miércoles, 13 de marzo de 2013

B1: Futuro.

Completa el siguiente texto sustitiyendo los números por un término adecuado.
 
¿Y en el 2042?
 
Magazine La Vanguardia. Por Lluís Amiguet.
 
Quien quiera adivinar el futuro, ese lugar donde (1) el resto de su vida, debe admitir que el único acierto seguro es que se va a equivocar. Y los mejores talentos no son menos conscientes de ello, pero aceptan el reto propuesto por este Magazine, que ahora cumple 30 años, de predecir qué (2) en los próximos 30, porque –acierten o no– se trata de un ejercicio estimulante para entender mejor lo que ha sucedido y lo que sucede.

Por eso, se ha convocado a destacados especialistas en salud y neurociencia, dinero y economía, política y tecnología para pensar juntos qué aguarda en el próximo tercio de siglo.
Para empezar, la felicidad (3) siendo, en el fondo, una cuestión de percepción y, por lo tanto, mental. Y el doctor Ignacio Morgado Bernal, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universitat Autònoma de Barcelona y autor de Cómo percibimos el mundo: una exploración de la mente y los sentidos (Ariel, 2012), empieza por admitir los fracasos de la neurociencia en los 30 últimos años: “El conocimiento sobre el cerebro y sus funciones se ha incrementado considerablemente estas tres décadas, pero no lo suficiente para curar la esquizofrenia, el autismo, la depresión o el alzheimer”.

Las noticias mejoran de cara a los próximos 30 años. “Es probable que se (5) sofisticadas técnicas de investigación, como la optogenética, que (6) posibles intervenciones precisas en las neuronas y sus circuitos, lo cual puede permitirnos un conocimiento muy preciso de procesos hasta ahora desconocidos, como los que controlan el metabolismo energético y la obesidad o los que hacen posible la consciencia”, anuncia Morgado.

Y entonces, sí, la neurociencia podrá, “con la neurogenética y la biología molecular, conocer los mecanismos de degeneración de las neuronas, para tratamientos específicos que impidan o curen algunas enfermedades mentales”, dice.

Enfermos o sanos, habrá que adaptar las neuronas a velocidades inusitadas, alcanzadas gracias al hidrógeno utilizado como combustible habitual de los aviones comerciales. Johan Steelant, ingeniero aeronáutico e investigador de la Agencia Espacial Europea, anticipa que “en el 2020 (7) ir de Madrid o Barcelona a Sydney en menos de cuatro horas”.

Steelant da por descontada la superación del uso de los combustibles fósiles en los vehículos terrestres, pero pronostica que la verdadera revolución en el transporte (8) a estar en el aire: “Los aviones comerciales (9) mach 8 (ocho veces la velocidad del sonido, que es de 343,2 m/s.) Eso significa volar diez veces más rápido que la media de los actuales aviones”. Esos aviones “serán como cohetes en apariencia, con las alas pegadas al fuselaje y enormes turbinas”, señala.

Otro defensor del hidrógeno, el sociólogo y economista Jeremy Rifkin, vaticina que, además, se podrá disfrutar de sus ventajas en una sociedad de redes. En ella se (11) la propiedad privada por redes de usuarios como los actuales car sharing o las multipropiedades inmobiliarias. Ese espíritu (12) el uso familiar en edificios de pequeñas centrales de energías sostenibles solares y eólicas: “Ya las fabrican en Alemania multinacionales como Siemens y Volkswagen y pronto (13) de ser novedad”, apunta.

El profeta de las redes sociales Filipe Carrera, autor de Redes sociales y networking, coincide con Rifkin en que el dinero no (14) el único capital y en que la propiedad y el uso de bienes y servicios va a experimentar cambios paradigmáticos. Cada vez más, los ciudadanos serán tan importantes por lo que tienen como por con quién están conectados: “Nuestro capital social –advierte Carrera–, la calidad de nuestras relaciones y conexiones en la red, nos dará peor o mejor acceso a oportunidades profesionales, personales, bienes y servicios. El tesoro de ese capital social se llama reputación y ya no será local sino global, brindará o hará perder oportunidades a cada uno en todo el planeta”.

Menos optimista, otro ilustre tecnólogo, Lluís Cuatrecases, catedrático en la Universitat Politècnica de Catalunya y autor de Horizonte 2050, confía en un “avance tecnológico acelerado, porque al mejorar la investigación el salto será enorme, sobre todo en electrónica y comunicaciones”, pero desconfía de cómo se reparten en la población los efectos beneficiosos de estos avances, “porque la tecnología permitirá que (15) agua y alimentos en todo el planeta, pero una parte del mundo continuará pasando hambre”.
 
     En el primer mundo, por lo menos por ahora, cuando se piensa en la salud, estos pronósticos buenos se mezclan con los menos buenos y hasta se cuela algún mal presagio. Albert Jovell, en su doble condición de doctor en Medicina Pública por la Universidad de Harvard y, como paciente oncológico, presidente del Foro Español de Pacientes, empieza por el diagnóstico: “La medicina (15) personalizada y así mejorará sus posibilidades diagnósticas y terapéuticas con una caracterización de los aspectos biológicos y moleculares de las enfermedades”.

El problema es cómo pagarla: “Será difícil para las cuentas públicas garantizar la cobertura universal gratuita, lo que puede obligar a asegurarse privadamente la cobertura de las patologías menos graves mientras que la sanidad pública cubre la asistencia de enfermedades graves con procedimientos de alta tecnología, que son los que desbordan la capacidad de pago de las familias”.

Jovell razona que el éxito de la medicina puede anticipar también alguno de sus fracasos, al aumentar el número de enfermos crónicos afectados por múltiples patologías, por lo que “cuidar –resume– (16) que ser tan importante como curar”. El doctor también teme la posibilidad de una epidemia de obesidad y diabetes 2, agravada por dietas insalubres y falta de ejercicio, pero se despide con dos buenos deseos que podrían cumplirse: “Que los ciudadanos (17) a cuidarse y a usar mejor los servicios de salud y... ¡(18) todos de fumar!”.

Pendiente de los fríos números, Juan Rubio-Ramírez, desde su cátedra de Economía en la Universidad de Duke (EE.UU.), advierte que “el mayor desafío para nuestras economías es reformar el Estado de bienestar para evitar la bancarrota, porque el envejecimiento de las poblaciones ejerce mucha presión sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas: la gente tiene menos hijos y vive más años, y cada vez es más difícil mantener el equilibrio en el que los que trabajan pagan las pensiones de los jubilados”.

¿Qué hacer? “Reformas y rápido –responde el catedrático–, porque cuanto antes (19) esa transición, más suave será. Y si no, (20) que hacerla deprisa y corriendo y será, como ahora en Europa con los programas de austeridad, más abrupta y dura. Ademas, es injusto para aquellos que están trabajando ahora prometerles estados del bienestar como los vigentes para el momento de su jubilación. Con toda seguridad, los estados del bienestar serán menos generosos. Cuanto antes (21) conscientes del Estado del bienestar que encontraremos, antes podremos adaptar nuestras decisiones de ahorro y participación en el mercado laboral”.

Con más enfásis en los valores que determinan las conductas, Oriol Amat, presidente de Economistas Expertos en Información Financiera del Consejo General de Colegios de Economistas de España, desearía “que ganen peso la ética, la equidad o la defensa del bien común y que empresas y gobiernos (22) con transparencia por el bienestar de todos, sin privilegios ni salarios astronómicos y paraísos fiscales e información privilegiada para unos pocos entre el empobrecimiento general”. “Pero constato –agrega– que los valores no están cambiando, ni hay indicios de que lo hagan, por lo que temo que aumenten las desigualdades y el mundo (23) controlado por unos pocos que están por encima de los gobiernos”.

Gobiernos o, en el caso de España, gobierno europeo, como pronostica Yannis Karagiannis, profesor de Economía Política Internacional en el Institut Barcelona de Estudios Internacionales: “Si juzgamos los avances de la UE en los últimos 30 años y proyectamos en el futuro, es realista prever que en el 2042 (24) un ejército europeo, un sistema de educación en cuatro lenguas y un presidente europeo electo con un poderoso Parlamento Europeo. Y si añadimos lo deseable, tendríamos un trato favorable con los granjeros africanos y el liderazgo mundial en la defensa del medio ambiente”.

El geógrafo y visionario Franco Farinelli pone punto final a este viaje al futuro para el Magazine con una intuición: “El plano era la metáfora de la tierra y en el Renacimiento acabó siendo la realidad política del Estado-nación; pero vamos a ver un mundo on line en el que espacio-tiempo ya no existe y en vez de plano (25) en una esfera, y la expresión más clara es Google Earth”.

Así, este viaje por las próximas tres décadas que partía de la neurona llega por fin al inabarcable universo a través de la inmensa nimiedad de las partículas elementales escrutadas a placer por el acelerador de partículas del CERN de Ginebra tras el reciente éxito de la confirmación del bosón: “Yo espero el descubrimiento de la supersimetría –anuncia el premio Nobel de Física Franz Wil­czek–, que nos (26) las claves de la materia oscura y por fin nociones muy precisas sobre el origen de todo”.