martes, 2 de marzo de 2010

B2: Para leer y escribir. Cambio climático

El derecho de la Humanidad a existir

Por Fidel Castro (Cubadebate)

27/12/2009

El cambio climático está causando ya considerable daño y cientos de millones de pobres están sufriendo las consecuencias.
Los centros de investigaciones más avanzados aseguran que queda muy poco tiempo para evitar una catástrofe irreversible. James Hansen, del Instituto Goddard de la NASA, asegura que un nivel de 350 partes del dióxido de carbono por millón es todavía tolerable; hoy sobrepasa sin embargo la cifra de 390 y se incrementa a ritmo de 2 partes por millón cada año, rebasando los niveles de hace 600 mil años. Las últimas dos décadas han sido, cada una de ellas, las más calurosas desde que se tienen noticias del registro. El mencionado gas aumentó 80 partes por millón en los últimos 150 años.
El hielo del Mar Ártico, la enorme capa de dos kilómetros de espesor que cubre Groenlandia, los glaciares de América del Sur que nutren sus fuentes principales de agua dulce, el volumen colosal que cubre la Antártida, la capa que resta del Kilimanjaro, los hielos que cubren el Himalaya y la enorme masa helada de Siberia se están derritiendo visiblemente. Científicos notables temen saltos cuantitativos en estos fenómenos naturales que originan el cambio.
La humanidad puso grandes esperanzas en la Cumbre de Copenhague, después del Protocolo de Kyoto suscrito en 1997, que entró en vigor el año 2005. El estruendoso fracaso de la Cumbre dio lugar a bochornosos episodios que requieren el debido esclarecimiento.
Estados Unidos, con menos del 5% de la población mundial emite el 25% del dióxido de carbono. El nuevo Presidente de Estados Unidos había prometido cooperar con el esfuerzo internacional para enfrentar un problema que afecta a ese país tanto como al resto del mundo. Durante las reuniones previas a la Cumbre, se hizo evidente que los dirigentes de esa nación y los de los países más ricos maniobraban para hacer caer el peso de los sacrificios sobre los países emergentes y pobres.
Gran número de líderes y miles de representantes de los movimientos sociales e instituciones científicas decididos a luchar por preservar la humanidad del mayor riesgo de su historia, acudieron a Copenhague invitados por los organizadores de la Cumbre. Omito referirme a detalles sobre la brutalidad de la fuerza pública danesa, que arremetió contra miles de manifestantes e invitados de los movimientos sociales y científicos que acudieron a la capital de Dinamarca para concentrarme en los aspectos políticos de la Cumbre.
En Copenhague reinó un verdadero caos y sucedieron cosas increíbles. A los movimientos sociales e instituciones científicas no les permitieron asistir a los debates. Hubo Jefes de Estado y Gobierno que no pudieron siquiera emitir sus opiniones sobre vitales problemas. Obama y los líderes de los países más ricos se adueñaron de la conferencia con la complicidad del gobierno danés. Los organismos de Naciones Unidas fueron relegados.
Barack Obama, que llegó el último día de la Cumbre para permanecer allí solo 12 horas, se reunió con dos grupos de invitados escogidos “a dedo” por él y sus colaboradores. Junto a uno de ellos se reunió en la sala del plenario con el resto de las más altas delegaciones. Hizo uso de la palabra y se marchó de inmediato por la puerta trasera. En ese plenario, excepto el pequeño grupo seleccionado por él, se les prohibió a los demás representantes de los estados hacer uso de la palabra. En esa reunión, a los Presidentes de Bolivia y de la República Bolivariana de Venezuela se les permitió hablar, porque al Presidente de la Cumbre no le quedó otra alternativa que concederles el uso de la palabra, ante el reclamo enérgico de los presentes.
En otra sala contigua, Obama reunió a los líderes de los países más ricos, varios de los Estados emergentes más importantes y dos muy pobres. Presentó un documento, negoció con dos o tres de los países más importantes, ignoró a la Asamblea General de Naciones Unidas, ofreció conferencias de prensa, y se marchó como Julio César en una de sus campañas victoriosas en Asia Menor, que lo llevó a exclamar: Llegué, vi y vencí.
El propio Gordon Brown, Primer Ministro del Reino Unido, había afirmado el 19 de octubre: “Si no llegamos a un acuerdo en el curso de los próximos meses, no debemos tener duda alguna de que, una vez que el crecimiento no controlado de las emisiones haya provocado daños, ningún acuerdo global retrospectivo en algún momento del futuro podrá deshacer tales efectos. Para ese entonces será irremisiblemente demasiado tarde.”
Brown concluyó su discurso con dramáticas palabras: “No podemos darnos el lujo de fracasar. Si fracasamos ahora, pagaremos un precio muy alto. Si actuamos ahora, si actuamos de conjunto, si actuamos con visión y determinación, el éxito en Copenhague estará todavía a nuestro alcance. Pero si fracasamos, el planeta Tierra estará en peligro, y para el planeta no existe un Plan B.”
Ahora declaró con arrogancia que la Organización de Naciones Unidas no debe ser tomada como rehén por un pequeño grupo de países como Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Tuvalu, a la vez que acusa a China, India, Brasil, Sudáfrica y otros Estados emergentes de ceder a las seducciones de Estados Unidos para suscribir un documento que lanza al cesto de basura el Protocolo de Kyoto y no contiene compromiso vinculante alguno por parte de Estados Unidos y sus aliados ricos.
Me veo obligado a recordar que la Organización de Naciones Unidas nació hace apenas seis décadas, después de la última Guerra Mundial. Los países independientes no rebasaban entonces la cifra de 50. Hoy la integran más de 190 Estados independientes, luego que el odioso sistema colonial dejó de existir por la lucha decidida de los pueblos. A la propia República Popular China durante muchos años se le negó su pertenencia a la ONU, y un gobierno títere ostentaba su representación en esa institución y en su privilegiado Consejo de Seguridad.
El apoyo tenaz del creciente número de países del Tercer Mundo fue indispensable en el reconocimiento internacional de China, y un factor de suma importancia para que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN le reconocieran sus derechos en la Organización de Naciones Unidas.
En la heroica lucha contra el fascismo, la Unión Soviética había realizado el mayor aporte. Más de 25 millones de sus hijos murieron, y una enorme destrucción asoló el país. De esa lucha emergió como superpotencia capaz de contrapesar en parte el dominio absoluto del sistema imperial de Estados Unidos y las antiguas potencias coloniales para el saqueo ilimitado de los pueblos del Tercer Mundo. Cuando la URSS se desintegró, Estados Unidos extendió su poder político y militar hacia el Este, hasta el corazón de Rusia, y su influencia sobre el resto de Europa se incrementó. Nada de extraño tiene lo ocurrido en Copenhague.
Deseo subrayar lo injusto y ultrajante de las declaraciones del Primer Ministro del Reino Unido y el intento yanki de imponer, como Acuerdo de la Cumbre, un documento que en ningún momento fue discutido con los países participantes.
El Canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, en la conferencia de prensa ofrecida el 21 de diciembre, afirmó una verdad que es imposible negar; emplearé algunos de sus párrafos textuales: “Quisiera enfatizar que en Copenhague no hubo acuerdo alguno de la Conferencia de las Partes, no se tomó ninguna decisión con relación a compromisos vinculantes o no vinculantes, o de naturaleza de Derecho Internacional, en modo alguno; simplemente, en Copenhague no hubo acuerdo”
“La Cumbre fue un fracaso y un engaño a la opinión pública mundial. [...] quedó al desnudo la falta de voluntad política…”
“…fue un paso atrás en la acción de la comunidad internacional para prevenir o mitigar los efectos del cambio climático…”
“…el promedio de la temperatura mundial podría aumentar en 5 grados…”
De inmediato nuestro Canciller añade otros datos de interés sobre las posibles consecuencias de acuerdo a las últimas investigaciones de la ciencia.
“…desde el Protocolo de Kyoto hasta la fecha las emisiones de los países desarrollados se elevaron 12,8%… y de ese volumen el 55% corresponde a Estados Unidos.”
“Un estadounidense consume, como promedio, 25 barriles de petróleo anuales, un europeo 11, un ciudadano chino menos de dos, y un latinoamericano o caribeño, menos de uno.”
“Treinta países, incluidos los de la Unión Europea, consumen el 80% del combustible que se produce.”
El hecho muy real es que los países desarrollados que suscribieron el Protocolo de Kyoto aumentaron drásticamente sus emisiones. Quieren sustituir ahora la base adoptada de las emisiones a partir de 1990 con la del 2005, con lo cual Estados Unidos, el máximo emisor, reduciría a solo 3% sus emisiones de 25 años antes. Es una desvergonzada burla a la opinión mundial.
El Canciller cubano, hablando en nombre de un grupo de países del ALBA, defendió a China, India, Brasil, Sudáfrica y otros importantes Estados de economía emergente, afirmando el concepto alcanzado en Kyoto de “‘responsabilidades comunes, pero diferenciadas, quiere decir que los acumuladores históricos y los países desarrollados, que son los responsables de esta catástrofe, tienen responsabilidades distintas a las de los pequeños Estados insulares o a las de los países del Sur, sobre todo los países menos desarrollados…”
“Responsabilidades quiere decir financiamiento; responsabilidades quiere decir transferencia de tecnología en condiciones aceptables, y entonces Obama hace un juego de palabras, y en vez de hablar de responsabilidades comunes pero diferenciadas, habla de ‘respuestas comunes, pero diferenciadas’.”
“…abandona el plenario sin dignarse a escuchar a nadie, ni había escuchado a nadie antes de su intervención.”
En una conferencia de prensa posterior, antes de abandonar la capital danesa, Obama afirma: “Hemos producido un sustancioso acuerdo sin precedente aquí en Copenhague. Por primera vez en la historia, las mayores economías hemos venido juntas a aceptar responsabilidades.”
En su clara e irrebatible exposición, nuestro Canciller afirma: “¿Qué quiere decir eso de que ‘las mayores economías hemos venido juntas a aceptar nuestras responsabilidades’? Quiere decir que están descargando un importante peso de la carga que significa el financiamiento para la mitigación y la adaptación de los países sobre todo del Sur al cambio climático, sobre China, Brasil, India y Sudáfrica; porque hay que decir que en Copenhague se produjo un asalto, un atraco contra China, Brasil, India, Sudáfrica y contra todos los países llamados eufemísticamente en desarrollo.”
Estas fueron las palabras contundentes e irrebatibles con las que nuestro Canciller relata lo sucedido en Copenhague.
Debo añadir que, cuando a las 10 de la mañana del día 19 de diciembre nuestro vicepresidente Esteban Lazo y el Canciller cubano se habían marchado, se produce el intento tardío de resucitar al muerto de Copenhague como un acuerdo de la Cumbre. En ese momento no quedaba prácticamente ningún Jefe de Estado ni apenas Ministros. De nuevo la denuncia de los restantes miembros de las delegaciones de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros países derrotaron la maniobra. Así finalizó la ingloriosa Cumbre.
Otro hecho que no puede olvidarse fue que en los momentos más críticos de ese día, en horas de la madrugada, el Canciller de Cuba, en unión de las delegaciones que libraban su digna batalla, le ofrecieron al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, su cooperación en la lucha cada vez más dura que se estaba librando, y en los esfuerzos que deben llevarse a cabo en el futuro para preservar la vida de nuestra especie.
El grupo ecológico Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advirtió que el cambio climático quedaría fuera de control en los próximos 5 a 10 años, si no se recortan drásticamente las emisiones.
Pero no hace falta demostrar lo esencial de lo que aquí se afirma sobre lo que hizo Obama.
El Presidente de Estados Unidos declaró el miércoles 23 de diciembre que las personas tienen razón en estar decepcionadas por el resultado de la Cumbre sobre el Cambio Climático. En entrevista por la cadena de televisión CBS, el mandatario indicó que “‘en vez de ver un total colapso, sin que hubiese hecho nada, lo que hubiera sido un gigante retroceso, al menos pudimos mantenernos más o menos donde estábamos’…”
Obama -afirma el despacho noticioso- es el más criticado por aquellos países que, de forma casi unánime, sienten que el resultado de la Cumbre fue desastroso.
La ONU ahora está en un aprieto. Pedirles a otros países que se adhieran al arrogante y antidemocrático acuerdo sería humillante para muchos Estados.
Continuar la batalla y exigir en todas las reuniones, particularmente las de Bonn y de México, el derecho de la humanidad a existir, con la moral y la fuerza que nos otorga la verdad, es a nuestro juicio el único camino.


«Al Gore difunde falsas evidencias»


El autor de El ecologista escéptico, Bjorn Lomborg, propone en un nuevo libro acabar con Kioto y destinar el dinero a la lucha contra el sida y la malaria

Por Manuel Ansade (Pùblico)

"El texto emplea la estrategia de aquellos que niegan que los judíos fueran seleccionados por los nazis para el exterminio". Así se despachaba la revista Nature en una crítica feroz al libro El ecologista escéptico, publicado en 2001. Su autor, el politólogo danés Bjorn Lomborg (Copenhague, 1965), está en España para presentar la secuela, En frío (ambos editados por Espasa), una guía que propone enterrar el Protocolo de Kioto y destinar su presupuesto a combatir el hambre, la pobreza y las enfermedades.
Por su anterior título, Lomborg recibió denuncias por deshonestidad científica y varios tartazos en la cara, lanzados por militantes ecologistas. Nada logró evitar que ahora vuelva a las andadas.
¿Admite que el calentamiento global es un gran problema?
Es un problema global y, desde luego, no es trivial. Pero no es el desafío crucial de la humanidad en el siglo XXI.
¿Qué medidas propone en lugar del Protocolo de Kioto?
Creo que existe el riesgo de que caigamos otra vez en el error de Kioto. En 1992, en la Cumbre de Río de Janeiro, se decidió reducir las emisiones de CO2 a los niveles de 1990 en un plazo de ocho años. No lo hicimos. En 1997, en Kioto, dijimos: "Bueno, esto no funciona muy bien, pero intentémoslo de nuevo, con exigencias más duras". Lo hicimos. Y probablemente superaremos los objetivos de Kioto en un 25%.
Si hemos fallado dos veces, no es razonable intentarlo una tercera en la reunión de Copenhague, en 2009, y encima con metas más ambiciosas. Es una buena oportunidad para no ser estúpidos de nuevo. Mi libro es un intento de encontrar medidas más inteligentes. En lugar de recortar las emisiones, que sólo sirve para que nos sintamos bien, deberíamos invertir en investigación y desarrollo de energías que no emitan CO2, como la solar, la eólica y los biocombustibles. Es mucho más barato y efectivo. El nuevo Tratado de Copenhague debería proponer una inversión del 0,05% del PIB en investigación de estas nuevas tecnologías.
¿Por qué cree que su idea es más "inteligente" que la propuesta por miles de científicos?
Es importante dejar claro que yo acepto lo que dice el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC). El IPCC es políticamente neutro, sólo dicen que hay un problema y que es necesario arreglarlo. Totalmente de acuerdo. Pero los que proponen medidas como el Protocolo de Kioto no son científicos ni economistas, son políticos. Y ellos siempre hablan de lo que nos hace sentir bien. Yo hablo de lo que en realidad funciona, y reconozco que quizás no sea políticamente vendible, pero es mejor para el mundo.
¿Cómo puede un politólogo estar en desacuerdo con el consenso científico en temas tan complejos?
Creo que no discrepo del consenso científico. Yo vengo de las ciencias sociales y acepto las ciencias naturales del IPCC. El cambio climático es real, pero cuando tenemos un problema, hay que hablar de cómo lo afrontamos. Y eso es una tarea para las ciencias sociales. Si preguntas a un experto en seguridad vial cómo evitar los accidentes, te dirá: "Reduce el límite la velocidad". Y es cierto, podemos eliminar la mortalidad en la carretera si ponemos un tope de velocidad de 5 km/h. Pero entonces no podremos ir a ningún sitio.
No se puede preguntar sólo a los especialistas, hay que tener una visión global. Y eso es lo que intentamos hacer en el Consenso de Copenhague [una conferencia de economistas fundada por Lomborg cuyo fin es establecer las prioridades a la hora de afrontar los retos del siglo XXI].
¿Qué sugieren?
Queremos ver cómo conseguir más beneficios para la sociedad con el mismo presupuesto. Podemos invertir en sanidad, en educación, en cambio climático... Y, evidentemente, todas las áreas dirán: ¡Dame a mí el dinero! Tenemos que ver quién tiene las ideas más inteligentes.
Si inviertes un euro en prevenir el sida, la malaria o la malnutrición, producirás 40 euros de beneficios sociales. Pero con políticas como el Protocolo de Kioto, por cada euro que gastes obtendrás 30 céntimos. Es estúpido. Tenemos un problema, pero eso no significa que haya que salir corriendo a resolverlo. Hay que evitar el pánico y reflexionar en frío.
Hace unos meses, el jefe de la oposición en España, Mariano Rajoy, afirmó que es imposible predecir lo que va a ocurrir dentro de 300 años. ¿Está de acuerdo?
Obviamente, no sabemos exactamente lo que va a pasar. Tiene sentido mirar hacia el futuro como lo hacen ahora los modelos climáticos, pero también deberíamos darnos cuenta de hasta qué punto podemos ayudar a la gente de otras maneras.
¿Era necesaria una segunda parte de ‘El ecologista escéptico'?
Sí, porque ahora sabemos mucho más sobre el cambio climático. En frío habla de los avances en las diferentes áreas, y de por qué recortar las emisiones de CO2 no es la manera más efectiva para ayudar a la gente. Pongamos un ejemplo. Los casos de malaria aumentarán con el calentamiento y, al final del siglo, el número de enfermos habrá crecido un 3,2%. Con el Protocolo de Kioto podemos impedir el 0,2% de casos de malaria.
¿Para qué centrarnos en evitar el 0,2% de casos en un siglo cuando tenemos ahora un 100% al que podemos auxiliar de una manera mucho más barata? Por cada muerte que Al Gore pueda evitar, otras medidas más inteligentes pueden impedir 35.000.
La Royal Society de Londres reaccionó al filme El gran timo del cambio climático diciendo: "Aquellos que promueven puntos de vista de la periferia de la ciencia, ignorando el peso de la evidencia, participan en un juego peligroso". ¿Juega usted también a un juego peligroso?
No he visto la película, pero es cierto que no hay que difundir falsas evidencias. En cualquier caso, ¿no es eso lo que está haciendo Al Gore? En mi opinión, decir que el nivel del mar no va a subir es mentira, pero también lo es que nos vamos a ahogar bajo el océano.
Hay muchas páginas web que documentan errores en sus libros. ¿Admite los fallos?
Estoy seguro de que hay errores en mis libros. La persona más activa en detectar mis errores tiene una web, www.lomborg-errors.dk. Es un biólogo desempleado con mucho tiempo libre. He escrito un libro rebatiendo sus argumentos. No le gustan mis conclusiones y busca errores. No hay duda de que no todo va a ser verdad en mis libros, pero es lo mejor que soy capaz de hacer.