la construcción en 2001 del funicular subterráneo que une la aldea  (159 el vecino pueblo de Poncebos, la única forma de llegar a Bulnes era a  (16),  (17) el estrecho y empinado sendero que recorre la Canal del Texu (tejo en castellano). Dominando el paisaje, el Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, la mítica cima de los Picos de Europa
5Garachico (Tenerife) 
Las piscinas de El Caletón (en la imagen) se adaptan a las formas que dejó la lava solidificada (19)la erupción del volcán de Trevejo (conocido también como Arenas Negras), que arrasó el puerto de Garachico en 1706. De su precioso casco histórico, datado en los siglos XVI y XVII,  (20) el palacio de los condes de la Gomera y el ex convento de San Francisco, hoy Casa de la Cultura. 
6Genalguacil (Málaga) 
Más de 180 artistas han dejado su (21) por el entramado blanco de calles y plazas de Genalguacil, uno de los 15 municipios (22) entre los castaños, encinas y alcornoques del valle malagueño del Genal. Convertido en pueblo museo, desde 1994  (23) los bienales Encuentros de Arte del Genal. 

7Molinaseca (León) 
Por el puente romano de Molinaseca, una de las etapas del Camino de Santiago en León, a seis kilómetros de Ponferrada, pasan cada año miles de  (24). Su céntrica calle Real o calle del Agua está llena de pequeñas bodegas que (25) vino propio donde se puede tomar una tapa de lacón con pimientos asados o un contundente botillo, el plato emblemático del Bierzo. 
8Cudillero (Asturias) 
(26) a 52 kilómetros de Gijón, está la villa de Cudillero, un anfiteatro de casas de colores que abrazan la plaza de la Marina y empinadas cuestas  (27) las que se llega a sus miradores con vistas al puerto. 
9Roncal (Navarra) 
Por el Pirineo navarro se reparten bosques y pueblos mágicos como Roncal, en el corazón del valle homónimo que recorre el río Esca. La villa, cuna del famoso tenor Julián Gayarre, es un caserío de calles empedradas jalonadas de mansiones como Casa Sanz o Casa Gabra y monumentos como la iglesia de San Esteban, de (29) gótico-renacentista.

Adaptado de https://elviajero.elpais.com/elviajero/2020/12/22/album/1608628637_747184.html#foto_gal_1

C1: Ciencia. Proyecto Brain. Entrevista a Rafael Yuste.

 1. ¿Quién es Rafael Yuste?

2. ¿Qué es el proyecto Brain?

3. ¿Cómo funciona básicamente el cerebro?

4. ¿Qué se sabe y qué se desconoce del cerebro hoy por hoy?

5. "El cerebro no tiene magia". ¿A qué se refiere Yuste? ¿Deben preocuparnos estos avances?

6. ¿Sabemos qué es la memoria?

7. ¿Qué opina de la Inteligencia Artificial?

8. ¿Cómo ve las enfermedades mentales?






jueves, 14 de enero de 2021

B1: Tópicos. Españoles e italianos

Por Juan Arias. El País. 28/3/1984

¿Es verdad que España e Italia son dos pueblos tan semejantes? Así lo piensan muchos. Por mi parte, tras haber pasado casi la mitad de la vida en Italia, cada día estoy más convencido de que, al revés, somos dos pueblos profundamente distintos. Casi en todo, si se exceptúan el sol, las naranjas y el aceite, magníficos, por cierto,en ambos países.

Lo que a muchos engaña, casi como un espejismo, es la simpatía y atracción casi instintiva entre los hijos de Dante y de Cervantes. Pero podría ser muy bien que el motivo de tal atracción consista precisamente en esa diversidad que nos distingue. Para probar la atracción recíproca suele alegarse que son dos pueblos latinos. Pero latinos son también los franceses, y no es lo mismo. 0 que somos mediterráneos, pero hija de ese mar es Grecia, y también con dicho país las cosas son distintas. Pero, exceptuada esa atracción curiosa que podría tener como explicación una virtud común. de saber acoger a los demás, en el resto somos dos países muy diferentes.

Se ha llegado a creer que españoles e italianos se entienden en seguida sin haber estudiado antes los respectivos idiomas. Nada más falso. Son dos lenguas que no se pueden entender ni menos hablar si no se estudian a fondo. De hecho, todos los hombres públicos de ambos países acaban echando mano del intérprete.

Otra cosa que puede engañar es que Italia es quizá el único país del mundo con tal capacidad de aceptación y tan escasos sentimientos chovinistas que basta que sepas 10 palabras de su lengua para que te piropeen diciéndote que la tablas divinamente. Pero ambos idiomas son tan distintos como la gente que los habla. Una vez fui testigo en la trattoria romana La Toscana, en la Fontana de Trevi, de algo muy curioso y sintomático. Un español recién llegado de Francia se quejaba del carácter antipático de los franceses, y me decía: "Aquí da gusto, te entiendes en seguida con la gente". Y mantuvo una larga conversación con un camarero, entre risas y palmotadas en la espalda e intercambio de fotos y de señas. Pero de lo que no se enteraron fue de que durante todo el tiempo el español hablaba de un tema y el carnarero de otro. Entenderse ni pío, pero salieron convencidos de que habían hablado de lo mismo. Si Camilo José Cela pudo decir hace poco en Roma que el castellano es como "un toro enfurecido", el italiano está a mil leguas de distancia de tal furor taurino, ya que recuerda más bien el retozar de un corderillo en el campo.

Hay palabras españolas que a los italianos les suenan como latigazos, empezando por cabrón. Qué tragedia para un italiano la jota o la ge, o la zeta. Tengo amigos que desde hace 15 años siguen llamándome Kuan. Imagínense si me llamase Jorge. Hay palabras, como cincel, o zancajear, o zurriagazo, que son chino cuando las pronuncia un italíano, como es casi imposible que un español consiga pronunciar correctamente el nombre del gran escritor sicialiano Sciascia. Además, el italiano usa infinitamente más que nosotros la metáfora, la metonimia, el eufemismo y todo tipo de figuras retóricas. Nunca, son los italianos lingüísticamente tan drásticos como los españoles cuando tienen que ofender o defenderse o dar órdenes o condenar.

Pero no es sólo la lengua. El español es radical y drástico casi en todo: actitudes, expresiones... El italiano es posibilista y conciliador. El español se rompe, el italiano se dobla. El carácter hispano está hecho de acero; el italiano, de goma. Aquí la gente se pelea con las manos abiertas, y entre nosotros, con los puños cerrados. Italia es el país de la diplomacia. La vaticana nació aquí y sigue siendo insuperable. En ella se enseña que nigún sí ni ningún no deben serlo nunca definitivamente. Por eso, para un italiano todo es posible, y no existen caminos sin retorno. Ni hay para ellos ley sin escamoteo, aunque hayan sido los creadores del Derecho. Es un pueblo que soporta muy mal la ley, y acaba creándosela a su medida. Cuando se implantó el impuesto del valor añadido (IVA), antes de un mes había salido ya a la calle un librito que se titulaba Los 100 modos para no pagar el IVA.

El italiano no soporta las colas ni la disciplina, y, cuando puede, se cuela. Y. esta astucia tiene ya un nombre en el extranjero., se llama actuar "a la italiana".

El español es pasional; el italiano, sentimental. El Quijote no hubiese podido ser engendrado en Roma, en Nápoles o en Florencia, aunque Cervantes conoció y viajó por este país.

El heroísmo como concepto no es italiano. Los héroes en este país son siempre individuales, aunque muy numerosos en su historia. Ni el dogmatismo ni el fanatismo, ni tampoco la intransigencia o el nacionalismo son frutos italianos.

El machismo es español, pero es italianísimo el mammismo. En Italia casi todo tiene un cierto deje o sabor femenino, y los niños son siempre los reyes del cotarro.

Aquí el arte tiene género femenino, y hay objetos que en España jamás podrían ser femeninos, y aquí lo son, como el coche o el aguardiente. Curiosamente, las flores y la miel son, sin embargo, masculinos. De las flores, un amigo mío italiano me dijo que quizá se deba a que los italianos las ven como "los órganos sexuales de las plantas". Y creo que lo son.

Gustan en italiano las formas esféricas, típicas del género femenino. Redonda es hasta la pizza, y casi el número infinito de sus pastas. El balón, en italiano, es de género femenino (la palla), y también el equipo de fútbol (la squadra).

Es muy femenino el deseo innato de agradar que tiene todo italiano. Por eso se estrujan la fantasía, que la tienen a raudales, para que, todos se queden contentos. En los bares puedes pedir un café hasta con 15 modalidades distintas. En el cine hay poltrona y poltronissima, que es como butaca y butaquísima. Y en el campo de los helados es ya imposible contar las variedades. Los hay hasta semifríos. Y en ningún país de Europa hay tantos partidos políticos y con tantos grupos distintos en el interior de cada uno como en este país. Aquí tiene que haber siempre in finitas posibilidades de todo para todos. Cada, italiano se siente un artista, un poeta o un inventor. Creo que es el país con mayor número de ciudadanos que han publicado algo en su vida, aunque sea pagándoselo de su bolsillo. O que se jacten de haber inventado algo, o que hayan tratado de pintar alguna vez. Y el italiano medio tiene un dominio de su lengua. muy superior al nuestro.

Llevan en la sangre el sentido de la estética, y lo reflejan hasta en la sopa. La belleza es el único dogma en un país que no ama las ideologías. Y son artistas en- el arte de salir del paso. La famosa economía sumergida, que está salvando. la crisis económica de los últimos tiempos, no es otra cosa que un alarde de ingeniería creativa.

Sin fantasía, este país se hubiera muerto ya de hambre. Porque es gente que cree más en los favores. que en la justicia, en el amigo que en el Estado, en las recomendaciones que en el Gobierno. Buscan la recomendación-hasta en los muertos. Y la muerte es otro abismo que separa a los dos pueblos. El "viva la muerte" es lo menos italiano que se pueda concebir. Aquí nadie dramatiza la muerte, la remueve.

El Viernes Santo no se nota. Les gusta la Pascua, la vida. Hay un culto increíble a los muertos, ,pero concebidos como vivos, como intercesores. Cuando pasa un coche de la funeraria es fácil que un español se quite el sombrero o se santigüe. Aquí es más fácil encontrar quien hace gestos muy expresivos, como tocar hierro o madera, u otras cosas. Aquí no se nombra nunca en las conversaciones ni en la Prensa la palabra "cáncer", refiriéndose a una persona enferma. Se dice que fulanito o zutanita están mal. Se dice que están "poco bene". El místico desahogo de Teresa de Ávila "muero porque no muero" es lo más lejano a la espiritualidad de Francisco de .Asís.

En otro campo, la envidia es típicamente española, mientras es italiana la celosía. Y los psicólogos saben muy bien la profunda diferencia que separa a estos dos sentimientos.

Al revés, el honor, la caballerosidad, la fidelidad a la palabra dada. son virtudes, típicamente españolas, mientras es italiana la pillería, la famosa furberia. Para ellos, poder saltarse. impunemente una ley a la torera es más que un deshonor, una hazaña. De ahí la desconfianza del turista extranjero cuando llega a Italia. Todo ello es, probablemente, fruto de una habilidad ancestral frente al dominador de turno. Alguien me dijo un día que Italia era como una gran autopista por la que ha pasado medio mundo saqueándola, y que por eso se han agudizado tanto en este país los mecanismos de defensa.

Como es muy italiano el no de cir nunca que no. En España se dice sí, señor, en Italia señor, sí, que es mucho más reverencial. Empezar diciendo no es para un italiano como confesar la propia impotencia. Si el orgullo es español, el deseo de congraciarse con el prójimo, de conquistar más amigos,de ayudarte a salir de un apuro son todas cualidades muy italianas. Hay quien supone que se trata de una disponibilidad interesada, ya que los italianos tienen, como carácter, una propensión congénita a la mafiosidad, concebida en su acepción ancestral de necesidad de padrinazgo que lo defienda contra un Estado que siente hostil. Es, dicen, como si el italiano intuyera en cada favor hecho un amigo y protector potenciales. Es posible, pero, tras tantos años en Italia, confieso que si me encontrase un día en un apuro querría tener un italiano a mi lado.

Con un español me siento más seguro, sin embargo, cuando me jura algo. De su palabra me fío más. Y es algo que lo siente y envidia el mismo italiano, que sfia para su país un suplemento de seriedad, mientras creo que el español adora, en cambio, esa elasticidad congénita del italiano, para quien todo acaba arreglándose porque las palabras fin o imposible no pertenecen a su cultura, ya que en este país todo puede volver a empezar y todo puede acabar en milagro.

https://elpais.com/diario/1984/03/28/opinion/449272809_850215.html

B2, C1: Impeachment a Trump. Un vídeo.

 1. ¿En qué se basa este proceso a Trump?

2. ¿Qué problemas presenta?

3. ¿Cuál puede ser el motivo de fondo para llevarlo a cabo?



B1, B2, C1: Lo del Capitolio. Un texto de la ministra de Exteriores española

Lecciones desde la colina del Capitolio

El País, 14/1/2021

Las democracias comparten rasgos y características innegociables que las definen: división de poderes, Estado de derecho, instituciones independientes. En ausencia de los mismos, sin ese esqueleto que cubre todo lo demás y ampara la vida en libertad, habría que hablar de otro tipo de regímenes que, por desgracia, han proliferado en los últimos años, incluso, en regiones y continentes donde los considerábamos proscritos para siempre. Entre las instituciones democráticas destacan los parlamentos. Pueden calificarse con distintos nombres y suele variar el modo de elección de los representantes que en ellos se sientan, pero siempre albergan el corazón de la democracia: son la sede de la soberanía popular que legitima todo el edificio institucional.

Por eso resultan de tanta gravedad los sucesos ocurridos el pasado 6 de enero en el Capitolio de Washington D.C., que alberga la sede de la Cámara de Representantes y del Senado de Estados Unidos. Tras un discurso deslegitimador de los resultados electorales y de las instituciones y organismos que los certifican —entre ellos, el poder judicial—, partidarios del presidente saliente —cabeza del poder ejecutivo— ocuparon violentamente la sede de la soberanía popular. Ambas Cámaras se disponían a reconocer el dictamen del Colegio Electoral, que daba la victoria al demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre.

Pero bajo las instituciones late también una cultura política determinada, con sus ritos, sus mitos y sus características distintivas que la diferencian de otras democracias. Una cultura política que, en el caso de Estados Unidos, ha presumido con razón de su estabilidad de más de dos siglos, de sus equilibrios y contrapesos —checks and balances– y de su amor por la libertad. Todo ello ha dado forma a una imagen ante la que la propia democracia estadounidense se ha reconocido a sí misma a lo largo de la historia. Y que ha definido un demos orgulloso de su país y una serie de consensos tácitos que hacían de Estados Unidos un faro para las aspiraciones democráticas en tantos rincones del mundo. En ese imaginario, el Capitolio ha tenido y tiene el significado de lugar especial que acoge y resume todo aquello que define la democracia estadounidense. Por todo ello, no cabe restar un ápice de gravedad a lo sucedido, como muestran el tono y el fondo de la mayoría de los análisis publicados hasta ahora: la afrenta institucional y política ha sido enorme.

Como en otras ocasiones, la democracia estadounidense es fuerte y sabrá gestionar esta crisis. Ya lo está haciendo y, sin duda, la llegada del presidente Biden y de la vicepresidenta Harris contribuirá a crear un nuevo clima de entendimiento y concordia en el propio Estados Unidos. Después lo hará con el resto de aliados en un sistema multilateral necesitado de refuerzo y trabajo conjunto. Una acción política capaz de suturar las heridas de la división y la polarización, pero también de luchar contra una desigualdad económica y social que consiga volver a ofrecer horizontes compartidos de prosperidad. También para dar un impulso redoblado a los esfuerzos por combatir el cambio climático y mitigar sus efectos más adversos.

En relación con la democracia, su vigencia y su reivindicación, esta crisis política nos señala tres lecciones importantes que debemos extraer para conjurar algunos de los fantasmas que hemos visto de cerca últimamente.

La primera es que el desprecio por las instituciones, la banalización de las reglas y los procedimientos y la frivolización con el lenguaje —abusando de la mentira y de expresiones racistas, xenófobas o de incitación al odio—, terminan mal. Lo han hecho siempre a lo largo de la historia, allí y aquí, y los sucesos de Washington D.C. nos lo han vuelto a recordar. La democracia puede ser lenta, exasperante a veces, pero siempre es el camino más seguro para el progreso a medio y largo plazo. No hay democracia sin respeto a la división de poderes, a las instituciones y a los adversarios políticos. Los intermediarios y los representantes no son accesorios en nuestras libertades y derechos, sino la esencia que los garantiza y protege. Corremos un grave riesgo cuando, en nombre de la encarnación del pueblo, se transgreden procedimientos parlamentarios para discriminar a representantes de otras formaciones políticas o de distintas minorías. La antipolítica que se ampara en el dibujo antagonista del pueblo contra la élite nos ha enseñado que las palabras preceden a los comportamientos, por lo que urge comenzar por analizar cómo las utilizamos en general, pero especialmente en y desde las instituciones.

La segunda lección tiene que ver con las transiciones políticas, esos momentos de traspaso de poderes en los que debe cristalizar la legitimidad que desde cada partido o sector ideológico se concede al rival en democracia. Cuando desde las tribunas de oradores se tacha de ilegítimos a gobiernos emanados de la libre voluntad de los ciudadanos, expresada en los parlamentos como sede de la soberanía popular, ese adversario se convierte en enemigo y se implanta la semilla del conflicto que hemos visto cristalizar en el Capitolio. De ahí que sean tan importantes ritos de normalidad democrática como el reconocimiento del líder de la oposición del resultado, así como la felicitación del presidente saliente al entrante. El líder de la oposición tiene un papel clave en las democracias que comienza, precisamente, en el primer día de mandato de su rival. Esas imágenes preceden y certifican el correcto funcionamiento de las instituciones y debemos luchar por preservarlas. No es casualidad que el presidente saliente de Estados Unidos haya declinado asistir a la toma de posesión de Joe Biden el próximo 20 de enero: supondría una enmienda a la totalidad de su discurso deslegitimador. Conjurémonos entre todos para que esa situación nunca ocurra en España.

La tercera lección atañe a la propia democracia, que a ojos de tantos ciudadanos aparece deslucida como sistema eficaz para afrontar los retos, generar bienestar y garantizar derechos y libertades. En un momento de competencia creciente entre distintos sistemas políticos, la democracia arriesga demasiado al ofrecer la peor cara dentro de muchos países y también fuera de ellos. Es un error muy caro confundir disenso y pluralismo democrático con caos y enfrentamiento. Algo que se traduce, también y de forma clara, en el escenario internacional en el que nos jugamos cada vez más nuestro futuro. El atractivo del autoritarismo se alimenta más de nuestros errores que de sus aciertos, pero debemos actuar ya. Es urgente cambiar comportamientos y retóricas que priman el miedo y nos dificultan hablar de las soluciones y las oportunidades. La democracia necesita ser eficaz para ser estable. Pero para ser estable necesita terrenos comunes, consensos básicos. Al menos en las instituciones y los procedimientos que la garantizan y entre los actores políticos e institucionales que la definen.

El esquema institucional de Estados Unidos fue diseñado con el objetivo de evitar la tiranía, garantizar la libertad y promover el derecho a buscar la felicidad. Ese sistema ha resistido uno de sus instantes más oscuros y difíciles. Pero conviene extraer lecciones y fortalecer todo aquello que nos une y que, además, nos define como ciudadanos de sociedades libres. Las democracias se construyen cada día, en las instituciones, en la calle, en los medios, en las redes sociales, en el trabajo, en nuestro hogar y ante las pantallas de nuestros ordenadores y teléfonos. Seamos conscientes de lo que nos jugamos y tengamos presente lo que John Adams, segundo presidente de Estados Unidos y uno de los padres fundadores, tuvo en mente a la hora de concebir su naciente país: “La libertad, una vez perdida, se pierde para siempre”. En nuestras manos, de todas y todos, está el preservarla.

Arancha González Laya es ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España.

https://elpais.com/opinion/2021-01-13/lecciones-desde-la-colina-del-capitolio.html?event_log=oklogin&o=CABEP&prod=REG