martes, 1 de marzo de 2011

C1: Para leer y debatir. Dictadores.

Los "amigos" dictadores

Por Luis Ayllón. ABC

Zapatero se ha puesto digno y ha instado a Gadafi a abandonar su “viaje a ninguna parte”, diciéndole que la comunidad internacional no va a tolerar las violaciones de derechos humanos que está perpetrando. Estupendo. Pasemos por alto que lo ha dicho desde un país –Qatar- que no es precisamente un modelo en el respeto de los derechos humanos, aunque sí uno de los más entusiastas con la Alianza de Civilizaciones. Incluso, aceptemos al presidente del Gobierno español que se haya quitado la venda de los ojos, como la mayoría de sus colegas internacionales de ayer y de hoy. Pero, por favor, que no añada a continuación, como lo ha hecho, la afirmación de que la comunidad internacional ha sido “contundente” al condenar la represión de las revueltas por Gadafi. La realidad es que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han tardado bastante en reaccionar apoyando a los libios a la hora de deshacerse de un tirano al que, unos y otros, han permitido manejar a su antojo el país durante más de cuarenta años. Zapatero no hizo más que seguir las huellas marcadas por Felipe González o José María Aznar, en sus relaciones con Gadafi. Y así, viajó en dos ocasiones a Libia el año pasado porque había que mantener una buena sintonía con el suministrador del 13 por ciento del petróleo que consume nuestro país. Y su ministro Moratinos no dudó en participar en 2009 en los fastos del 40 aniversario de la revolución de Gadafi, sentándose al lado de tipos tan impresentables como el presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, acusado de crímenes contra la humanidad, o el jefe de los piratas somalíes que secuestran españoles. El mismo Moratinos, por cierto, que acaba de fotografiarse de nuevo con otro dictador, el cubano Raúl Castro, con el objetivo de pedirle su voto para dirigir la FAO. Si Castro es agradecido, debería apoyar al ex ministro español, que le ha defendido como nadie ante la Unión Europea. Esta afición a hacer componendas con las dictaduras, que llega incluso hasta el presidente del Congreso, José Bono -que viajó a Guinea a ver a Obiang, secundado por PP y CiU-, resulta, a la larga, peligrosa. El Gobierno haría bien en ir desprendiéndose de vínculos con regímenes que, tarde o temprano, pueden verse afectados por el contagio de la epidemia árabe. Porque luego, tendrá que formular una condena que ahora no hace.