jueves, 22 de julio de 2010

Una lectura salvaje. Horacio Quiroga.


En este link encontraréis algunos cuentos famosos de Horacio Quiroga.

jueves, 15 de julio de 2010

Eduardo Galeano sobre el Mundial


El reino mágico

Por Eduardo Galeano (Público)

Pacho Maturana, colombiano, hombre de vasta experiencia en estas lides, dice que el fútbol es un reino mágico, donde todo puede ocurrir. El Mundial reciente ha confirmado sus palabras: fue un Mundial insólito.

Insólitos fueron los diez estadios donde se jugó, hermosos, inmensos, que costaron un dineral. No se sabe cómo hará Suráfrica para mantener en actividad esos gigantes de cemento, multimillonario derroche fácil de explicar pero difícil de justificar en uno de los países más injustos del mundo.

Insólita fue la pelota de Adidas, enjabonada, medio loca, que huía de las manos y desobedecía a los pies. La tal Jabulani fue impuesta aunque a los jugadores no les gustaba ni un poquito. Desde su castillo de Zurich, los amos del fútbol imponen, no proponen. Tienen costumbre.

Insólito fue que por fin la todopoderosa burocracia de la FIFA reconociera, al menos, al cabo de tantos años, que habría que estudiar la manera de ayudar a los árbitros en las jugadas decisivas. No es mucho, pero algo es algo. Ya era hora. Hasta estos sordos de voluntaria sordera tuvieron que escuchar los clamores desatados por los errores de algunos árbitros, que en el último partido llegaron a ser horrores. ¿Por qué tenemos que ver en las pantallas de televisión lo que los árbitros no vieron y quizá no pudieron ver? Clamores de sentido común: casi todos los deportes, el basquetbol, el tenis, el béisbol y hasta la esgrima y las carreras de autos, utilizan normalmente la tecnología moderna para salir de dudas. El fútbol, no.

Los árbitros están autorizados a consultar una antigua invención llamada reloj, para medir la duración de los partidos y el tiempo a descontar, pero de ahí está prohibido pasar. Y la justificación oficial resultaría cómica, si no fuera simplemente sospechosa: el error forma parte del juego, dicen, y nos dejan boquiabiertos descubriendo que errare humanum est.

Insólito fue que el primer Mundial africano en toda la historia del fútbol quedara sin países africanos, incluyendo al anfitrión, en las primeras etapas. Sólo Ghana sobrevivió, hasta que su selección fue derrotada por Uruguay en el partido más emocionante de todo el torneo.

Insólito fue que la mayoría de las selecciones africanas mantuvieran viva su agilidad, pero perdieran desparpajo y fantasía. Mucho corrieron, pero poco bailaron. Hay quienes creen que los directores técnicos de las selecciones, casi todos europeos, contribuyeron a este enfriamiento. Si así fuera, flaco favor han hecho a un fútbol que tanta alegría prometía. África sacrificó sus virtudes en nombre de la eficacia, y la eficacia brilló por su ausencia.

Insólito fue que algunos jugadores africanos pudieran lucirse, ellos sí, pero en las selecciones europeas. Cuando Ghana jugó contra Alemania, se enfrentaron dos hermanos negros, los hermanos Boateng: uno llevaba la camiseta de Ghana, y el otro la camiseta de Alemania.

De los jugadores de la selección de Ghana, ninguno jugaba en el campeonato local de Ghana. De los jugadores de la selección de Alemania, todos jugaban en el campeonato local de Alemania. Como América Latina, África exporta mano de obra y pie de obra.

Insólita fue la mejor atajada del torneo. No fue obra de un portero, sino de un goleador. El atacante uruguayo Luis Suárez detuvo con las dos manos, en la línea del gol, una pelota que hubiera dejado a su país fuera de la Copa. Y gracias a ese acto de patriótica locura, él fue expulsado pero Uruguay no.

Insólito fue el viaje de Uruguay, desde los abajos hasta los arribas.

Nuestro país, que había entrado al Mundial en el último lugar, a duras penas, tras una difícil clasificación, jugó dignamente, sin rendirse nunca, y llegó a ser uno de los mejores. Algunos cardiólogos nos advirtieron, desde la prensa, que el exceso de felicidad puede ser peligroso para la salud. Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento, celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta. Al fin y al cabo, el derecho a festejar los méritos propios es siempre preferible al placer que algunos sienten por la desgracia ajena.

Terminamos ocupando el cuarto puesto, que no está tan mal para el único país que pudo evitar que este Mundial terminara siendo nada más que una Eurocopa. Y no fue casual que Diego Forlán fuera elegido mejor jugador del torneo.

Insólito fue que el campeón y el vicecampeón del Mundial anterior volvieron a casa sin abrir las maletas. En el año 2006, Italia y Francia se habían encontrado en el partido final. Ahora se encontraron en la puerta de salida del aeropuerto. En Italia, se multiplicaron las voces críticas de un fútbol jugado para impedir que el rival juegue.

En Francia, el desastre provocó una crisis política y encendió las furias racistas, porque habían sido negros casi todos los jugadores que cantaron la Marsellesa en Suráfrica. Otros favoritos, como Inglaterra, tampoco duraron mucho. Brasil y Argentina sufrieron crueles baños de humildad. Medio siglo antes, la selección argentina había recibido una lluvia de monedas cuando regresó de un Mundial desastroso, pero esta vez fue bienvenida por una abrazadora multitud que cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso.

Insólito fue que faltaran a la cita las superestrellas más anunciadas y más esperadas. Lionel Messi quiso estar, hizo lo que pudo, y algo se vio. Y dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba demasiado ocupado en verse.

Insólito fue que una nueva estrella, inesperada, surgiera de la profundidad de los mares y se elevara a lo más alto del firmamento futbolero. Es un pulpo que vive en un acuario de Alemania, desde donde formula sus profecías. Se llama Paul, pero bien podría llamarse Pulpodamus.

Antes de cada partido del Mundial, le daban a elegir entre los mejillones que llevaban las banderas de los dos rivales. Él comía los mejillones del vencedor, y no se equivocaba.

El oráculo octópodo influyó decisivamente sobre las apuestas, fue escuchado en el mundo entero con religiosa reverencia, fue odiado y amado y hasta calumniado por algunos resentidos, como yo, que llegamos a sospechar, sin pruebas, que el pulpo era un corrupto.

Insólito fue que al fin del torneo se hiciera justicia, lo que no es frecuente en el fútbol ni en la vida. España conquistó, por primera vez, el campeonato mundial de fútbol. Casi un siglo esperando.

El pulpo lo había anunciado, y España desmintió mis sospechas: ganó en buena ley, fue el mejor equipo del torneo, por obra y gracia de su fútbol solidario, uno para todos, todos para uno, y también por las asombrosas habilidades de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta. Él prueba que a veces, en el reino mágico del fútbol, la justicia existe.

Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía "Cerrado por fútbol". Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado 64 partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido.

Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia.

Ya empiezo a extrañar la insoportable letanía de las vuvuzelas, la emoción de los goles no aptos para cardíacos, la belleza de las mejores jugadas repetidas en cámara lenta. Y también la fiesta y el luto, porque a veces el fútbol es una alegría que duele, y la música que celebra alguna victoria de esas que hacen bailar a los muertos, suena muy cerca del clamoroso silencio del estadio vacío, donde ha caído la noche y algún vencido sigue sentado, solo, incapaz de moverse, en medio de las inmensas gradas sin nadie.

lunes, 12 de julio de 2010

España, campeona del mundo. Así lo vio Johan Cruyff


Ya sabéis que tengo desde siempre debilidad por Andrés Iniesta. Ahí dejo su foto. Y este comentario de Johan Cruyff, que hará rabiar a mi gran amigo Milito. Ese gol a mí me puso, como decía Cruyff en español del más clásico, "la gallina de piel".

El que más se lo merece

Fue una final disputada, eso sí, pero de una calidad cuestionable. Holanda no quiso jugar, o lo intentó alejada de su más puro estilo. España, que trató de ser ella, estuvo muchos minutos fuera del encuentro, de la final e, incluso, al final decidió que sería campeona del mundo jugando más individual que colectivamente. Y lo logró gracias a uno de esos piececitos milagrosos que, nacidos en Fuentealbilla, se han criado y hecho futbolista en La Masia, en la cantera del Barça, una de las mejores escuelas del mundo.

1 Cuando Holanda se pareció al Inter

El jueves me preguntaron desde Holanda: «¿Podemos jugar como el Inter? ¿Podemos frenar a España de la manera que Mourinho eliminó al Barça?». Dije que no, de ninguna manera. Y dije que no, no porque deteste ese estilo, no. Dije que no porque pensé que los míos no se atreverían y que no renunciarían a su estilo. Dije que no porque, sin tener grandes jugadores como los de antaño, tiene un estilo propio. Me equivoqué. Cierto, no se colgaron los once del larguero, pero casi. No han querido el balón. Y, lamentablemente, tristemente, han jugado muy sucio. Tanto que merecieron quedarse con nueve muy pronto, pues hubo dos entradas feas y duras que me hicieron daño hasta a mí. Me dolió no equivocarme en mi contestación, no, sino que Holanda escogiese un camino feo para aspirar al título.

2 Cuando España perdió los papeles

Ese estilo feo, ramplón, duro, hermético, poco vistoso, poco futbolístico (vale, es una manera de jugar y hasta de ganar, pero no la comparto), sí les sirvió a los holandeses para desquiciar a España. Si con eso se conformaban, vale, pero acabaron perdiendo. España, tras 20 minutos estupendos, en los que jugaron como equipo y, sobre todo, en los que con un solo delantero (Villa) parecían, como es costumbre en ellos, jugar con cinco atacantes, aceptó el cambio de golpes y entró en la provocación. Y España se partió. Sus líneas quedaron desconectadas. Todos estaban separados por diez metros o más. No se encontraban, no llegaban a la presión. Los sacaron de quicio. Y por un buen rato. Unos practicaban el antifútbol al considerar que era la única manera de sobrevivir y los otros, los favoritos, vivían en un escenario que les sonaba demasiado por detestable, por feo. Por eso se llegó al 0-0, porque los que querían no podían. Luego, la prórroga sería más divertida, más vistosa, lo que no significa que fuese mucho mejor, no.

3 El peor arbitraje de la Copa del Mundo

Cuando decimos, a menudo, que no nos gusta hablar de los árbitros, es cierto y, sobre todo, porque solo arbitrajes como el de anoche del inglés Howard Webb puede generar en nosotros un estado de indignación tal que, entonces sí, es necesario hacer un comentario. Porque se puede arbitrar mal, equivocarte, pero lo que no se puede es crear tu propia justicia y, peor aún, inventarte una aplicación demasiado personal del reglamento. No solo dejó de expulsar a dos holandeses (incluso Robben mereció la segunda amarilla) sino que miró para otro lado en los momentos en los que debió implicarse. Una final de la Copa del Mundo merece un gran arbitraje y, sobre todo, merece un árbitro que se atreva a hacer todo lo que implica ser juez.

4 Una dedicatoria que sale del corazón

Podría hablar y elogiar a los dos grandes porteros que ha tenido esta final, a Casillas, cómo no, y a Stekelenburg, pero me centraré en Iniesta porque ha tenido un año durísimo, muy sufrido, con mucho dolor en su corazón (la pérdida de su amigo Dani Jarque fue descorazonadora para él) y lesiones que le apartaron de su amado Barça. Hay que tener un gran corazón, mucho coraje y ser un tipo especial para pintarse esa dedicatoria y mostrarla al mundo entero (y nunca mejor dicho) para ofrecer ese gol que tan feliz ha hecho a tanta gente. Ganó España, goleó Iniesta y triunfó el estilo Barça.

http://www.elperiodico.com/es/noticias/deportes/20100712/cruyff-que-mas-merece/381727.shtml

viernes, 9 de julio de 2010

Notición. ¿Os lo creéis?

Afirman que el español es el idioma que mejor entienden los ordenadores
El idioma español es el que mejor entienden los ordenadores, tal como afirmó la directora del Centro Iberoamericano de la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú, Alla Zenkovich, de visita en Cantabria para conocer el Proyecto Comillas. La profesora apuntó en este sentido que la próxima generación de computadoras funcionará con la voz.

Zenkovich explicó que las pruebas que se realizan para saber qué idioma entenderán mejor los ordenadores revelan que no es el inglés, si no el español. Por ello, los ingenieros y diseñadores de estos aparatos "tienen claro que hay que enseñar a las máquinas a entender el español, ya que comprenden este idioma mejor que el inglés".

La directora del citado centro indicó que éste es uno de los cuatro factores que hacen que el español sea el segundo idioma más solicitado por los estudiantes y los jóvenes rusos. Otro factor es el peso específico de la literatura en español, que queda reflejado en que el segundo mayor número de Premios Nobel de Literatura haya caído en escritores y poetas en español, apuntó.

La responsable del Centro Iberoamericano de la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú señaló que también anima a los jóvenes rusos a aprender la lengua española el hecho de que en Estados Unidos esté considerado como el segundo idioma más hablado y próximamente se convertirá en una de sus lenguas oficiales. Finalmente, la pujanza de la cultura española tanto desde el punto de vista de la creación literaria como, sobre todo, desde la creación musical es un "boom" para la juventud rusa, concluyó.


http://www.consumer.es/web/es/tecnologia/2010/07/08/194246.php