Imagine un robot que (1) los trabajos de casa mientras usted
lee, trabaja o simplemente no hace (2). La empresa americano-noruega 1X Technologies
asegura que ( 3) ya es posible con Neo, un humanoide de cara amable,
movimientos fluidos y diseño Apple. Lo muestran en vídeos idílicos abriendo la
puerta a invitados, cargando la cesta de la ropa sucia o llevando la copa a su
dueño. Eso sí, en casas de diseño con salas de 100 m2.
Por unos 20.000 dólares –o 499 al mes– ya lo puede reservar,
siempre que (4) en Estados Unidos y (5) paciencia: las
primeras unidades no se entregarán hasta el 2026, no sabemos el día. La empresa
promete que el Neo será “plenamente autónomo” en el 2027.
Siempre que (6) un vídeo de robots haciendo cosas
extraordinarias pienso en los que vídeos que no nos (7) . Con los años (y los fakes )
mi espíritu crítico ha subido mucho el nivel: las presentaciones de producto
siempre van bien (excepto cuando Musk quiso demostrar el cristal irrompible del
Cibertruck). Pero la realidad es muy distinta. Una vez más mi instinto arácnido
ha vuelto a acertar: nada de lo que
sale en los vídeos es verdad; el robot está operado remotamente por un
ingeniero que está en la habitación de al lado. La empresa no se esconde, al
contrario. Su ejecutivo jefe y fundador, Bernt Børnich, afirma que “un experto
guía a Neo en tiempo real mientras aprende a hacer el trabajo”. Que podríamos
traducirlo por: “Convertiremos su casa en un laboratorio para entrenar a
nuestros robots hasta que (8) útiles”.
De momento (9) cinco minutos en poner
tres piezas en el lavavajillas en un vídeo que ha hecho el WSJ y que hace
sufrir mucho. Sería sólo patético, si no (10) que también es muy inquietante.
Su creador lo llama “simbiosis”, un abogado lo llamaría
violación de la privacidad. Su justificación –“(11) más datos me des, más útil
será Neo”– es la misma que oímos antes en Google con su buscador, en Facebook
con sus redes sociales y que ahora oímos a OpenAI respecto a ChatGPT. Los
defensores de este modelo ven un círculo virtuoso. Más robots, más casas, más
datos, mejora exponencial. Pero detrás
de este relato hay literalmente
un ejército invisible de teleoperadores. Estoy seguro de que en el Excel del
modelo de negocio de 1X existe la columna de los costes de deslocalizar la
teleoperación a países de renta baja, a un dólar la hora. Lo sé porque esto ya ocurre con la IA generativa: OpenAI,
por ejemplo, subcontrató a trabajadores en Kenia para limpiar las respuestas de
ChatGPT por menos de dos dólares la hora. Un robot mayordomo en cada casa del
primer mundo, precariado en el tercero.
Todo esto está apoyado por inversores como OpenAI Startup
Fund, Tiger Global o Samsung, que ( 12) más de 125 millones de dólares a 1X. Es
una estrategia que recuerda a la de Tesla, que en 2021 presentó su robot
Optimus con un bailarín en mallas de lycra y un casco de Daft Punk en la
cabeza. La promesa, entonces, era que empezaría
a venderse a los tres años. Hoy, cuatro después, ese robot sigue (13) un
prototipo. Vender el futuro siempre ha sido más fácil (13) crearlo.
1X dice que la teleoperación es sólo la primera fase: que se necesitan robots imperfectos en el
mundo real para entrenarlos, como los coches autónomos que de vez en cuando
necesitan a un humano al volante. La cita no es gratuita. 1X sigue la misma
estrategia de Musk con Tesla, que para hacer masa crítica para recoger datos
del mundo real ha prometido la Luna una y otra vez. El argumento tiene tanta
lógica como trampas.
Neo no sólo recoge datos del mundo: los recoge de su mundo
(de usted). Su voz, sus hábitos, sus conversaciones. Y a diferencia de un
asistente de voz, éste lo ve literalmente todo. La empresa asegura que los
operadores son “verificados”, que las imágenes se difuminan para preservar la
intimidad y que podemos designar zonas de exclusión donde no queremos que (15).
Pero la simple presencia de un ojo ajeno en casa rompe el contrato emocional
del hogar: dejas de estar en casa cuando alguien mira. La comparación que hace
1X con tener personal de servicio tampoco se
aguanta: no es lo mismo confiar en una persona con nombre y apellidos que
en un sistema de teleoperadores que no sabes quién ni cuántos ni dónde (16), y
que además lo graban todo.
El caso de 1X es un caso claro de lo que el Nobel de
economía Daron Acemoglu llama “so so automation”, que podríamos traducir como automatización “de aquella manera” o “de
estar por casa”. Es aquella automatización que desplaza a trabajadores pero
que no reduce el coste y que incluso lo puede incrementar (piense en los costes
de mantener el robot). Esta automatización a medias recuerda al caso de
KiwiBot, una empresa de entrega de comida en campus universitarios que hacía
pasar a sus robots teledirigidos por robots inteligentes autónomos. De modo
similar, Neo es un experimento disfrazado de producto para vendernos futuro
antes que (16), con el objetivo de financiarse con nuestros datos.
Le ocurre lo mismo a la IA generativa, que nos ahorra trabajo
pero necesita supervisión constante de teleoperadores que, en este caso, somos
nosotros. El modelo de negocio –extractivo– es el mismo: usted pone los datos,
nosotros nos quedamos el valor. Si algún día estos humanoides llegan a ser
autónomos –2027, 2028, o hasta cuando los inversores lo (17) –, ya habrán hecho
el negocio. Habrán arrasado con el mercado de trabajadores del hogar, tendrán
nuestros datos más íntimos y dependeremos de ellos hasta abrir la nevera.
Nuestra casa debería ser un espacio de confianza, no un
entorno de entrenamiento para máquinas. Si el futuro de la robótica es éste
–robots que necesitan humanos al otro lado del mundo para funcionar–, quizá no (18)
tan diferente al presente. Neo es automatización de “estar por casa” en los dos
sentidos del término, automatización que nos promete libertad y comodidad pero
a cambio que le (19) de canguro.