LEYENDA JAPONESA SOBRE EL ORIGEN DE UN CUADRO
Hacía tiempo que Tosa Mitsunobu DESEAR retratar el Hyakki Yakō (la fantasmal
procesión, o desfile, de los cien espíritus), cuando OÍR hablar de un monje
peregrino que se había encontrado con esta espectral comitiva mientras PERNOCTAR
en las ruinas del viejo templo llamado Shozenji, antiguamente situado en las
afuera de Fushimi, cerca de Kioto.
De este templo se DECIR que ESTAR deshabitado desde el
trágico día en el que una banda de ladrones MATAR a todos sus habitantes.
Aunque otros monjes INTENTAR sustituirlos, DESISTIR al poco tiempo, debido a
los fantasmas que, según decían, lo HABITAR . Pero esto había sucedido muchos
años atrás.
El peregrino, que PROCEDER de una ciudad lejana, no ESTAR al
tanto de la siniestra leyenda del lugar, y como ya se había hecho de noche y
una tormenta AMENAZAR con desatar su furia sobre él, DECIDIR refugiarse en el
templo abandonado. BUSCAR una habitación pequeña y en buen estado, en la cual,
tras cenar un cuenco de arroz, se ECHAR a dormir
A las dos de la noche, lo DESPERTAR una gran algarabía de
ruidos. Al acercarse al edificio principal, DESCUBRIR que en su interior se
habían reunido decenas de espectros y duendes, de las formas más diversas, que
REÍR, JUGAR y DANZAR.
Se TRATAR del Hyakki Yakō, y el peregrino, aunque asustado,
no PODER evitar quedarse un rato observándolos, hasta que APARECER otros espíritus de aspecto más
grotesco y horrible, momento en el cual echó a correr de vuelta a su
habitación, en donde se ENCERRAR hasta que los sonidos extraños CESAR y se
HACER de día.
Esta era más o menos la historia que el peregrino, aún
temblando, le RELATAR aquella misma mañana a un comerciante de Fuchimi, y que
este a su vez le CONTAR al afamado pintor Tosa Mitsunobu unas semanas después,
mientras este se HALLAR de paso en la ciudad.
Esperando encontrar inspiración para su ansiado cuadro,
Mitsunobu COGER sus cuadernos y sus pinturas y se DIRIGIR hacia el templo
Shozenji, dispuesto a pasar la noche en él.
Cuando LLEGAR , el sol acababa de ponerse. ENTRAR en la sala
principal y MONTAR guardia durante horas, sin percibir ningún ruido o visión
que se saliera de lo normal, hasta que a eso de la medianoche su atención se
vio atraída por una extraña luminiscencia que parecía provenir de las paredes. COMPROBAR
con sorpresa que allí APARECER dibujados duendes y espectros; SER el Hyakki
Yakō, reflexionó el pintor, que se MANIFESTAR para él brillando tenebrosamente
en las paredes.
A la luz de la luna, Mitsunobu se APRESURAR a copiar en su
cuaderno las más de doscientas figuras, cada una diferente y más grotesca que
la anterior. En ello EMPLEAR toda la noche, terminando justo cuando la primera
luz de la mañana IRRUMPIR en la sala y los espectrales dibujos DESAPARECER.
Antes de partir, EXAMINAR por última vez las paredes. ESTAR recubiertas
de grietas y musgos de diferentes colores, que DAR lugar a formas caprichosas,
las cuales de pronto le RESULTAR muy familiares. Tosa Mitsunobu EMITIR una
sonora carcajada al comprender que aquellos SER los fantasmas que había visto
durante la noche. Apenas grietas y desconchones en la pared convertidos en
terribles espectros gracias al azar y a su excitada imaginación, sugestionada
por la historia del peregrino, quien probablemente fuese víctima de una ilusión
similar a la que él acababa de sufrir.
Pero, después de todo, ¿qué importancia TENER eso?… ¿Acaso
no había logrado al fin pintar el Hyakki Yakō?