jueves, 12 de enero de 2023

B2: Deportistas trans

 1. Conjugue los verbos en mayúscula.

2. Debate: ¿Qué le llama la atención del texto?


Soy un atleta trans. Prefiero competir como yo mismo que ganar

Por Iszac Henig

Henig es nadador universitario y está en su último año en la Universidad de Yale.

8 de enero de 2023

La primera vez que recuerdo sentirme distinto de quienes me (RODEAR) fue en cuarto de primaria. Me sentía como si me (EMPUJAR) a un escenario para que (ACTUAR) sin haberme dado un guion. En todas las interacciones SENTIR que algo que no ENCAJAR. Reconocer mi bisexualidad en séptimo curso me DAR cierto grado de consuelo, como una vela encendida en medio de una oscura confusión, pero incluso entonces aún HABER mucho de mí que me PARECER indiscernible.

A pesar de crecer en la progresista California, no SER sino en octavo cuando CONOCER a una persona trans. Él VERBALIZAR sentimientos a los que yo no SER capaz de ponerles nombre, como sentirte desubicado en tu propia piel o ser percibido como una niña. Después de leer en internet historias sobre otras personas con la misma revelación, TENER la certeza suficiente de que SER trans como para decirle a mi madre que yo SER su hijo, no su hija.

Sin embargo, no ESTAR preparado para llegar hasta el final, y me RETRAER. LLEGAR a la conclusión de que DEBER intentar ajustarme a una identidad lo más parecida a la “normal” posible, y seguir el camino que PARECER más fácil.

A pesar de esforzarme cuanto PODER por minimizar mi identidad queer, los susurros sobre la “lesbiana intimidante” me ACOMPAÑAR durante la primera semana en un nuevo colegio de la secundaria. A causa de la homofobia que INTERIORIZARprofundamente, que me PERCIBIR con tanta claridad como queer me PARECER lo peor que le PODER pasar a alguien que SER nuevo. REDOBLAR mis esfuerzos por encajar, y me DEJAR crecer el pelo, me PONER ropa más tradicionalmente femenina y APRENDER a maquillarme. Nada de esto me AYUDAR a sentirme mejor o más seguro de mí mismo, pero CAMBIAR la forma en la que me PERCIBIR los demás.

Con el tiempo, se me IR dando mejor ponerme la máscara de ser considerada mujer. ECHAR un vistazo al guion de mis amigas y PRACTICAR sus frases. La negación de mi verdadero yo se CONVERTIR en un acto reflejo. Si me PREGUNTAR entonces, te DECIR que SER una mujer cisgénero. ESTAR completamente desconectado de mí mismo, e ignoraba lo infeliz que SER en el fondo.

Me SENTIR más valorado y más cerca de mi verdadero yo cuando PRACTICAR natación, el deporte en el que LLEVAR compitiendo desde los 4 años. En el agua, PODER concentrarme en el placer de la competición. Ninguna sensación es comparable a la de esforzarte para alcanzar a la persona que va delante de ti, a sorprenderte de lo que eres capaz. Se ELOGIAR mi fuerza y mi musculatura, tradicionalmente valores masculinos.

Cuando TENER 14 años, mi equipo de relevos ROMPER un récord a nivel nacional en Estados Unidos en nuestra categoría. Un par de meses después, CLASIFICAR para las Olimpiadas de 2016 y COMPETIR en las pruebas por equipos, aunque al final SER descalificado por moverme en el poyete de salida a causa de los nervios. A los 18 años, ESTAR entre las 20 primeras nadadoras de California y entre las primeras 100 del país.

VALORAR mis aportaciones al éxito del equipo. CONSTRUIRI parte de mi identidad en torno a la competitividad, y DISFRUTAR del respeto que se les TENER a quienes se ESFORZAR por ganar. PODER definirme por lo que SER capaz de hacer más allá de la norma, y no por cómo LOGRAR encajar en ella. No NECESITAR preguntarme quién SER, como sí HACER en la escuela o en los entornos sociales.

Cuando me FICHAR Yale, me ENTREGAR de lleno a los valores de la natación universitaria, donde lo primero es el equipo. Me concentré más en las puntuaciones y en apoyar a mis compañeras, y menos en mí mismo y en mis marcas. SOLER competir en relevos, para mí la parte más colaborativa y divertida de la natación. Me CLASIFICAR en cuarto lugar en la prueba de 50 metros libres de los Campeonatos de Natación y Buceo Femeninos de la Ivy League durante mi primera temporada, y OBTENER las puntuaciones más altas del equipo femenino en mi primer curso.

A pesar de estas victorias, la mera existencia me SUPONER un esfuerzo. HACER amigos y CONECTAR con otras personas queer en el campus, pero me DAR la sensación de que las mujeres que CONOCER ENTENDER algo que a mí se meESCAPAR. Me SENTIR de lo más incómodo en el vestuario. Era un lugar importante para crear lazos con el equipo, donde se comentan las pruebas y se habla de cosas exclusivamente de chicas. Pero nunca me concentraba en eso. PENSAR que mi intranquilidad se DEBER a que me PREOCUPAR que mi sexualidad PODER incomodar a las demás. No CONSIDERAR aún que la verdadera razón por la que me SENTIR tan desubicado SER la sensación de estar en el vestuario incorrecto.

Cuando EMPEZAR la pandemia en la primavera de mi primer curso, nos MANDAR a casa. Con las piscinas cerradas, me QUEDAR varado en mis propios pensamientos. EMPEZAR a preguntármelo todo sobre mí otra vez, a tropezar en la oscuridad que HABER en mi cabeza. DECIDIR tomarme un año sabático para concentrarme en mi salud mental, con la ventaja añadida de no perder temporadas de cara a la beca deportiva. De haberme quedado, PEDER una de mis temporadas de natación en Yale.

Me sentía inseguro de mi identidad, de mis decisiones vitales, de mi compromiso con la natación; incluso estaba inseguro de querer seguir viviendo. Para poder sobrevivir, intenté convertirme en la versión más ideal de mí que podía imaginarme entonces: en una mujer empoderada que estaba cómoda con su sexualidad.

Pero cuanto más me AFERRAR a la identidad de mujer, peor me SENTIR. Al darme cuenta de esto con la ayuda de mi psicoterapeuta, me SUMERGIR en la identidad queer, y EXPLORAR el equilibrio entre la masculinidad y la feminidad, en especial con su proyección en la vestimenta. Así fue como DESCUBRIR los binders, las fajas para el pecho que le dan un aspecto más tradicionalmente masculino.

La primera vez que me PONER uno, lo PROBAR con todas las camisetas con y sin mangas, jerséis y sudaderas que tenía. “Así es como siempre me IMAGINAR que DEBER quedarme la ropa”, PENSAR . Me SENTIReufórico.

Finalmente, me PERMITIR cuestionarme mi identidad como mujer, y DEJAR que esas parpadeantes preguntas FORMAR una hoguera en medio de la oscuridad.

TARDAR meses en reconocer que era trans. LLEVAR toda la vida interiorizando los mensajes negativos en torno a ser trans. Pero cuanto más me INCLINAR hacia mi autenticidad, menos me COSTAR respirar. Todo —incluso cosas que aparentemente no tenían nada que ver con ello, como trabajar o hacer la compra del mercado— me  RESULTAR más fácil. Decidí dejarme llevar por la corriente de mi vida, en vez de luchar contra ella.

Dar el paso hacia mí mismo fue —y SEGUIR siendo— un largo proceso que conllevó un cambio de nombre y de pronombres y una doble mastectomía a principios de 2021. Cuando VOLVER al campus aquel otoño para empezar mi tercer año, TENER que tomar una decisión importante: ¿en qué equipo COMPETIR en mis dos últimos años de universidad?

Mis entrenadores me DAR la opción de unirme al masculino o al femenino, y mis compañeros de ambos equipos lo aceptaban. Mis marcas eran lo suficientemente buenas como para competir sin beca en el equipo masculino.

Al principio, decidí seguir con las mujeres. Me había comprometido con ese equipo. Lo conocía, y quería a mis compañeras. SABER que la transición no REQUERIR necesariamente que meHORMONAR ; y que la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por su sigla en inglés) establece en sus reglas que los atletas sometidos a una hormonoterapia con testosterona deben competir en equipos mixtos específicos o masculinos.

También era consciente de que en el equipo masculino ESTAR más cerca del nivel más bajo.

Sin embargo, la incoherencia de vivir como hombre en un equipo de mujeres fue más difícil de lo que me ESPERAR.

Los “¡Vamos, chicas!” para animarnos, el letrero de “MUJERES” al entrar al vestuario, algún pronombre que se escapaba aquí y allá y la irritante incongruencia del traje de natación de mujer que me ponía para competir: todo sumaba.

Las nadadoras de Yale están entre mis mejores amigas, pero estar con ellas en el equipo explicitaba de todas las maneras posibles que no era una mujer. Mi salud mental empezó a empeorar otra vez, y, al cabo de unos meses, le confesé a una amiga: “No sé si puedo seguir con esto”. Ni siquiera habíamos tenido nuestra primera competición oficial.

Acabé entendiendo que no pertenecía al equipo femenino. Y ANSIAR un espacio al que sí PERTENECER.

Muchas personas tienen reservas o incluso se resisten con fuerza a la participación de los atletas trans en los deportes, y en especial en los equipos femeninos. Comprendo que a algunas personas les puedan preocupar la justicia deportiva o la igualdad. Pero lo que parece obviarse en esa conversación es nuestra humanidad.

Quizá no parezca tan complicado nadar en un equipo que no se corresponde con tu verdadero yo; pero pensemos en lo agobiante que SER pasar 20 horas a la semana en un lugar donde sientes que no perteneces. Al final, en mi caso, esa realidad HACER que me COSTAR salir de la cama para ir a entrenar.

Todos los deportistas deberían poder ser ellos mismos, de forma plena y auténtica, entre sus compañeros de equipo, y poder practicar su deporte sin temor a la discriminación.

Acabé teniendo la mejor temporada de natación de mi vida en el equipo femenino, casi sin derrotas. Gané mi primer título individual de la Ivy League en los 50 metros libres, y, en mi primer campeonato de la NCAA, me clasifiqué el quinto en los 100 metros libres y obtuve el reconocimiento honorífico All-America.

Atribuyo mi éxito, en parte, a una decisión difícil pero vital que ya había tomado de cara a mi última temporada universitaria: unirme al equipo masculino. También empecé a levantar pesas con los hombres. Cuanto más tiempo pasaba con los chicos, más me DAR cuenta de lo mucho mejor que me SENTIR en los espacios masculinos.

Ahora estoy en la categoría sénior, y NADAR con los hombres. LLEVAR casi 8 meses tomando hormonas; mis marcas son más o menos las mismas que al final de la última temporada. Justo antes del Día de Acción de Gracias, acabamos un torneo contra Ohio State, Notre Dame, Virginia Tech y otras universidades. No SER el más lento en ninguna de mis pruebas, pero no tengo el mismo éxito en el deporte que cuando ESTAR con el equipo femenino.

En su lugar, intento conectar con mis compañeros de nuevas formas, de animarlos a pleno pulmón, de concentrarme más en la emoción del deporte. La mejor parte es la competición y el reto. Es una forma distinta de realización personal. Y es bastante genial sentirse cómodo en el vestuario cada día.

Creo que, cuando los atletas trans ganan, MERECER la misma celebración que los atletas cis. No ESTAR haciendo trampas por reivindicar nuestro verdadero yo; no hemos renunciado a nuestra legitimidad. Los deportes de élite siempre son una mezcla de ventaja natural o talento y de compromiso y esfuerzo. Ser un gran atleta depende de muchas cosas más que las hormonas o la altura. Yo nado más rápido de lo que NADAR jamás algunos hombres cis.

He tenido la suerte de recibir mucho apoyo de mis comunidades, y en especial de mis compañeros deportistas trans. Tengo el honor de ser parte de un grupo lo bastante fuerte para resistir todos los ataques injustificados contra nuestra participación y contra nuestra presencia. Vivir en la autenticidad me hace un hombre más fuerte, y un mejor hombre. Que sea trans es una de las cosas menos interesantes sobre mí.

Sentirme en congruencia con mi equipo me ha abierto aún más los ojos de lo poderosas que pueden ser las comunidades deportivas y lo importante que es que todo el mundo TENER la oportunidad de sentir eso.

Iszac Henig es deportista de la categoría sénior de la Universidad de Yale y estudia la carrera de Ciencias de la Tierra y Planetarias. Fue elegido All-America con el equipo de natación femenino en 2022.

Adaptado de https://www.nytimes.com/es/2023/01/08/espanol/opinion/deportes-atletas-trans.html