lunes, 2 de noviembre de 2009

B2: Viaje al futuro


Entre el desierto de Mojave y el 6 de la calle Half Moon de Londres se trama un sueño espacial: un paseo por el espacio de dos horas y media por 200.000 dólares. Puede ocurrir a finales del 2010 y ya hay doce reservas en España. Galactic Virgins quiere además entrenar a astronautas, lanzar satélites baratos y volar saliendo de la atmósfera para saltar de un continente a otro.

Por María del Mar Rodríguez

Londres. Barrio de Mayfair. 6, Half Moon Street. El inmueble pasa inadvertido a los ojos del paseante. Nada en el exterior invita a pensar que en este pequeño edificio victoriano germinan las semillas del futuro. El interior tampoco guarda sorpresas. El cuartel general de Virgin Galactic se asemeja más a un elegante pero anodino despacho de abogados que a Cabo Cañaveral. Tal vez para no defraudar las expectativas del visitante con imaginación, unos vistosos pósters de sus naves espaciales decoran las paredes desnudas de unas oficinas donde trabajan no más de veinte personas. Dentro del pequeño ascensor alguien ha colocado unas figuritas de la misión del Apolo 11 tipo Playmobil; también está el Yoda. Este minúsculo detalle parece revelar el espíritu poco convencional de quienes se aventuran a hacer fortuna en el espacio, ajenos al encorsetamiento paralizante de la NASA y a la vieja burocracia soviética. Will Whitehorn, presidente de la compañía, obedece al arquetipo de emprendedor sin corbata de la era Gates. Hombre de confianza del magnate Richard Branson en su vasto conglomerado empresarial, este escocés que todavía no ha cumplido los cincuenta comparte con su jefe carisma, entusiasmo y una indudable visión romántica del espacio.

6 Half Moon Street no es 47 Saville Road, donde Julio Verne situó la residencia londinense de su célebre viajero, pero sin duda goza de cierta aureola de fábrica de sueños arriesgados que trasciende con mucho el significado de lo que allí se vende. El producto de Virgin Galactic no es otro que un pasaje para la excursión más cara y extraordinaria de la historia que podrá realizarse a finales de este año o quizá en el 2010. Un paseo por el espacio de dos horas y media con la posibilidad de experimentar la gravedad cero y contemplar la curvatura de la Tierra por el precio de 200.000 dólares. Pero hay algo difícil de describir en las oficinas de Virgin Galactic que va más allá de esa imagen de atracción de feria para ricos que, seguramente de forma justificada, pesa sobre el turismo espacial. El número 6 de la calle de la Media Luna parece formar parte de un hilo imaginario que pasaría por Saville Road, la Real Sociedad Geográfica y otros escenarios londinenses que hicieron posibles las gestas de Scott, Shackelton o Livingston. A Fileas Fog le hubiera gustado comprobar que Inglaterra todavía es capaz de soñar el futuro sin dejar de tomar el té de las cinco.

Tal y como lo cuenta Will Whitehorn, ese futuro se nutre no sólo de nuevos prodigios de la técnica e importantes cantidades de dinero. También de lunas reales, imaginadas y sobre todo televisadas. El nombre de la calle donde trabaja diariamente este hombre enérgico aficionado a la horticultura es más que revelador. “Esta es la aventura de la generación que vio la llegada del hombre a la Luna por la televisión y que oyó decir a sus padres: ‘Algún día vosotros iréis allí’. Virgin Galactic es el resultado de los sueños de una generación marcada por una imagen tan poderosa.” Pero el futuro no llegó tan rápido como pensaron los niños que crecieron en los albores de la era espacial. La posibilidad de recuperar el tiempo perdido les viene ahora de la mano de un pequeño pero dinámico grupo de empresas que pretenden llevar sus actividades más allá de la línea Kármán, la frontera espacial, Eldorado de nuestro tiempo. Virgin, Space Adventures, Bigelow Aerospace, Blue Origine, Armadillo, entre otras, protagonizan esta nueva carrera espacial que ya empieza a dar sus frutos. Sus fines y objetivos varían tanto como sus estrategias; algunas actúan de una manera tan secreta que ni si quiera desvelan detalles de su logotipo y otras cuentas con las dosis de marketing a la altura de sus mediáticos fundadores.
Un regalo en el desierto
Frente a otros competidores, Virgin Galactic ha ido completando hitos importantes y apostando por caballos ganadores más allá de publicistas capaces de organizar actos superferolíticos en islas privadas. Whitehorn encontró en el desierto de Mojave a su media naranja tecnológica, el reputado ingeniero aeroespacial Burt Rutan, presidente de Scale Composites. El nombre de Rutan pasó a la historia de la aviación el 4 de octubre del 2004 tras lograr poner en el espacio por dos veces en un plazo de quince días el primer vehículo espacial tripulado de capital privado y hacerse así con el codiciado Ansari XPrize. Los 30 millones de dólares que costó el juguetito de alas acrobáticas diseñado por este ingeniero de Oregón fueron financiados íntegramente por Paul Allen, uno de los dos fundadores de Microsoft. Pero el socio de Bill Gates no estaba interesado en explotar comercialmente el extraordinario aparato suborbital; sólo quería demostrar que era tecnológicamente posible construirlo y hacer que volara. Lord Branson se encontró así con su particular Deus ex machina en medio del desierto californiano y consiguió su licencia en exclusiva para Virgin. La maqueta de la nave luce ahora en el despacho de Whitehorn, y los pósters que decoran las blancas paredes no son otros que los de las emblemáticas figuras del Space-
ShipTwo y del WhiteKnightTwo, variantes de los diseños originales de Rutan, y puntales de toda esta aventura de lores, visionarios, fortuna, ambición, sueños y riesgo. En definitiva, los clásicos del género.
“¿Cuándo? Este no es un proyecto con fecha, está basado en hitos, etapas, cuando alcanzamos un logro pasamos al siguiente.”


Empiezan las pruebas
Las cosas van rodando. La nave nodriza WhiteKnightTwo salió de los hangares de Mojave el pasado mes de julio, ha llevado a cabo ya pruebas en tierra y comenzó el 22 de diciembre las de aire. “Hay programadas unas 200 pruebas, confío en que seis meses más tarde podamos empezar a probar ambas naves conjuntamente. En dos años, la frecuencia de vuelos estará normalizada.” Virgin espera que en el próximo lustro bajen drásticamente los precios para poder llegar a las más de 80.000 personas que han mostrado serio interés en participar en el proyecto. La compañía ha encargado una flotilla de cinco naves espaciales y dos aviones nodrizas que se construirán en Mojave, donde Virgin tiene a 200 personas trabajando bajo la sabia batuta de Rutan. La selección de pilotos y astronautas también va a buen ritmo. Por las características de las naves, se requieren pilotos con experiencia en cazas militares, aviones de pasajeros y vuelo sin motor, pues la reentrada a la atmósfera se hace planeando. “Aún así, hemos recibido unos 10.000 currículum.”

Pero las miras de Virgin van mucho más allá de establecer un ferry diario a la frontera del espacio a corto plazo. “El turismo es el producto principal pero no el único.” La reforma en el diseño de la nave nodriza abre nuevas líneas de negocio que permitirán recuperar más fácilmente la millonaria inversión que la empresa ha realizado en el proyecto, el más caro de todo el conglomerado Virgin. La observación meteorológica, el entrenamiento de astronautas y el lanzamiento de pequeños satélites a coste muy inferior del actual son los campos que Virgin ya ha abierto, para satisfacción de universidades y centros de investigación de todo el mundo. A más largo plazo, la tecnología de sus naves podría ser utilizada en la próxima generación de vuelos intercontinentales hipersónicos, aquellos que saldrán y entrarán de la atmósfera en vez de circunvolar la Tierra. Todo un salto cualitativo que recortará sustancialmente la duración de los trayectos. Se podrá tomar el té en Londres a las cinco y acudir a un estreno en la ópera de Sydney horas después.
Por razones meramente prácticas, el arquitecto Grant Brooker parece un serio candidato a utilizar este tipo de vuelos. Como director ejecutivo del estudio Foster&Partners, este afable fan del Chelsea seguramente tendrá en su haber más horas de vuelo que bastantes pilotos. Hong Kong ha sido su base de operaciones durante los últimos siete años y desde que hace uno se hizo responsable del proyecto de puerto espacial que utilizará Virgin en Nuevo México, ha añadido Alburquerque a la lista de aeropuertos en los que recala con cierta frecuencia.

La sugerente maqueta de la terminal casi pasa inadvertida entre los cientos de jóvenes arquitectos de aspecto extraordinariamente competente y competitivo que pueblan este poderoso escenario junto al Támesis. Brooker está convencido de que a su proyecto estrella le espera mejor suerte que la que podrían correr maquetas vecinas de vitrina, como la del estadio del Barça o la de la torre Rusia de Moscú. Su cliente es el gobierno de Nuevo México, y Virgin Galactic es el arrendatario para los próximos treinta años.
Espíritu de nueva frontera
La voluntad del gobernador Bill Richardson, futuro secretario de Comercio de Obama, ha sido determinante en el proyecto, una apuesta estratégica con vistas a inyectar dinamismo a la economía local y hacer de Nuevo México un hot spot en el prometedor sector espacial, donde se ubicarán hangares, terminales y pistas de otras compañías. “Las obras todavía no han comenzado, si fuéramos allí hoy sólo veríamos esto”, dice señalando a una foto de un terreno desértico. Pero donde el visitante sólo alcanza a ver un inhóspito paraje, Brooker ve “un entorno natural extraordinario de paisajes vírgenes, condiciones atmosféricas ideales para los vuelos y una carga histórica que recoge el espíritu de nueva frontera que define la formación de Estados Unidos”.

Lejos del célebre wow-factor (¡Guau! ¡Vaya edificio!), el proyecto del estudio de lord Foster “pretende guardar el máximo respeto al entorno, buscando una forma orgánica que se integre perfectamente en el paisaje, ligeramente empotrado en el terreno para confundirse con él y aprovechar su efecto de aislamiento en las extremas condiciones del desierto”. El resultado visible de todo esto es una sugerente silueta mezcla de manta raya recostada sobre el lecho marino y nave espacial muy del gusto de Georges Lucas. “Buscábamos una identidad fuerte que recuerde al astronauta su fuerte vinculación con la Tierra que abandona pero también queríamos que la propia terminal fuera parte de la aventura espacial.”

En estos grandes ventanales frente al Támesis, Brooker comparte con Whitehorn esa sensación de que está trabajando en algo verdaderamente único. “Ningún otro proyecto en el que he participado hasta ahora se parece a este.” Y si Brooker mira al río y es capaz de transportarse a un desierto donde despegan y aterrizan naves espaciales quién sabe con qué destino, Whitehorn no se queda atrás. Su disertación sobre las extraordinarias posibilidades de la aeronáutica le llevan a soñar con vuelos suborbitales que partirán de emplazamientos repartidos por todo el mundo, vuelos orbitales, transbordadores… de tal modo que el Airbus A-320 que me lleva de vuelta a casa me parece ahora una verdadera antigualla. La sensación es de entusiasmo pero también de cierto vértigo ante lo que está por venir. Apasionante, en todo caso. A Julio Verne le hubiera gustado.

“Será flipante, bestial”
Amante de los viajes al límite, Ana Bru se convertirá en la primera española en ir al espacio. Como el célebre lotero de Sort, ya ha pasado por la centrifugadora que reproduce las extremas condiciones de aceleración del SpaceShipTwo. Tal vez a ella la experiencia le resultó más familiar. Hija del fundador de la célebre marca de lavadoras, su agencia de viajes Bru&Bru tiene la exclusiva para España y Andorra de los viajes suborbitales de Virgin Galactic. Con doce clientes de los que Ana Bru no proporciona ni siquiera su procedencia geográfica, España se sitúa sorprendentemente a la cabeza del mercado europeo. “No somos ricos snobs, sabemos exactamente lo que hacemos y lo que significará en nuestras vidas. Y estoy segura de que será fliplante, bestial.”
Los pioneros de esta aventura tienen en común algo más que el entusiasmo por contar los detalles de su próxima escapada y el boyante estado de sus cuentas corrientes. “Nuestro cliente tipo tiene unos cuarenta años, buenos conocimientos científicos y lleva soñando toda su vida con este viaje”, explica Whitehorne. De las 290 personas con reserva en firme, un 63 por ciento son hombres y un 37 por ciento mujeres; muchos son aficionados a la aeronáutica y un 40 por ciento dispone de licencia de vuelo. Stephen Hawing es el único invitado por Virgin, pero hay más celebridades. Richard Branson, Philippe Starck, James Lovelock, Victoria Principal, Bryan Singer, Beatriz de Inglaterra… El viaje al espacio es, en parte, un juego de estrellas terrícolas de diferentes universos: visionarios, hombres de negocios y jóvenes cachorros de sangre azul.

Fuente: Magazine La Vanguardia.
http://www.magazinedigital.com/reportajes/viaje_al_futuro/reportaje/cat_id/85