
Motivo de orgullo, chicos. Mirad este reportaje.
¿Cómo puede un cultivador holandés pensar que en el desierto se (1) superar el problema de alimentos en el mundo? No, Pieter Hoff no (2) la razón. Su Waterboxx, una especie de incubadora para árboles nuevos en zonas secas, ya se (3) en todo el mundo.
“Mucha gente me ha preguntado por qué este aparato no (4) nunca antes”. En los escarpados acantilados de los Pirineos españoles, Pieter Hoff (5) su invento, una combinación de ingenio y sencillez.
El Waterboxx no es en realidad mucho (6) que un gran balde con un agujero en el centro en el que pueden crecer dos árboles nuevos. (7) se plantan los árboles, el balde es llenado con dieciséis litros de agua. La humedad se transmite a (8) de gruesos hilos de algodón lentamente hacia la tierra (9) las raíces del árbol.
En la noche captar el rocío
El rocío que se forma en el desierto (10) la noche en la tapa acanalada del balde, se escurre por sí mismo en el medio a través de dos cañerías en el reservorio de agua. El agua no se puede evaporar (11) del estanque cerrado herméticamente.
Koen Roest, experto en irrigación de la Universidad Agrícola de Wageningen, examinó el Waterbox:
“En alguna cantidad de puntos el aparato (12) muy bien diseñado. El sistema está ideado realmente (13) aprovechar la mayor cantidad de agua de rocío por la noche. Y una de las cosas ingeniosas es la manera (14) el líquido se traslada lentamente hacia el árbol. Esto es mucho más efectivo que la manera tradicional de irrigación, en la (15) un vehículo cisterna de vez en cuando arroja cantidades enormes de agua haciendo que los árboles casi se (16).”
Nogales
El inventor piensa que su Waterboxx (24) una importante misión.
Iba silbando mi trino
por una calle cualquiera
cuando a un lado del camino
me encontré con la escalera.
Era una escala sencilla
de rústico enmaderado
desde la calle amarilla
hasta el rojo de un tejado.
¿Qué se verá desde el techo?
dijo la voz de lo extraño
y sin meditar el trecho
le puse afán al peldaño.
La brisa me acompañaba
en el ascenso del alma
y mi camisa volaba
junto al sinsonte y la palma.
Mientras más ganaba altura
la calle me parecía
más pequeña, menos dura
como de juguetería.
Y sucedió de repente
que después de alimentarme
con la visión diferente
sólo quedaba bajarme.
Dejé la altura en su calma
dejé el cielo en su horizonte
siguió batiendo la palma
siguió volando el sinsonte.
Me encontré con la escalera
cuando a un lado del camino
por una calle cualquiera
iba silbando mi trino.
Antes de dos años el actual bostezo continental podría dar un giro y transformarse en algo mucho más activo y consciente. Europa podría conocer grandes turbulencias, si no se cambia la actual política. La política de austeridad vía recortes sociales, que asfixia toda posibilidad de recuperación, añade nuevos motivos de agravio. La degradación de la esfera social, el aumento del paro y la subida de la cuenta de la luz, incrementan la sensación de estafa.
Mientras su gobierno prepara la privatización de las compañía de agua gas y electricidad, muchos griegos ya están comenzando a negarse a pagar peajes viarios, tasas hospitalarias y billetes de transporte público, que han subido un 40%. Tomen nota del fenómeno: en nombre de la legitimidad social, la gente común comienza a responder con la misma moneda utilizada por los descarados autores de la crisis.
El ciudadano irritado
La deuda griega ha aumentado en más de 40.000 millones en un año y ya asciende a más de 340.000 millones (147% del PNB). Si no cambia la política, en dos años Grecia e Irlanda habrán quebrado y otros estarán al borde de la quiebra. En lugar de unirse y crear una alianza en Bruselas contra esa política errada, los gobernantes de los países más afectados se dedican a renegar los unos de los otros, repitiendo uno tras otro que, “Irlanda no es Grecia”, “Portugal no es Irlanda”, “España no es Portugal, ni Grecia, ni Irlanda…”, etc., etc.
No es de extrañar el creciente malhumor contra los políticos y el establishment que se detecta por doquier. La imposición del Directorio europeo añade ofensa nacional al escarnio social. La evidencia de que unas elecciones no cambiarán nada, porque la soberanía está en otra parte, mina la propia mecánica representativa.
Con su economía doméstica y su esfera social en caída libre, también los europeos perderán la paciencia. Hay síntomas del fenómeno hasta en Alemania el país de Europa, que, según nos dicen “va bien”. Nadie explica cómo es posible que el sujeto de esa feliz Alemania que va tan bien sea el “Wutbürger”, el ciudadano irritado.
Casi dos tercios de los alemanes opinan que sus políticos son incompetentes y sus financieros irresponsables. Casi tres cuartas partes (72%) cree que los bancos y compañías de seguros “no han comprendido nada de la crisis y continúan con un más de lo mismo”. Tres cuartas partes (74%) dan por hecho que los políticos están más pendientes de los intereses del sector financiero que de los contribuyentes.
La diferencia de Alemania con otros países de Europa del sur es que su Estado social es mucho más desarrollado. Hay más tejido que recortar, pero la tendencia es la misma que en el conjunto de Europa. Con su Economía Social de Mercado, Alemania se afirmó desde la posguerra como un país socialmente mucho más estable y nivelado que la media europea. A partir de 1990, la desaparición del espantajo comunista restó sentido a la moderación.
Desde 1990 hasta hoy, los impuestos a los más ricos bajaron un 10%, mientras que la imposición fiscal a la clase media subió un 13%. En veinte años la clase media se ha reducido, pasando del 65% a englobar al 59%. Los salarios reales se han reducido un 0,9%, mientras que los sueldos superiores y los ingresos por beneficios y patrimonio aumentaron un 36%. En 1987 los directivos de las principales empresas (índice DAX) ganaban como media 14 veces más que sus empleados, hoy ganan 44 veces más. Incluso en Alemania, la clase media está descubriendo la precariedad.
El 22% de la población laboral está hoy empleada en condiciones precarias. El trabajo ha dejado de ser algo firme para convertirse en algo mucho más temporal y esporádico. El tradicional vínculo a una empresa se pierde. La precariedad se ha instalado en las relaciones laborales. Los sindicatos dicen que la tasa de paro (7,2%) debe duplicarse e incluso triplicarse, si se incluye en ella ciertas categorías de empleados paupérrimos, porque el gobierno falsea la estadística de una forma no muy diferente a la que los griegos falseaban sus cuentas. Que todo eso apenas trascienda a la opinión pública alemana, no quiere decir que la gente no lo sienta, y no hace sino demostrar que la situación con los medios de comunicación, secuestrados por intereses corporativos minoritarios, no es mejor que en otros países europeos.
La humanidad convocada
Si eso pasa en Alemania, quiere decir que toda Europa es sensible a este cambio de humor. La situación invita a los europeos a salir a la plaza Tahrir a ajustarle las cuentas al sistema en su conjunto. El día en que una mayoría de europeos se convenza que la mera pasividad malhumorada agrava más la situación y decida salir a la calle a protestar y recuperar la dignidad, el actual orden europeo quedará sentenciado y los países saltarán uno tras otro, como está ocurriendo en África del Norte.
Confundiendo la forma con el fondo, la revuelta árabe es explicada casi como consecuencia de las nuevas redes sociales y tecnologías. Quienes han estado vendiendo durante años el “conflicto de civilizaciones” y la islamofobia, se topan con la evidencia de una antigua y universal aspiración humana a la justicia y la dignidad. Pronto sabremos si estamos ante una revuelta internacional contra el Imperio. Si es así, el asunto no podrá quedar sin consecuencias en Europa. No olvidemos que los tiranos árabes eran, y son, administradores de intereses geopolíticos y energéticos cien por cien imperiales, de ahí el nerviosismo e incertidumbre que estas revueltas ocasionan en los gobiernos europeos, en Washington y en Israel, así como entre quienes defienden la dimensión imperial, es decir globalmente injusta y desigual, de nuestras democracias.
La desigualdad y la injusticia son desestabilizadoras. La gran desigualdad y la gran injusticia son muy desestabilizadoras. Sea Norte/Sur, entre países europeos o en una misma sociedad nacional, la inestabilidad, desesperación y ausencia de futuro de los unos, se proyecta y repercute necesariamente en el conjunto, complicando la tranquilidad de los otros. Todo indica que esa verdad general se va a hacer bien palpable en la Europa más próxima.
Puede que lo del Norte de África sea el principio de un cambio de ciclo en la conciencia social. Quienes invocan el fantasma del desorden como resultado de ese cambio, olvidan que la situación presente ya es el desorden para cada vez más gente. La unidad del mundo es el dato central del Siglo XXI, y si la injusticia y la desigualdad continúan dominando, éste será un siglo caótico y suicida. La humanidad entera está de alguna manera convocada.
(Tomado de La Vanguardia)