1. Conjugue los verbos en mayúscula.
2. Debate: ¿Qué le llama la atención del texto?
Soy un atleta trans.
Prefiero competir como yo mismo que ganar
Por Iszac Henig
Henig es nadador universitario y está en su último año en la
Universidad de Yale.
8 de enero de 2023
La primera vez que recuerdo sentirme distinto de quienes me (RODEAR)
fue en cuarto de primaria. Me sentía como si me (EMPUJAR) a un escenario para
que (ACTUAR) sin haberme dado un guion. En todas las interacciones SENTIR que
algo que no ENCAJAR. Reconocer mi bisexualidad en séptimo curso me DAR cierto
grado de consuelo, como una vela encendida en medio de una oscura confusión,
pero incluso entonces aún HABER mucho de mí que me PARECER indiscernible.
A pesar de crecer en la progresista California, no SER sino
en octavo cuando CONOCER a una persona trans. Él VERBALIZAR sentimientos a los
que yo no SER capaz de ponerles nombre, como sentirte desubicado en tu propia
piel o ser percibido como una niña. Después de leer en internet historias sobre
otras personas con la misma revelación, TENER la certeza suficiente de que SER trans
como para decirle a mi madre que yo SER su hijo, no su hija.
Sin embargo, no ESTAR preparado para llegar hasta el final,
y me RETRAER. LLEGAR a la conclusión de que DEBER intentar ajustarme a una
identidad lo más parecida a la “normal” posible, y seguir el camino que PARECER
más fácil.
A pesar de esforzarme cuanto PODER por minimizar mi
identidad queer, los susurros sobre la “lesbiana intimidante” me ACOMPAÑAR durante
la primera semana en un nuevo colegio de la secundaria. A causa de la homofobia
que INTERIORIZARprofundamente, que me PERCIBIR con tanta claridad como queer me
PARECER lo peor que le PODER pasar a alguien que SER nuevo. REDOBLAR mis
esfuerzos por encajar, y me DEJAR crecer el pelo, me PONER ropa más
tradicionalmente femenina y APRENDER a maquillarme. Nada de esto me AYUDAR a
sentirme mejor o más seguro de mí mismo, pero CAMBIAR la forma en la que me PERCIBIR
los demás.
Con el tiempo, se me IR dando mejor ponerme la máscara de
ser considerada mujer. ECHAR un vistazo al guion de mis amigas y PRACTICAR sus
frases. La negación de mi verdadero yo se CONVERTIR en un acto reflejo. Si me PREGUNTAR
entonces, te DECIR que SER una mujer cisgénero. ESTAR completamente
desconectado de mí mismo, e ignoraba lo infeliz que SER en el fondo.
Me SENTIR más valorado y más cerca de mi verdadero yo cuando
PRACTICAR natación, el deporte en el que LLEVAR compitiendo desde los 4 años.
En el agua, PODER concentrarme en el placer de la competición. Ninguna
sensación es comparable a la de esforzarte para alcanzar a la persona que va
delante de ti, a sorprenderte de lo que eres capaz. Se ELOGIAR mi fuerza y mi
musculatura, tradicionalmente valores masculinos.
Cuando TENER 14 años, mi equipo de relevos ROMPER un récord a nivel nacional en Estados
Unidos en nuestra categoría. Un par de meses después, CLASIFICAR para las
Olimpiadas de 2016 y COMPETIR en las pruebas por equipos, aunque al final SER descalificado
por moverme en el poyete de salida a causa de los nervios. A los 18 años, ESTAR entre las 20 primeras nadadoras de California y entre las
primeras 100 del país.
VALORAR mis aportaciones al éxito del equipo. CONSTRUIRI parte
de mi identidad en torno a la competitividad, y DISFRUTAR del respeto que se
les TENER a quienes se ESFORZAR por ganar. PODER definirme por lo que SER capaz
de hacer más allá de la norma, y no por cómo LOGRAR encajar en ella. No NECESITAR
preguntarme quién SER, como sí HACER en la escuela o en los entornos sociales.
Cuando me FICHAR Yale, me ENTREGAR de lleno a los valores de
la natación universitaria, donde lo primero es el equipo. Me concentré más en
las puntuaciones y en apoyar a mis compañeras, y menos en mí mismo y en mis
marcas. SOLER competir en relevos, para mí la parte más colaborativa y
divertida de la natación. Me CLASIFICAR en cuarto lugar en la prueba de 50 metros libres
de los Campeonatos de Natación y Buceo Femeninos de la Ivy League durante mi
primera temporada, y OBTENER las puntuaciones más altas del equipo femenino en
mi primer curso.
A pesar de estas victorias, la mera existencia me SUPONER un
esfuerzo. HACER amigos y CONECTAR con otras personas queer en el campus, pero
me DAR la sensación de que las mujeres que CONOCER ENTENDER algo que a mí se meESCAPAR.
Me SENTIR de lo más incómodo en el vestuario. Era un lugar importante para
crear lazos con el equipo, donde se comentan las pruebas y se habla de cosas
exclusivamente de chicas. Pero nunca me concentraba en eso. PENSAR que mi
intranquilidad se DEBER a que me PREOCUPAR que mi sexualidad PODER incomodar a
las demás. No CONSIDERAR aún que la verdadera razón por la que me SENTIR tan
desubicado SER la sensación de estar en el vestuario incorrecto.
Cuando EMPEZAR la pandemia en la primavera de mi primer
curso, nos MANDAR a casa. Con las piscinas cerradas, me QUEDAR varado en mis
propios pensamientos. EMPEZAR a preguntármelo todo sobre mí otra vez, a
tropezar en la oscuridad que HABER en mi cabeza. DECIDIR tomarme un año
sabático para concentrarme en mi salud mental, con la ventaja añadida de no
perder temporadas de cara a la beca deportiva. De haberme quedado, PEDER una de
mis temporadas de natación en Yale.
Me sentía inseguro de mi identidad, de mis decisiones
vitales, de mi compromiso con la natación; incluso estaba inseguro de querer
seguir viviendo. Para poder sobrevivir, intenté convertirme en la versión más
ideal de mí que podía imaginarme entonces: en una mujer empoderada que estaba
cómoda con su sexualidad.
Pero cuanto más me AFERRAR a la identidad de mujer, peor me SENTIR.
Al darme cuenta de esto con la ayuda de mi psicoterapeuta, me SUMERGIR en la
identidad queer, y EXPLORAR el equilibrio entre la masculinidad y la feminidad,
en especial con su proyección en la vestimenta. Así fue como DESCUBRIR los binders,
las fajas para el pecho que le dan un aspecto más tradicionalmente masculino.
La primera vez que me PONER uno, lo PROBAR con todas las
camisetas con y sin mangas, jerséis y sudaderas que tenía. “Así es como siempre
me IMAGINAR que DEBER quedarme la ropa”, PENSAR . Me SENTIReufórico.
Finalmente, me PERMITIR cuestionarme mi identidad como
mujer, y DEJAR que esas parpadeantes preguntas FORMAR una hoguera en medio de
la oscuridad.
TARDAR meses en reconocer que era trans. LLEVAR toda la vida
interiorizando los mensajes negativos en torno a ser trans. Pero cuanto más me INCLINAR
hacia mi autenticidad, menos me COSTAR respirar. Todo —incluso cosas que
aparentemente no tenían nada que ver con ello, como trabajar o hacer la compra
del mercado— me RESULTAR más fácil.
Decidí dejarme llevar por la corriente de mi vida, en vez de luchar contra
ella.
Dar el paso hacia mí mismo fue —y SEGUIR siendo— un largo
proceso que conllevó un cambio de nombre y de pronombres y una doble
mastectomía a principios de 2021. Cuando VOLVER al campus aquel otoño para
empezar mi tercer año, TENER que tomar una decisión importante: ¿en qué equipo COMPETIR
en mis dos últimos años de universidad?
Mis entrenadores me DAR la opción de unirme al masculino o
al femenino, y mis compañeros de ambos equipos lo aceptaban. Mis marcas eran lo
suficientemente buenas como para competir sin beca en el equipo masculino.
Al principio, decidí seguir con las mujeres. Me había
comprometido con ese equipo. Lo conocía, y quería a mis compañeras. SABER que
la transición no REQUERIR necesariamente que meHORMONAR ; y que la Asociación
Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por su sigla en inglés) establece en sus reglas que los atletas sometidos
a una hormonoterapia con testosterona deben competir en equipos mixtos
específicos o masculinos.
También era consciente de que en el equipo masculino ESTAR más
cerca del nivel más bajo.
Sin embargo, la incoherencia de vivir como hombre en un
equipo de mujeres fue más difícil de lo que me ESPERAR.
Los “¡Vamos, chicas!” para animarnos, el letrero de
“MUJERES” al entrar al vestuario, algún pronombre que se escapaba aquí y allá y
la irritante incongruencia del traje de natación de mujer que me ponía para
competir: todo sumaba.
Las nadadoras de Yale están entre mis mejores amigas, pero
estar con ellas en el equipo explicitaba de todas las maneras posibles que no
era una mujer. Mi salud mental empezó a empeorar otra vez, y, al cabo de unos
meses, le confesé a una amiga: “No sé si puedo seguir con esto”. Ni siquiera
habíamos tenido nuestra primera competición oficial.
Acabé entendiendo que no pertenecía al equipo femenino. Y ANSIAR
un espacio al que sí PERTENECER.
Muchas personas tienen reservas o incluso se resisten con
fuerza a la participación de los atletas trans en los deportes, y en especial
en los equipos femeninos. Comprendo que a algunas personas les puedan preocupar
la justicia deportiva o la igualdad. Pero lo que parece obviarse en esa
conversación es nuestra humanidad.
Quizá no parezca tan complicado nadar en un equipo que no se
corresponde con tu verdadero yo; pero pensemos en lo agobiante que SER pasar 20
horas a la semana en un lugar donde sientes que no perteneces. Al final, en mi
caso, esa realidad HACER que me COSTAR salir de la cama para ir a entrenar.
Todos los deportistas deberían poder ser ellos mismos, de
forma plena y auténtica, entre sus compañeros de equipo, y poder practicar su
deporte sin temor a la discriminación.
Acabé teniendo la mejor temporada de natación de mi vida en
el equipo femenino, casi sin derrotas. Gané mi primer título individual de la Ivy League en los 50
metros libres, y, en mi primer campeonato de la NCAA, me clasifiqué el quinto en los 100 metros libres y
obtuve el reconocimiento honorífico All-America.
Atribuyo mi éxito, en parte, a una decisión difícil pero
vital que ya había tomado de cara a mi última temporada universitaria: unirme
al equipo masculino. También empecé a levantar pesas con los hombres. Cuanto
más tiempo pasaba con los chicos, más me DAR cuenta de lo mucho mejor que me SENTIR
en los espacios masculinos.
Ahora estoy en la categoría sénior, y NADAR con los hombres.
LLEVAR casi 8 meses tomando hormonas; mis marcas son más o menos las mismas que
al final de la última temporada. Justo antes del Día de Acción de Gracias, acabamos
un torneo contra Ohio State, Notre Dame, Virginia Tech y otras universidades.
No SER el más lento en ninguna de mis pruebas, pero no tengo el mismo éxito en
el deporte que cuando ESTAR con el equipo femenino.
En su lugar, intento conectar con mis compañeros de nuevas
formas, de animarlos a pleno pulmón, de concentrarme más en la emoción del
deporte. La mejor parte es la competición y el reto. Es una forma distinta de
realización personal. Y es bastante genial sentirse cómodo en el vestuario cada
día.
Creo que, cuando los atletas trans ganan, MERECER la misma
celebración que los atletas cis. No ESTAR haciendo trampas por reivindicar
nuestro verdadero yo; no hemos renunciado a nuestra legitimidad. Los deportes
de élite siempre son una mezcla de ventaja natural o talento y de compromiso y
esfuerzo. Ser un gran atleta depende de muchas cosas más que las hormonas o la
altura. Yo nado más rápido de lo que NADAR jamás algunos hombres cis.
He tenido la suerte de recibir mucho apoyo de mis
comunidades, y en especial de mis compañeros deportistas trans. Tengo el honor
de ser parte de un grupo lo bastante fuerte para resistir todos los ataques
injustificados contra nuestra participación y contra nuestra presencia. Vivir en
la autenticidad me hace un hombre más fuerte, y un mejor hombre. Que sea trans
es una de las cosas menos interesantes sobre mí.
Sentirme en congruencia con mi equipo me ha abierto aún más
los ojos de lo poderosas que pueden ser las comunidades deportivas y lo
importante que es que todo el mundo TENER la oportunidad de sentir eso.
Iszac Henig es deportista de la categoría sénior de la
Universidad de Yale y estudia la carrera de Ciencias de la Tierra y
Planetarias. Fue elegido All-America con el equipo de natación femenino en
2022.
Adaptado de https://www.nytimes.com/es/2023/01/08/espanol/opinion/deportes-atletas-trans.html