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Un cadáver ‘low cost’
Por Rafael Ramos. La Vanguardia.
Las compañías low cost (1) por las patatas fritas y la coca-cola, por el privilegio de subir primero a bordo y evitar así las (2), por facturar más de una maleta, por llevar los esquís y los palos de golf, por un seguro para accidentes, por el exceso de tamaño y de peso, por no llevar (3) la tarjeta de embarque, y hasta hay una que se plantea un cargo extra para quienes opten por ir sentados en el avión y no simplemente de pié al final de la cabina. Pero, ¿y el precio de viajar con un cadáver?.
Por el momento no ha habido ocasión de comprobarlo, porque las ciudadanas alemanas Gitta Jarant y Anke Anusic vieron frustrado su intento de introducir con toda naturalidad (y sin pagar recargo alguno) el cuerpo del anciano Curt, de 91 años, marido de la primera y padrastro de la segunda, en el vuelo de Easy Jet número 7223 con orígen en el aeropuerto John Lennon de Liverpool, y (4) Berlín.
‘Al enterarme se me (5) la carne de gallina, es lo más extraordinario que me ha pasado jamás’, dice Leah Gandy, de 22 años, (6) del check-in y acostumbrada a lidiar con pasajeros furiosos por las cancelaciones, retrasos, cambios de ruta y costes ocultos, pero para quien el intento de sentar a un muerto en el asiento 22-F y ponerle el cinturón de seguridad constituyó una auténtica novedad, y ni siquiera le consuela el hecho de que el fallecido (7) un antiguo piloto de una aerolínea rusa…
La policía de Liverpool ha informado que ‘los agentes de servicio en el aeropuerto fueron notificados de la muerte de un hombre en la terminal, y dos mujeres de 66 y 44 años respectivamente (Gitta y Anke), ciudadanas alemanas, fueron arrestadas como (8) de no notificar la existencia de un cadáver, y puestas posteriormente en libertad bajo fianza. El médico forense ha sido debidamente informado por si procede la autopsia, mientras continúan las pesquisas’.
Lo que ocurrió al (9) es que el anciano Curt Willi Jarant, que estaba y delicado de salud y padecía Alzheimer, (10) su deseo de morir en Alemania, y su mujer e hijastra –que desde (11) pocos años vivían con él en la deprimida localidad industrial de Oldham, cerca de Manchester- tenían comprados tres billetes a Berlín para que pudiera (12) su deseo. Pero la muerte le sobrevino antes de la fecha prevista para el viaje (se especula que unas veinticuatro horas), y la pareja de mujeres decidió que lo mejor era seguir (13) con el plan original. Al fin y al cabo, ¿quién iba a (14) de que estaba muerto?.
Gitta y Anke llamaron a un taxi y dijeron al conductor que no se (15), que era anciano y frágil, estaba dormido y no se despertaría. Cuando llegaron al aeropuerto pidieron asistencia para trasladar a Curt en una silla de ruedas hasta la zona de facturación. ‘La cosa me olió a chamusquina desde el momento que levanté el cuerpo del buen hombre, que estaba frío y completamente rígido, y uno ha visto muchas películas… Pero (16) así hice lo que pude por ayudar a las señoras’, cuenta Andrew Millea, un trabajador del aeropuerto.
El osado intento acabó en la cola para hacer el check-in, porque los empleados de Easyet llamaron a un médico, que en seguida le tomó el pulso a Curt y comprobó que se había ido al otro barrio. Las dos mujeres se pusieron hechas un basilisco, gritando, pidiendo explicaciones y (17) con protestar a la embajada alemana. No porque el vuelo a Berlín (18) retrasado, sino por la afrenta de no poder viajar en una low cost con un cadáver…
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/londres/?p=326